Después de catorce años de su misteriosa muerte, la energía de Luis Andrés Colmenares se sigue sintiendo en su casa, en Bogotá. Sus familiares guardan pertenencias personales que con el paso de los años, revelan más detalles de su vida privada.
A tan solo días de cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento, este 31 de octubre, Semana recorrió la casa del joven estudiante y junto con su hermano, Jorge, desempolvaron varias pertenencias personales para conocer detallas inéditos de la vida de él.
La fotos de Colmenares se encuentran presentes en todos los rincones de la casa. En una esquina, junto a la ventana del segundo piso, se encuentra el lugar en donde Luis Andrés pasaba horas resolviendo ejercicios de cálculo, un lugar que continúa intacto.
Así mismo, también se puede encontrar su mochila arhuaca, que supo lucir hasta el último día de clases, una mochila que descargó por última vez en esta parte de su casa y que desde entonces, allí ha estado ubicada.
Jorge Colmenares, su hermano menor, desempolvó para Semana la mochila de Luis Andrés. Los marcadores acrílicos rojo, vinotinto y azul, con los que dictaba clases como monitor de los Andes, extrañamente conservan la tinta, y su cuaderno cinco materias refleja la personalidad de Luis Andrés: un joven ordenado y metódico que, en medio de los algoritmos, las estadísticas y las cifras difíciles de entender, escribía lo que sentía. “Ayudar al mundo”, plasmó de su puño y letra en una de las primeras páginas.
Entre las hojas, casi amarillas por el paso de los años, Semana encontró que Luis Andrés Colmenares escribió sobre su aparente relación con Laura Moreno, la mujer que le robó la mirada, sus sueños y, a juicio de varios conocidos, al parecer, lo condujo hasta la muerte.
Ella, Laura Moreno, una mujer que no ha salido del ojo del huracán desde el fatídico hecho que desencadenó en la muerte de Luis Andrés Colmenares, hoy vive en Europa y ha insistido en su inocencia, siendo la única mujer que Colmenares presentó en su casa ante sus familiares.
En una de las páginas, el estudiante de los Andes analizó los pros y los contras de ir juntos por la vida con Moreno. En los pros escribió: “Disfrutar de tu compañía”, “Marcar tu territorio”, “Demostrar que no soy tu amiguito”, “Comenzar a generar la costumbre de vernos juntos” y “Orgullo de que la gente vea que estoy con la mejor”. En esta última frase, se logra evidenciar el sentimiento y la admiración que Luis Andrés sentía por Laura.
Por otra parte, los contras que Colmenares aseguraba de estar con Laura eran: “Generar más rumores”, “Formalizar un poco más las cosas”, “Mi reacción a estar solo contigo toda la noche”, “El disfraz conseguirlo”.
Así mismo, Luis Andrés detalló algunas líneas para pensar un escenario no tan bueno para él: “Ir solos”, cada uno por su lado. Si eso ocurría, Colmenares consideraba que habría “menos presión para ambos”, “Dar más tiempo para asimilar que no estamos juntos”, “Evitar comentarios sobre la relación”, “Más fácil disfrazarse” y “Mayor libertad”.
En los contras de “Ir solos” escribió: “Generar expectativas de terceros”, “Generar rumores y especulaciones”, “Confirmar que soy solo tu amiguito”. O, según él, “Pie para que pase un show oso gatito, gafoso”.
Gracias a estos escritos, hechos con una caligrafía impecable y una tinta azul, le permitió a la Fiscalía determinar que Luis Andrés Colmenares pasó sus últimos días de vida confundido y contemplando la posibilidad de tener una relación y pasar una vida al lado de Laura Moreno.
“Como mi hermano estaba dudoso de seguir o no con Laura, con ese cuadro él pretendía determinar si le convenía o no salir con ella esa noche, dijeron algunos investigadores”, contó Jorge Colmenares.
Luis Andrés era muy expresivo, no tenía miedo en expresar sus sentimientos e incluso escribirlos. En una hoja blanca que apareció dentro del cuaderno que revisó Semana, detalló otro paralelo entre las características de un amigo fiel y el amigo Jesús. Alcanzó a llenar el cuadro del primero: “Confiable”, “Apoyo”, “Compartimos mucho tiempo y experiencia” y “Un amigo es capaz de hacerme entrar en tranquilidad”.
En la mochila también se hallaba el discurso que el joven guajiro pronunció cuando se graduó de bachillerato del Liceo Cervantes El Retiro, en 2007. “Ese discurso no lo conservó ni mi papá, ni mi mamá, ni yo. Mi hermano era tan organizado que él guardaba sus cosas y la mochila la hemos dejado quieta; se ha respetado”, le contó Jorge a Semana.
En el discurso escrito en computador se lee: “En la vida hay situaciones que no podemos modificar porque no las podemos dominar. No hay despedidas alegres (...). Hoy nos invade un mosaico de sentimientos y no podemos evitar que la nostalgia nos llene nuestro corazón”. Y siguió: “Asumiendo que somos los futuros profesionales de nuestro país, debemos mantener siempre la ética cervantina en cada uno de nuestros actos para convertir a este país en un lugar mejor, donde nuestras familias puedan vivir sin las preocupaciones de hoy”.
Lamentablemente, los anhelos de Luis Andrés no se cumplieron: la muerte le arrebató la posibilidad de ser profesional, y su familia, 14 años después de su muerte, sufre porque tiene dudas sobre las causas reales del fallecimiento, ya que desde entonces, todo ha sido una incógnita.
Oneida Escobar, la madre de Luis Andrés, acepta con resignación la muerte de su hijo, pero insiste en conocer la verdad. Luis Alonso Colmenares, su padre, rehízo su vida y tiene un hijo de un año con otra mujer, tal como se lo reveló a Semana.
Se llama Jorge Camilo, vive en Montería, y Jorge, su hermano, no lo conoce personalmente, aunque ha observado varias fotografías de él. La noticia inicialmente cayó como un baldado de agua en la familia, pero Jorge ha asimilado la situación.
Entiende que Luis Andrés, su hermano mayor, no será reemplazado, pero el niño tampoco tiene la culpa de lo ocurrido. “Ya llegará el momento de conocerlo”, reconoció Jorge.
Para el padre de Colmenares, el recuerdo de su hijo sigue intacto y lo refresca cuando detiene su pensamiento e imagina a Luis Andrés como si hubiera crecido, conformando una familia y con hijos. Él, en el pensamiento, se ve como abuelo.