En su libro, llamado ‘Vida y muerte del cartel de Medellín’, y conocido en exclusiva por la revista Semana, Carlos Lehder no solo revela cómo fue su vida en el mundo del narcotráfico y su relación con Pablo Escobar, sino que en este también relata, cómo en medio de los negocios de la droga, abrió su corazón.
Así, Lehder narra cómo Melody, una mujer con voz de reina, según como la describe, lo llevó a cometer locuras y lo sometió a más de una desilusión. “Discreción y bajo perfil eran mi consigna: cero clubes, cero discotecas: fumábamos hierba, tomábamos ron y los astros musicales siempre estaban arrullando nuestros oídos”, dice.
Asimismo, cuenta en el mencionado libro, dado a conocer por Semana, que conquistó a dicha mujer en Nueva York, su ciudad de origen, y que se la llevó a vivir a Miami, donde él coordinaba la droga.
“Convencí a mi novia neoyorquina, Melody, para que viniera a disfrutar las playas de Miami por unos meses. Pronto la recogí en el aeropuerto y nos instalamos románticamente bajo el mismo techo una vez más, ya no en un cuarto alquilado en una casa de Long Island, como cuando vivíamos juntos en mis años juveniles en Nueva York. Ahora disfrutaba de una espléndida vista del océano Atlántico con ella, que había sido mi amiga preferida”, menciona Lehder.
Sin embargo, Melody no fue el único amorío que tuvo el excapo colombo alemán, pues no ajeno a la vida de cualquier narcotraficante, Lehder no pudo escapar del cliché de las mujeres bellas. De hecho, sus romances eran similares a su poderío en el mundo de las drogas en Colombia.
Una luna de miel fallida
Otra de las mujeres que atrapó el corazón de Carlos Lehder fue Esperanza, una bella y dulce jovencita. Según cuenta el exnarco en el libro conocido en exclusiva por la revista Semana, con dicha mujer tuvo un amor a primera vista.
“Aterrizó mi helicóptero en una de las casas del río, con Beltrán y la bellísima y dulce jovencita Esperanza a bordo. Su cariñoso saludo y el plácido tono de su acento paisa en unos labios tan perfectos me recordaban mi juventud en los clubes de Armenia”, expresó el excapo.
Según cuenta el exnarco, luego de que aterrizó el helicoptero “nos acomodamos en una acogedora casa, donde nos atendían la cocinera y la camarera. A las seis de la tarde apagábamos la planta eléctrica y continuábamos nuestro romántico esparcimiento a la luz de velas y lámparas Coleman. El idilio se prolongó por un mes. Recorríamos las veredas juntos, a caballo o en moto, con dos guardias motorizados, equipados con radioteléfono y con sus armas listas”.
De igual forma, relata que otro de los fundadores del cartel de Medellín —Fabio Ochoa— le había mandado de Antioquia “doscientas yeguas que le pedí que me vendiera, pues quería que se reprodujeran. Esperanza, hija del ganadero, recorría el territorio con la confianza de una buena chalana”.
“Era valiente, no le molestaban mis armas. Yo las mantenía constantemente cerca de mí, acostumbrado a vivir con el temor de que en cualquier momento llegaría la policía a buscarme”, precisó Lehder.
No obstante, esta historia de amor no duró mucho, pues, “más temprano que tarde, Esperanza amaneció con dolor de cabeza y después de haber desayunado vomitó todo lo que había ingerido. Se sintió un poco mareada y la recosté en la cama. Noté al rato que sudaba mucho, demasiado, y más tarde le comenzaron los escalofríos. Las muchachas entraron a verla, le examinaron los brazos y las piernas, y encontraron que tenía varias picaduras de zancudo enconadas”, escribió.
“—Don Carlos, creo que a la señora Esperanza la cogió la malaria; eso es una semana de malestar— me dijo una de ellas. Yo sabía que el llanero es casi inmune a la malaria por sus fuertes e innatos anticuerpos, que Esperanza no tenía”, agregó.
Ante ello, le pidió a uno de sus hombres que llamara una avioneta para llevarla de inmediato a Armenia. “Un comando de venenosos zancudos me había arruinado mi luna de miel. Descorazonado, la subí al pequeño avión y, cubriéndola de besos, le juré amor eterno”.
Unos meses más tarde, Lehder y Esperanza se volvieron a encontrar, pero, ella, embarazada, tuvo que irse en un vuelo comercial con destino a Managua, después viajó a Panamá y finalmente llegó a Medellín, donde fue recibida por su familia.
Los problemas de seguridad fueron una de las razones por las que se alejaron; él se refugió en El Venado, una hacienda lejana en el Meta.
La administradora del corazón de Lehder
Lulú fue otra de las mujeres en la vida amorosa del excapo colombo alemán, ella fue “la primera que no jugaba a ser princesa en su castillo, sino que madrugaba a administrar la casa y a todos los empleados. Conocía toda mi ropa y zapatos, mis gustos y necesidades de vestimenta, todo lo tenía listo de antemano. El mercado era exactamente lo que ella necesitaba para su menú, era maestra en la cocina”, contó.
De acuerdo con Carlos Lehder, el carro preferido de la mujer era un Porshe, el cual ella misma se encargaba cada mañana de revisar que estuviera impecable por dentro y por fuera.
“Su nariz perfecta y sus hipnotizantes ojos castaños me prodigaban intenso cariño. Sus preciosas facciones, adornadas por su brillante cabellera castaña, eran todo para mí”, describió el exnarco. Sin embargo, la relación tomó otro rumbo cuando él comenzó a detallar comportamientos extraños en ella.
Luego de espiarla a través de su esquema de seguridad, halló una peligrosa verdad, la mujer estaba sumergida en la droga.
“Patrón, ya resolví el caso y no tiene que pagarme nada. Su señora no tiene un amante, sino un vicio: fumar bazuco. Eso me lo dijo así, a secas. No sentí una patada en el estómago, como se dice popularmente, sino una patada en el corazón”, dijo Carlos Lehder, quien además contó que Lulú recibió un tratamiento al final.
La lista de enamoradas del exnarcotraficante es extensa, en ella también se encuentra ‘Ojitos’, a quien Lehder describió como una mujer navegante, la conoció en Bahamas y confesó que era buena exploradora.
En una de sus desenfrenadas locuras, ‘Ojitos’ quedó embarazada y él, a sus 30 años, tratando de esquivar la paternidad, dejó que ella se fuera al continente europeo, exactamente a España, para que ella tuviera a su hijo, del que no tiene noticias.
Carlos Lehder, actualmente vive en Alemania, su segunda tierra, donde fue recibido luego de cumplir su condena de 33 años en una cárcel de Estados Unidos.