Más de 600 familiares de las víctimas mortales de la masacre perpetuada en Bojayá, Chocó, el 2 de mayo de 2002, se reunieron este domingo en el polideportivo de este municipio para participar en una ceremonia que tardó más de 17 años, pero que por fin se dio: despedir a sus muertos.
En un acto ecuménico liderado por el obispo de la Diócesis de Quibdó, Juan Carlos Barreto, los familiares de las personas fallecidas le dieron el último adiós a sus seres queridos.
El acto fue posible luego de que los restos fueran identificados tras más de 17 años.
Al lugar fueron llevados cerca 79 cofres, de los cuales 45 eran blancos, pertenecientes a los niños. El resto son cafés, donde reposan los restos de los adultos.
"Las víctimas de Bojayá descansen en paz", fue la consigna puesta en un cartel colgado en el lugar donde se llevó a cabo el acto.
Este lunes en la mañana los familiares de las víctimas harán una procesión en la que llevarán los cofres hasta un mausoleo construido para que reposen los restos de todas aquellas personas que cayeron en la masacre que tuvo lugar en la iglesia de Bojayá en 2002.
La masacre y el reconocimiento de las víctimas
Aquel 2 de mayo de 2002, el municipio se vio asediado por un enfrentamiento entre hombres de los frentes 5, 34 y 57, del bloque ‘José María Córdoba y paramilitares del bloque ‘Élmer Cárdenas’ de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Dicha confrontación terminó con el lanzamiento de un cilindro bomba por parte de los guerrilleros que cayó sobre el techo de la iglesia, donde la comunidad había llegado a resguardarse del enfrentamiento.
Luego, los muertos fueron enterrados en una fosa común sin haber sido identificados plenamente. Después, los exhumaron y los llevaron a Pueblo Nuevo para volverlos a enterrar aún sin identificar.
Finalmente, en 2016 los restos volvieron a ser exhumados y fueron llevados, por fin, a Medicina Legal, que logró identificar a 72 de las víctimas.