Mientras estuvo secuestrada por Al Qaeda en Malí, África, la hermana Gloria Cecilia Narváez Argoty ayudaba a curar las heridas de guerra de quienes a diario le apuntaban con una metralleta, le pegaban, la amarraban a un árbol y le daban agua mezclada con gasolina para mantenerla débil.

También, cada mañana, oraba por sus secuestradores, siguiendo las lecciones de San Francisco de Asís: “Donde veas odio, pon amor, donde hay injuria, perdón. Si ellos me insultaban, yo los bendecía”.

Mientras lo relata, le mencionan a la hermana que sin duda es “una santa” y ella enseguida aclara:

No, no soy santa. Tengo que orar mucho, hacer sacrificio, porque hay demasiada gente que sufre. Me he dado cuenta que en la Costa Pacífica de Colombia hay demasiadas lágrimas de mamás que han perdido a sus hijos, que no han podido sanar, y yo digo: estas mujeres sí son santas. Nuestra patria tiene santidad en mujeres valientes y también en hombres que han sido martirizados en estas zonas de violencia y desde la Iglesia los acompañamos. Necesitamos sembrar semillas de esperanza y de paz en nuestros niños, jóvenes; las comunidades del Pacífico golpeadas por la guerra, tan empobrecidas, que habitan lugares tan lejanos, donde a veces solo vamos los misioneros.

La hermana, radicada en Tumaco tras el secuestro de Al Qaeda, viaja en un carro al aeropuerto de Cali, en donde estuvo durante la Semana Roja, organizada por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), una actividad que busca visibilizar la persecución de cristianos por su fe, incluso muy cerca, en Nicaragua.

La Hermana Gloria Cecilia Narváez Argoty, religiosa colombiana de las Franciscanas de María Inmaculada, una mujer cuyo nombre se asocia a la valentía y la fe. Misionera y educadora, la hermana Gloria fue secuestrada por un grupo extremista en Malí. | Foto: El País

¿Qué hay detrás de las persecución a los católicos en el mundo?

La Iglesia Católica en sí está perseguida. La persecución es muy fuerte en África. Han sacado a mucha gente amenazada, misioneros; han destruido iglesias. No se respeta la libertad de culto, hay mucha hostilidad, y por eso sufre mucha gente. Nosotros tenemos nuestra fe católica arraigada por nuestros padres, nuestros ancestros, defendamos nuestra fe. Por eso hay tantos casos de cristianos perseguidos; lo vemos también aquí, en Centroamérica, en Nicaragua, donde la situación de la Iglesia es cada vez más difícil.

En Nicaragua, a algunos señores obispos los han sacado, los han capturado. Yo sufrí esa misma persecución. Duré encadenada casi cinco años. Nosotros fuimos al África, a Malí, por un servicio misionero: acompañar en la promoción de la mujer y en un orfelinato porque habían mamás que morían; fuimos a ayudar a los niños. Entonces yo me preguntaba: ¿por qué, si respetamos su religión, el Islam, si no fuimos a convertir a nadie, sino a hacer un servicio humanitario, nos perseguían de esa manera?

¿Qué puede hacer la sociedad frente a esta situación?

Debemos mantenernos firmes en nuestra fe, no dejarnos llenar de miedo o desesperanza, porque Dios siempre nos acompaña. Así vengan persecuciones, azotes, sufrimientos como los que viví, estamos seguros de que Jesucristo nos acompaña y él resucitó para darnos vida nueva. Yo sí haría un llamado a todos los católicos, para que nos sensibilicemos ante el dolor de tanta gente que sufre, que es perseguida por anunciar el Evangelio. Una forma de hacerlo es a través de ACN, que es una institución pontificia que pide oración y da a conocer a los millones de cristianos perseguidos.

¿Cómo analiza la situación de la Iglesia en Colombia?

En Colombia no tenemos cristianos perseguidos por su fe, pero sí son frecuentes los casos de sacerdotes y misioneros asesinados por defender a sus comunidades.

La Hermana Gloria Cecilia Narváez Argoty ahora se encuentra radicada en Tumaco. | Foto: El País

¿Qué buscaba Al Qaeda con su secuestro?

Lo que pretenden es que uno renuncie a su fe católica y se convierta al Islam. Hubo muchos cristianos perseguidos en el África Occidental, derribaron las iglesias, por esta hostilidad que hay por parte de grupos extremistas que quieren imponer su religión. Pero los misioneros que vamos a estas misiones lo que hacemos es acompañar a las personas con un servicio humanitario, no religioso. No vamos a convertir a nadie, sino a ayudar. Somos respetuosos de la cultura y la religión de los pueblos.

En sí en el pueblo donde vivíamos era un Islam moderado, podíamos compartir con la gente, inclusive íbamos a sus fiestas religiosas, lo mismo cuando teníamos la Pascua, navidades, ellos podían compartir con nosotros. O sea que en los pueblos la gente vive un Islam moderado, con mucho respeto. Cuando una persona católica moría, venían todos, así mismo cuando moría un musulmán, nosotros íbamos. Pero ya los grupos extremistas empezaron la persecución. En Burkina muchos cristianos fueron asesinados por mantenerse en su fe.

¿Cuándo encontró su fe, hermana?

Mi familia, mis padres, son muy católicos. Desde mis abuelitos, ellos nos inculcaron la fe católica, el ser sensible al dolor de los otros. Yo desde pequeña vivía en una vereda donde iba a la santa misa, hacía oración, los sacramentos, era una vida de mucho respeto y solidaridad, nada de violencia. Cuando crecí, fui a la escuela y le manifesté a mis papás el deseo de ingresar a una comunidad religiosa para servirles a los necesitados, a los que sufren, es una vocación. Como estaban las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, me acerqué para ingresar.

Me dijeron que terminara mis estudios y que estuviera segura de mi vocación, que implicaba alejarse de la familia, irse a otros lugares a evangelizar. Entonces hice mi formación con ellas durante cuatro años, luego me mandaron a la universidad y pude ir al Ecuador a hacer una misión con indígenas. Para mí fue algo maravilloso: entregar la vida para servir a los demás. Luego estuve en México, y en África, donde me secuestraron por mi fe.

La hermana Gloria Cecilia Narváez padeció un secuestro en África, por parte de Al Qaeda. | Foto: SEMANA

Fueron casi cinco años de cautiverio. ¿Cómo se sana física y mentalmente de una experiencia así?

Pues verá, yo en este secuestro viví una experiencia de fe. Nunca me sentí sola. La presencia de Dios me acompañaba. De todas partes del mundo oraban por mí. Hasta los mismos musulmanes, en el pueblo. Las hermanas me contaban que los musulmanes se arrodillaban ante ellas y les pedían perdón por este acto de barbarie que habían hecho conmigo, porque solo estaba haciendo un servicio humanitario. Entonces a mí lo que me sostuvo fue la Eucaristía. Allá no comulgaba, viví el ayuno eucarístico. Pero todas las santas misas y la Eucaristía que recibí con tanto fervor, me ayudaron. Me ayudó mucho la oración, el Santo Rosario.

Ante todos los peligros, cuando me acercaban el arma para que renunciara a mi fe, permanecía en silencio. Si me insultaban, yo los bendecía. Estuve encadenada y me pegaban. Siempre los bendecía y guardaba mi silencio interior, para desarmar la guerra. Nunca tuve una palabra descortés con ellos; ante los peligros que ellos pasaban, yo oraba, para que el Señor convierta sus corazones, depongan las armas, porque vi niños en esa guerra, una situación muy dolorosa para mí, pero Jesucristo ha sido mi psicólogo.

Entiendo que va a escribir un libro...

Estoy escribiendo un libro en el que narro esas experiencias, que las estoy empezando a leer en la Eucaristía, y ha sido mi sanación. Porque es muy duro después de un secuestro tener esa salud mental y física, después de cinco años sin agua, sin casi qué comer; todo el martirio de verme maltratada, humillada, con palabras hirientes, pero siempre lo viví con esa confianza en Dios, con mi espiritualidad franciscana, cuando nos decían callad, para que Dios nos defienda. Yo vi cómo Dios se hizo presente.

Cuando me querían matar, siempre salía alguien a defenderme, siempre hubo alguien que me tiraba un pedazo de pan o me daba una lata de sardinas, para que no me muriera de hambre. En todos esos actos vi la Providencia Divina que me acompañaba.

He podido sanarme, al principio uno queda con ciertos miedos, pero gracias a ACN, ahora en la Costa Pacífica, en Tumaco, estamos llevando un proyecto para acompañar a todas las personas que han vivido experiencias como la mía, de secuestro, de violencia, para que ellas también puedan sanar sus heridas espiritualmente.

La religiosa Gloria Cecilia Narváez fue liberada tras un intercambio humanitario. | Foto: Cortesía

¿Cómo era un día secuestrada?

Cuando uno está rodeado de estas personas que nos tenían en cautiverio, era muy duro poder conciliar el sueño. Yo hacía mucha oración. Ellos también se levantaban muy temprano a hacer su oración, porque en el Islam son cinco veces en el día. Ellos lo hacían con una metralleta al lado. Yo oraba por ellos, desde la mañana hasta la noche, el Santo Rosario era mi fuerte, así como los salmos y la palabra de Dios. Yo no tenía Biblia, pero tenía la palabra de Dios en mi corazón y en mi boca, que me fortalecía, y animaba a mis compañeras de cautiverio para que tuviéramos fe. Yo no perdía la esperanza.

Había una señora francesa que estaba en cautiverio, muy mayor, y yo le ayudaba, estaba pendiente de sus necesidades, porque ella lloraba, se desesperaba, pero siempre la animé en la esperanza; me ocupaba de ella. A veces le conseguía un poquito de agua, que era muy difícil; el agua que nos daban tenía gasolina para que estuviéramos enfermas, pero, gracias a Dios, me dio salud tanto psicológica como físicamente y pude soportar toda esta hostilidad, todas estas cadenas.

El día a día era eso, orar, ocuparme de la señora, hasta los secuestradores, cuando estaban heridos, yo los ayudaba a curarse, porque uno no quiere el mal para nadie, todos somos hijos de Dios.

¿Cómo terminó el secuestro?

Ellos me decían que, para ser liberada, el Presidente de Malí tenía que liberar hermanos de ellos, musulmanes que estaban en la cárcel de Bamako. Yo oraba mucho por el Presidente, aunque también pensaba en la vida eterna, porque sabía que estaba en un peligro muy grande. Y se logró el intercambio. Fue mucho tiempo de sufrimiento, de martirio, que solo Dios conoce. En cautiverio dibujaba el mapa de Colombia y pensaba en el dolor de todo el pueblo colombiano, con tanta violencia en tantos sitios. Yo también había hecho misiones en el Putumayo, viví esas experiencias duras de tanta violencia, como en Samaniego, Nariño, y oro por el pueblo colombiano y el mundo, para que algún día podamos encontrar la paz. La guerra no nos lleva a nada, sino a destruirnos unos a otros.

¿Perdonó a los secuestradores?

Sí, yo los perdoné. Y sigo orando por ellos. Oro para que el Señor los desarme y comprendan que todos podemos formar una fraternidad universal. Yo le pedía a la Virgen María para que los liberara de peligros y ellos lo reconocían: “Tus oraciones nos han salvado”. Porque estuvieron muy perseguidos en el desierto del Sahara. Siempre oré por ellos y seguiré orando para desarmar nuestra mirada, nuestro corazón, nuestras palabras. Que Dios los bendiga, pese a lo que me hicieron.