"Para mí este no es el relato de una retención ilegal, es el relato de mi descenso al infierno".

Esa fue una de las frases más contundentes con las que la excandidata presidencial Íngrid Betancourt intentó resumir ante la JEP los horrores que vivió mientras estuvo privada de la libertad por parte de las Farc. 

En la plenaria de esa jurisdicción especial contó detalles sobre cómo fueron sus seis años (desde febrero del 2002 hasta 2008) al amparo de la selva y de las mentes criminales de sus secuestradores. 

"Estuvimos encerrados en una selva sin Dios ni ley, sin justicia, sin nadie a quién hacerle un reclamo", dijo Betancourt, quien desde París rindió testimonio sobre el cautiverio. 

Por más de dos horas relató uno a uno los vejámenes que sufrió a manos de miembros de las Farc. "Algunas veces no teníamos mucho que comer. En esos 6 años, 4 meses y 9 días de cautiverio la comida siempre era arroz. Cuando teníamos suerte nos daban lenteja y pasta. Nos conformábamos con eso".

Sobre las múltiples enfermedades que la aquejaron en la selva detalló: 

"Yo me enfermé en la selva, una enfermedad en la cual yo creo que el cuerpo simplemente no pudo más, todo lo que comía lo vomitaba, la piel se me llenó de brotes con pus". 

Lea también: El doloroso relato que revivió el drama de los diputados del Valle en la JEP

Dijo, además, que de manera intencional los guerrilleros la hacían dormir encima de garrapatas y que en múltiples ocasiones fue atacada por gigantescas hormigas conocidas como 'congas', las cuales dejan severas marcas en la piel y monumentales hinchazones. 

"No le daban a los secuestrados los medicamentos que ellos tenían para curar las enfermedades", agregó. 

Y continuó: "Fue una dura escuela para aprender a hacer el quite ante tanta crueldad y perversión".

Cuenta que intentó luchar por su libertad y que por años tuvo una batalla contra el sueño. No quería dormir, porque se imaginaba la agonía de su padre, que murió mientras ella estaba en cautiverio, y las pesadillas del secuestro le alteraban su sistema nervioso. 

"Vivía esa tortura de volver a descubrir otra vez que mi padre había muerto, todos los días caminaba como un animal enjaulado, no quería pensar”, recalcó. 

"Intenté fugarme muchas veces. Cada vez que me capturaban los castigos eran terribles. Esto generó un cambio profundo en mi relación con las personas", complementó.

Recordó, también, la tortura de cargar pesadas cadenas sobre su cuerpo: "Todavía tengo las marcas en mi cuello".

"Hubo hechos concretos, criminales y crueles como las cadenas. Nos mantuvieron encadenados a un árbol durante muchos años". 

Por sus intentos de fugas, cuenta Íngrid, se ganó el odio de algunos comandantes de las Farc, quienes la aislaron y le daban un trato bastante cruel. 

"El comandante había decidido que yo no debía tener ningún contacto con mis compañeros. Me mantuvieron aislada y ya no tenía fuerza ni siquiera para levantarme". 

De igual manera, se refirió al reclutamiento infantil en la guerrilla. Manifestó que a lo largo de su cautiverio vio a niños de hasta nueve años portando grandes fusiles. 

"Cada vez que llegaba un nuevo grupo de guardias de la guerrilla, llegaban con curiosidad a hablarnos, pero rápidamente la desigualdad de la relación, la superioridad que les daba el fusil, los convertía en seres sádicos y perversos".

Por último, y al ser consultada por la responsabilidad de los altos mandos de las Farc en su secuestro explicó: "El secretariado sabía el riesgo al que estábamos enfrentados. Sabían que nosotros estábamos sujetos a maltratos físicos y psicológicos". 

"Hay hechos por los que nunca me podré reconciliar con las Farc"

Lágrimas de un dolor indeleble 

A lo largo de sus dos horas de intervención ante la JEP, Íngrid Betancourt tuvo que para varias veces su relato, porque el llanto no la dejaba mencionar ninguna palabra. 

Incluso, la crudeza de su testimonio provocó que varios de los magistrados de la JEP también se quebraran en llanto. 

"Algunos comandantes premiaban a los guerrilleros que por las noches se acercaban a las secuestradas con intención de tocarlas. Ellos premiaban eso", puntualizó Íngrid en medio de las lágrimas. 

En ese momento, la magistrada Catalina Díaz le preguntó detalles de esa denuncia, pero su contrapregunta estuvo marcada también por las lágrimas. 

"Muchas gracias por compartir con nosotros su relato, debo reconocer que este testimonio me ha tocado el corazón a mí a mis compañeros", dijo la magistrada.