Afredo Garzón dice que el propósito de la escritura de la novela gráfica que realizó junto a Verónica Ochoa sobre el humorista Jaime Garzón no es transmitir un mensaje o una enseñanza, tiene que ver más “con abordar las complejidades que entraña un asesinato de Estado, como el de mi hermano Jaime, en el aspecto personal y familiar, pero también sociológico e histórico”.
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¿Desde cuándo surgió la idea de crear el libro gráfico sobre Garzón?
No llevo una cuenta exacta, pero la idea me ha acompañado desde hace muchos años. Es lógico que yo busque encauzar mis reflexiones y mi relato a través del dibujo, que ha sido mi medio expresivo y de indagación por tantos años.
¿Lo titulará ‘Heyoka’, como el payaso sagrado? ¿Por qué?
La búsqueda de un título acompaña todo el proceso creativo. Es de alguna manera misterioso porque puede terminar siendo el título que uno imaginó al inicio del proceso, o puede aparecer el último día, justo antes de ponerlo en las manos del lector. El concepto del Heyoka me ha ayudado a entender el rol que Jaime desempeñaba en esta sociedad desencajada y atroz, esta figura buscaba mirar la realidad a contrapelo, al derecho y al revés, contemplar todos los puntos de vista posibles.
¿Esta novela tiene ficción y realidad?
Todo relato personal tiene notas de ficción. Los vacíos de la memoria devienen ficción, nuestro cerebro completa los espacios en blanco, imagina el pasado así como imagina el futuro.
¿El Jaime que se asoma en estas páginas qué les quiere decir a los colombianos sobre su asesinato?
No pretendo hablar por Jaime, esta novela bebe de la fuente de la que brotaba su pensamiento. Yo escucho a mi hermano para tratar de entender lo que a él mismo le pasó. Suscribo a esta idea de Walter Benjamin: “Solo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza, aquel historiador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer”. El entramado ideológico responsable del asesinato de Jaime sigue en el poder, la palabra de Jaime es una de esas chispas encendidas que permite ver en medio de la oscuridad en la que estamos sumidos.
Este libro narra las razones de su asesinato, ¿qué hizo Jaime que ofendió tanto a sus victimarios?
Narra el recorrido de 22 años de investigación y búsqueda de justicia. Revela las razones de su asesinato, que siguen vigentes en cientos de crímenes contra líderes sociales y señala a sus victimarios y su prevalencia en la vida política y social de la Colombia de hoy.
¿Qué siente al ver a los jóvenes tomar la bandera del pensamiento de él?
Jaime no creía en las banderas porque las “banderas” suplantan el pensamiento crítico e individual. Para las nuevas generaciones veo a Jaime más como un faro, esto es, allá usted con su navío, con su ruta y sus herramientas de navegación, cada quien es el capitán de su nave. El faro está para recordar que hay un destino común y evitar el extravío.
¿En qué consiste el trabajo a cuatro manos con Verónica?
Mediante entrevistas, lecturas, un trabajo de archivo e investigación riguroso determinamos una hoja de ruta: los temas, los episodios biográficos, las reflexiones, etc. Según eso Verónica escribe un guion, lo leemos y discutimos y de ahí sale una primera reescritura. Este pasa a un equipo de “composición” —del cual ambos hacemos parte— y vamos potenciando los elementos: secuencias, encuadres, puntos de vista, diseño. Dicha “composición” pasa a ser boceto, luego dibujo finalizado, luego coloreado y luego se vuelve página.
¿Debería haber en colegios y universidades la cátedra del pensamiento de Garzón? ¿Qué admiraba de él?
No sé si debería, pero considero que puede ser una buena idea. Le admiraba muchas cosas, pero sin duda su capacidad de propiciar el diálogo, de darle cauce a las palabras para que lograran encontrarse, por irreconciliables que fueran.
¿Qué es lo más difícil de dibujarlo?
Tenerlo que dibujar acribillado, en la morgue, ver las fotos de referencia, dar cuenta de esa esfera física de la muerte fue lo más difícil de dibujarlo. Constatar que los discursos de odio, la propaganda negra, la estigmatización, se convierten en un hecho físico, en una eliminación de la humanidad de otro.
¿Qué temas de Cartones de Garzón, su sección de caricaturas en El Espectador, han sido los más polémicos? ¿Lo han censurado?
No he sido censurado. Mi dibujo no pretende la polémica, es un dibujo al que le interesa moverse por debajo del radar. Mi interés apunta a un nivel de comprensión de la naturaleza humana más allá de las reactividades o las coyunturas.
¿Qué personaje de su hermano le gustaba más? ¿Por qué ? ¿Cuál no?
El compañero John Lenin. Tal vez porque me siento cercano al referente, me recuerda nuestra adolescencia y juventud juntos.
¿Qué diría su hermano hoy en día viendo la bipolaridad en este país?
Se burlaría de los mesianismos que se han instalado en la escena política. Encontraría ridícula la imposibilidad de diálogo, para él la política consistía en determinar lo posible entre antagonistas, en dirimir el conflicto. Eso de eliminar al otro discursivamente, de negar la posibilidad del disenso, no tenía nada que ver con lo que para él significaba la política.
¿Después de 22 años sin él, cree que valió la pena la lucha que libró su hermano?
Su vida fue su lucha, no eran cosas separadas, él luchaba con su vida, entonces ¿valió la pena su vida? Cada segundo valió la pena.
¿Siente que él murió desesperanzado de este país?
De ser así hubiera abandonado el país. Un día antes del asesinato dijo en una entrevista: “Yo siento que si uno vive en este país, uno tiene la responsabilidad de transformarlo. Eso le da a uno fuerza para seguir trabajando y viviendo en este país”.