Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
La imagen del ama de casa es, quizá, el mito más fuerte construido por la sociedad para justificar la desigualdad de las mujeres en lo que se refiere al trabajo doméstico y de cuidados, que se concentran en los hogares.
Siglos de cultura patriarcal lograron imponer a las mujeres la obligación de encargarse del hogar, esto es, limpieza, alimentación, crianza de hijos, cuidado de adultos mayores y enfermos, administración del presupuesto familiar, como si estas tareas fueran su deber natural.
Pero, el imaginario alrededor del ama de casa es aún más profundo, porque, de acuerdo con la moral religiosa y la cultura occidental, las mujeres dedican todo su tiempo a estas tareas, como un compromiso de amor y, por lo tanto, no puede considerarse un trabajo (que merezca un sueldo), sino un atributo del propio género femenino.
En últimas, según este sistema de pensamiento, la mujer nace para ser madre y encargarse del hogar, es su destino ‘natural’. De esta forma, bajo el amable título de “ama de casa”, se oculta un generador histórico de desigualdad de género que, además, invisibiliza el gran aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al sustento y progreso colectivo.
En este sentido, para Erika Rodríguez Gómez, abogada feminista y defensora de derechos humanos, “lo primero para aclarar, es que el trabajo doméstico que realizan las mujeres es trabajo, pero históricamente no ha recibido el reconocimiento económico ni social que debería tener, porque culturalmente no se considera como un trabajo, sino una labor propia de las mujeres y, al no ser reconocido como tal, tampoco se reconoce en los indicadores económicos del país”.
“Aún existe una amplia brecha en materia del reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidado que realizamos las mujeres, por eso en la actualidad existe todo un debate sobre la organización social del cuidado y sobre qué debe pasar con estas labores para que dejen de recaer únicamente en las mujeres”, puntualiza la consultora en materia de género y derechos de la mujer.
Solo en los últimos años se ha empezado a reconocer el impacto en la economía, del trabajo que millones de mujeres hacen a diario en sus hogares. De acuerdo con estimaciones de la más reciente Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), realizada por el Dane, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR), que no es reconocido en las cifras globales de la economía nacional, aportaría un 20% del Producto Interno Bruto (PIB), algo así, como entre 200 y 230 billones de pesos.
En la misma encuesta, publicada en 2022, se evidencia la amplia brecha de desigualdad entre mujeres y hombres, en cuanto al tiempo que dedican a TDCNR, un aspecto que analizan a fondo en el informe ‘Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia’, publicado el mismo año por la ONU Mujeres, el Dane y la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer.
En este documento, afirman que debido al “papel y las responsabilidades que socialmente se imponen a las mujeres en relación con el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado”, la falta de “políticas públicas estén orientadas a asumir las responsabilidades con relación al cuidado”, generan unas circunstancias en que “a lo largo de la vida –y de manera acumulativa– las niñas y las mujeres ven limitadas sus opciones de elección, realización personal y protección social, siendo todas ellas más restringidas que para los hombres”.
Las cifras que evidencian esta desigualdad, son las siguientes: en el periodo 2020-2021, las mujeres destinaron al día 7 horas y 46 minutos al trabajo no remunerado, en tanto que los hombres solo destinaron 3 horas y 6 minutos. Por otro lado, la carga de trabajo diaria de las mujeres, sumando labores del hogar y trabajo remunerado, fue casi tres horas mayor que la de los hombres (13 horas y 31 minutos), frente a 10 horas y 41 minutos.
Como analiza Lina Buchely, abogada y politóloga, directora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres OEM, de la Universidad Icesi y la Fundación WWB Colombia, “esa sobrecarga, o ese trabajo de cuidado que tenemos las mujeres, es una de nuestras principales fuentes de pobreza y un problema para la autonomía económica de las mujeres. Esas 5 o más horas de trabajo no pago impactan en que nosotras, primero, tenemos menos acceso al mercado laboral formal, porque tenemos menos horas hábiles que venderle al mercado laboral estable, y por eso muchas mujeres escogen, por ejemplo, la informalidad, dado que así pueden conciliar de manera más sencilla su trabajo en la casa con el trabajo pago, que les genera alguna fuente ingreso estamos”.
Buchely hace énfasis en que, “según datos del 2023, 7 de cada 10 personas que se dedican a emprendimientos informales, son mujeres. Esto quiere decir que la informalidad está feminizada”.
La brecha de desigualdad tiene efectos que van más allá de lo estrictamente económico, “mientras las mujeres llevamos esta sobrecarga de labores, los varones están generando actividades que se remuneran directamente o que les contribuyen a su bienestar, bien sea ocio o autocuidado”.
Según encuestas del Observatorio para la Equidad de las Mujeres, realizados con mujeres de Cali, “lo que más añoran es dormir, hacer deporte y muchas veces inclusive hasta tomar un baño relajante, porque el colapso del cuidado y el trabajo doméstico hace que tengamos muy poco tiempo para nosotras mismas, esas cinco horas de más que hacemos las mujeres, se las quitamos al sueño, al descanso, a espacios de esparcimiento social, y eso hace que nosotras tengamos cuadros de ansiedad mucho más recurrentes que los varones, que nos enfermemos de manera más frecuente y que tengamos unos problemas psicosociales con unos picos mucho más agudos que los hombres, es decir, el precio social que pagamos por el trabajo de cuidado es tener a unas mujeres sistemáticamente más vulnerables”, señala Buchely.
Trabajo doméstico y de cuidado en Cali
Jeanny Posso, economista y doctora antropología social, profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle, considera que la situación del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, realizado por las mujeres en el mundo, “puede ilustrarse como un iceberg, es decir, que solo se ve la superficie, pero resulta que debajo hay un volumen enorme de trabajo que las mujeres aportan, de modo que si decidieran un día dejar de hacerlo, pues pararían a toda la sociedad”.
La profesora Posso participó en la Encuesta sobre oferta y demanda de cuidados en los hogares de Cali, encargada por la Alcaldía Distrital a la Universidad del Valle, que fue realizada en 2022 con el objetivo de determinar la carga de labores domésticas y de cuidado, así como el uso del tiempo de las mujeres en la ciudad.
Uno de los datos reveladores de esta encuesta, es que “en un día promedio entre semana, la carga total de tiempo dedicado al trabajo de cuidado del hogar para las mujeres es de 7 horas con 50 minutos, y la de los hombres es de 4 horas con 3 minutos”. Existe una brecha de desigualdad por 3 horas con 47 minutos, por lo tanto, la carga global del cuidado recae en las mujeres. Cabe resaltar que la encuesta caleña reafirma los resultados de la ENUT, realizada por el Dane.
“Esto significa que las mujeres en Cali tienen menos tiempo para dedicarse a otras actividades, entre ellas, el ocio, además, en los casos cuando la mujer tiene un trabajo por fuera del hogar, tampoco se reduce demasiado el tiempo que dedica a trabajos domésticos, por lo que termina sobrecargada y con menos tiempo para el autocuidado”, explica Posso.
El estudio se realizó para desarrollar programas locales que mejoren las condiciones de las mujeres en Cali, pero hasta el momento no hay sistemas de cuidado implementados. Se espera que la ciudad inaugure su primera Manzana del Cuidado en marzo de 2024.
Un referente en mitigación de la brecha de género en TDCNR, son las Manzanas del Cuidado creadas en Bogotá, es un sistema de 19 centros donde las mujeres pueden acceder a apoyo en labores, recreación y formación.