No va a ser fácil para las directivas de los equipos del fútbol profesional en Colombia revertir las prebendas millonarias que por años les han dado a quienes comandan las ‘barras bravas’ en las tribunas populares.
Así lo dejaron muy claro los líderes de ‘Los del Sur’, la barra de Atlético Nacional que protagonizó un violento enfrentamiento con la Fuerza Pública y causó millonarios destrozos al estadio Atanasio Girardot de Medellín luego de que los directivos verdolagas no renovaran, previo al encuentro con América, un ‘contrato’ con la barra.
Tras el hecho, en el que hubo cerca de 90 heridos, se conoció que Nacional otorgó en el 2022 beneficios económicos por $1.200 millones a los líderes de ‘Los del Sur’, les regalaba boletas, le pagaba a un grupo de aficionados para supuestamente mantener el control de la misma barra y contrataba viajes para llevarlos con el equipo a otros estadios.
Una situación que no es diferente en la gran mayoría de clubes del rentando colombiano, que han sostenido una suerte de ‘relación incestuosa’ con estas barras, las cuales han utilizado en momentos para presionar técnicos, aburrir jugadores, intimidar rivales u obligar a acabar un partido si esa decisión arbitral le otorga alguna ventaja deportiva al equipo.
Por eso es tan difícil, más allá de lo denunciado por el presidente de Atlético Nacional, Mauricio Navarro, que el directivo de algún otro equipo quiera referirse con nombre propio a esta situación que ocurre en el país, hace varios años, con las barras bravas.
“Lo que le ocurrió al Atlético Nacional es que fue víctima de un chantaje por parte de los líderes de una barra que utilizó la violencia como mecanismo de presión para obligar a que el equipo le siga dando dinero; eso en el Código Penal se llama extorsión; la Fiscalía debe investigar y prohibirles el ingreso al estadio a los líderes de esa barra”, asegura bajo reserva de su identidad el directivo de uno de los equipos de fútbol del Eje Cafetero.
El fenómeno de las barras en Colombia es un modelo de organización que se trajo al país a finales de los años 90 y que es copiado de los estadios argentinos o europeos, con todo y su problemática de violencia y de actividades ilegales.
Édgar Javier Navia, exdirectivo del América de Cali, recuerda que cuando estuvo en el conjunto rojo, entre los años 2000 y 2003, lo que se entregaban a las barras tradicionales eran 20 o 30 pases de cortesía porque ingresaban con su música y cánticos a alegrar desde la tribuna del tercer piso del estadio; los otros seguidores pagaba cada uno su boleta.
“Pero cuando volví al equipo en el 2011, y lo sé porque lo viví, llegaban los de Barón Rojo a la oficina y había que entregarles hasta dos mil boletas en cada partido. Eso era como el 20% de la Tribuna Sur del estadio y luego tenía que ver como llegaban los muchachos a entregarles a los líderes el dinero de la reventa en la calle de esas boletas. Yo, obviamente, me opuse a eso, pero donde manda capitán no manda marinero”, cuenta Navia.
Un exdirectivo del Deportivo Cali recuerda como esas barras se convirtieron en el peor reflejo de nuestra sociedad y terminaron alejando a las familias de los estadios “porque al rededor de ellas se levantaron todo tipo de actividades ilícitas que se cometían en las tribunas donde tenían ellos el control absoluto”. “Las barras son el resultado de una sociedad enferma; de una sociedad que quiere recibir todo gratis, sin esfuerzo; el pecado de los clubes es que aceptaron eso durante mucho tiempo y les dieron dinero y no va a ser fácil cambiar esa realidad”, asegura.
“El Deportivo Cali les entregaba a los hinchas 200 boletas por partido y les daba la oportunidad de comprar hasta 500 boletas más con un 20% de descuento. Igualmente, les ayudaba para adquirir el humo y la pólvora para recibir el equipo cuando saltaba a la cancha, pero también hubo directivos o socios que de su bolsillo les daban dinero en efectivo”, asegura otro exfuncionario del equipo azucarero.
El Cali también sintió la presión de las barras cuando hace unos años se jugaban los partidos de noche en el estadio Pascual Guerrero.
Para entonces los hinchas manejaban la venta de comida y bebida en Palmaseca y a la salida de un juego destruyeron más de 30 vehículos para exigir que todos los partidos se hicieran en su cancha, alegando pérdidas por ventas no realizadas.
El negocio de la pasión
En un principio, recuerdan las fuentes consultadas, lo que hacían las barras era pedir boletas para ingresar al estadio y en ocasiones solicitaban dinero para diseñar material alusivo al equipo o para hacer alguna bandera de gran tamaño, y las directivas apoyaban de buena fe, pero luego se fueron transformando en pandillas y casi que en organizaciones criminales.
Ya el líder de la banda no era solo el guía de un grupo de hinchas tras un equipo y en una tribuna, sino quien ejercía el manejo y control del comercio de sustancias alucinógenas dentro del estadio y del ingreso y venta de licor durante los partidos.
Ser el jefe de algunas de las barras de los equipos era el anhelo de muchos jóvenes que llegaban a alentar en cada partido. Un exdirigente barrista le aseguró a El País que hace unos años la venta de drogas en las tribunas del estadio podía generar ganancias de dos y tres millones de pesos por partido. Muchos líderes nunca han trabajado y viven solo de la barra y del equipo que dicen apoyar.
Empezaron entonces las disputas internas por el control de las barras. Solo en el caso de Barón Rojo, la principal del América de Cali, hubo más de 25 muertos y decenas de jóvenes que terminaron en las cárceles condenados por diversos delitos.
El relevo en el liderazgo de las barras del fútbol no es producto de un proceso democrático. “El respeto y el prestigio -recuerda el exlíder barrial- se gana en las calles. Entre más irreverente y violento, es más probable que pueda ocupar un lugar de prestigio en la barra y obtener ingresos”.
“En medio de esa ola violenta tuvieron que salir los directivos de los equipos, los dueños del espectáculo, a tratar de frenar ese fenómeno que ellos mismos ayudaron a crear y eso se hizo con dinero. Pagar para que la barra se porte bien”, dice una fuente.
Édgar Javier Navia, exdirectivo del América de Cali.Los equipos deberían meter dinero pero en el barrismo social; porque hay barras que realizan un gran trabajo, en educar y controlar. Porque de lo contrario, el fútbol se nos va a acabar. Uno, por el nivel tan bajo, y dos, porque ante estos hechos de violencia la gente ya no quiere ir a los estadios
“Esto no es Europa”
En Argentina, recuerda Navia, la gran mayoría de las tribunas populares tiene malla. “Aquí pensamos que esto era Europa y porque la Fifa ordenó no tener mallas se quitaron. Eso es carreta y creo que hay que empezar por ahí; hay que cerrar otra vez los estadios porque no tenemos la cultura para manejar ese tema”.
En los hechos más recientes, fueron los hinchas del Deportivo Cali los que ingresaron al terreno de juego en Tuluá para exigir mejores resultados por parte del equipo, y hace menos de una semana la barra del Once Caldas ingresó a la cancha para agredir a varios de los jugadores ante la racha de derrotas que suma el cuadro blanco de Manizales.
“Estas acciones son terribles y Atlético Nacional dio el paso para empezar a hacerle frente a esta situación. Es cierto que hay responsabilidad de los dirigentes de los clubes, pero el compromiso debe ser integral. Debe tomar parte la Policía con el sistema de cámaras de reconocimiento facial, como se lo oí decir a Tulio Gómez, pero también tiene papel la Fiscalía y las administraciones. No pretender, como busca el Alcalde de Medellín, que los equipos tengan la obligación de sentarse a negociar prebendas con las barras”, dice el directivo del Eje Cafetero.
“Lo otro es que los equipos y las autoridades tienen que empezar a mirar quiénes entran a las barras populares. Aquí hubo una época en que se hacía prueba de alcoholemia cuando íbamos a entrar al estadio. Ahora, para comprar boletas necesitas la cédula y sencillo, simplemente sacamos una lista de la gente con antecedentes de violencia o de hurto y no pueden entrar al estadio; y así empezamos a ponernos serios”, propone Navia.
Todo un historial de violencia y muerte
En los últimos 14 años han muerto en Colombia 169 hinchas de los equipos profesionales del fútbol y de los conjuntos que disputan el torneo de la B, por el solo hecho de portar una camiseta.
Son en promedio 12,7 jóvenes que mueren cada año en las vías o afuera de los estadios en los enfrentamientos entre las barras; esas disputas que les permite a los ‘hinchas’ ganar reconocimiento y posiciones de prestigio dentro de los clanes.
América de Cali, Atlético Nacional, Deportivo Cali y el cuadro de los Millonarios son, en su orden, los equipos que más hinchas muertos le aportan a la estadísticas de violencia.
Así lo estableció una investigación realizada por El País, basada en los registros de la Fiscalía General de la Nación, los reportes de la Policía Nacional, las estadísticas que mantienen las mismas barras y los informes de medios de comunicación.
Una cifra aterradora y que poco interés despierta, si se tiene en cuenta que en Argentina, país de donde se tomó buena parte del modelo del barrismo que hay en Colombia, las disputas entre hinchas dejan en promedio entre cuatro y cinco muertos por año, según medio locales.
Varios de los operativos que ha realizado la Policía en las vías del país a los buses en los que se transportan los integrantes de las barras para acompañar a sus equipos, muestran resultados en los que más parece que se dispusieran a dirigirse a un campo de batalla que a un estadio.
Hace unos años a hinchas del Medellín les encontraron en el bus una granada y varias armas de fuego, y el año pasado en una requisa a un bus con seguidores del Deportivo Cali le encontraron más de 20 armas blancas y sustancias alucinógenas como cocaína, basuco y que pretendían ingresar al estadio de Palmaseca entre las banderas, las cajas, bolsos y sillas de los autobuses.
Las barras también requisan
Del fenómeno desbordado de las barras del fútbol dan cuenta los hechos recientes, previos al último clásico entre Cali y América que se disputó en el estadio de Palmaseca.
Los hinchas del Deportivo Cali, como también lo han hecho los del América en el Pascual Guerrero, requisaron a quienes estaban en las tribunas intentando encontrar algún seguidor del equipo rojo que se hubiera colado en el estadio para ver el juego y obligaron a salir a personas que consideraban que no eran seguidores del Cali.
Incluso, en imágenes que se hicieron virales en redes sociales se observa la manera en la que fue agredida una persona que fue al estadio portando una camiseta negra y le robaron su teléfono celular.
Pero no son solo situaciones del deporte, la disputa entre las directivas del Atlético Nacional y los líderes de la barra ‘Los del Sur’ dejó en evidencia que hay también una utilización de los barristas para asuntos políticos.
Muchos de los jóvenes que integran estas barras sirvieron también a intereses políticos durante el llamado estallido social del 2021, en el que en varias ciudades del país se generaron bloqueos, enfrentamientos y destrozos en la infraestructura.
En el caso de Medellín, integrantes de ‘Los del Sur’ que acompañaron la campaña política de Daniel Quintero fueron los mismos que generaron bloqueos en varios lugares de la capital antioqueña. Incluso, Andrés Felipe Ospina, segundo al mando en la barra y conocido como ´Pipe Bandido, tiene siete contratos con la Alcaldía, a través del Inder Medellín.
El propio alcalde de la capital antioqueña, Daniel Quintero salió a terciar en la puja entre el equipo verde de la montaña y la barra, y se puso de lado de ‘Los del Sur’, lo que generó el rechazo desde diversos sectores.
Muchos de los miembros de la Primera Línea capturados por el CTI de la Fiscalía por los desmanes en el 2021 en las ciudades de Medellín, Bogotá y Cali, eran integrantes de las barras de los equipos de estas ciudades.
El exsenador y expresidente de la Dimayor, Jorge Enrique Vélez, asegura que los disturbios que se han registrado en el fútbol en los últimos días son obra de la llamada ‘Primera Línea’.
“No es una casualidad. Creo que detrás de lo ocurrido en Medellín y Manizales, hay una estrategia de milicias urbanas y ‘primera’ línea”, escribió Vélez en su cuenta de Twitter.
El exdirectivo deportivo le dijo a Semana que “los barristas quieren el equipo, no son violentos, ni atacan, ni extorsionan, ni hace todas las cosas que hacen estas personas”.