El trabajo como empleada doméstica dejó de ser una opción viable para Diana*. Necesitaba los $300.000 que ganaba cada mes, pero sus tiempos empezaron a cruzarse hasta que hicieron imposible que continuara con esa labor. “Por la mañana debo despachar a mis dos hijas para el colegio. El niño estudia por la tarde. Me toca alistarlos, llevarlos, recogerlos, cuidarlos… Por eso tuve que renunciar”, cuenta.
Esta historia ocurre en San Andrés de Tumaco (Nariño), un municipio colombiano ubicado sobre la costa Pacífica, donde ocurren múltiples paradojas: una de ellas es tener al mar de vecino y ver la lluvia casi a diario, pero no contar con agua potable, ni acueducto, ni alcantarillado en más de la mitad de los hogares.
Un proyecto de investigación denominado Vida|Género|Trabajo: Invisibilidad y reproducción social reveló que el 54% de las mujeres de Tumaco no tienen un trabajo por el cual reciban un pago. Esto no quiere decir que no trabajen, sino más bien que se pasan la vida en labores como cuidar a sus familias, participar en sus comunidades o ayudar en sus iglesias. De hecho, la investigación indica que el 80% de las tumaqueñas consideran que las mujeres son mejores para el trabajo doméstico que los hombres.
En el caso de Diana, por ejemplo, ella no es la única que hacía aportes económicos al hogar: “Mi marido también trabaja, pero acá los maridos casi no están en la casa… Andan mototaxiando o jugando por ahí en la calle, mientras las mujeres somos mamá y papá al tiempo”, dice. Al robusto trabajo de cuidado se le suman condiciones que lo vuelven más complejo: el 34% de los hogares no tienen lavadora y el 23% permanecen sin nevera. “A las hijas mayores les toca irse encargando de lavar la ropa a mano, organizar la casa y cuidar a sus hermanos menores”, añade Diana, quien hace parte de la Organización Camino de Mujeres.
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Josefina Segura, lideresa del Proceso de Comunidades Negras de Tumaco, agrega elementos a la lista de los problemas que deben enfrentar las mujeres en Tumaco: “En los hogares, hay muchas que son maltratadas y ni siquiera se dan cuenta o prefieren quedarse ahí porque el marido es el que les da la plata para vivir. Cuando apoyamos a estas mujeres, los maridos creen que les estamos dañando el hogar. Por eso necesitamos que el Estado cree políticas públicas que realmente nos favorezcan”, dice.
Para el investigador Luis Eslava, director de la iniciativa Rupturas 21, en el marco de la cual se realizó el proyecto Vida|Género|Trabajo, “Las mujeres, de manera diaria, realizan un trabajo que es fundamental para el mantenimiento de sus familias y para que la vida sea posible en sus comunidades. Este trabajo usualmente no es remunerado, y esto tiene un impacto en la capacidad de ingresos y de ahorro. Nuestro proyecto tiene datos que hablan de manera muy clara de esta situación: el 32% de las mujeres de Tumaco trabaja ocho horas diarias o más de manera no remunerada en el cuidado de sus familias o comunidades. A pesar de que este trabajo es constante, el 54% de ellas se encuentran en lo que conocemos como pobreza multidimensional”.
Esta situación la confirma Josefina: “Acá en Tumaco, a las mujeres que se dedican al hogar les dicen que no trabajan, que mantienen ahí en la casa. No ven todo el trabajo que se necesita para criar a los hijos y hacer las demás cosas. Muchas tienen que mandar a sus hijos más grandecitos a trabajar, pero ahí llegan otros peligros, como que se los lleven las bandas criminales o los grupos guerrilleros”.
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Milena* no aguantó la situación de desempleo e inestabilidad de Tumaco y decidió viajar a Cali, donde vivían sus primas. Aunque había terminado sus estudios como maestra de preescolar, no le salían más ofertas en su tierra que ser empleada doméstica. “Yo quería trabajar en lo que había estudiado, pero no pude conseguir nada… Tal vez porque no me ayudó algún político, allá todo se mueve por política”, confiesa.
Su situación académica es atípica en Tumaco, donde el 38% de las mujeres tienen bajo nivel educativo, es decir, primaria o menos. Cuando ingresan al mercado laboral, los salarios son insuficientes: el 87% de aquellas que tienen un trabajo remunerado ganan menos de un salario mínimo mensual, aunque las jornadas sean largas y exigentes. Por eso, el desespero le dio a Milena el impulso para migrar.
Milena* no aguantó la situación de desempleo e inestabilidad de Tumaco y decidió viajar a Cali, donde vivían sus primas. Aunque había terminado sus estudios como maestra de preescolar, no le salían más ofertas en su tierra que ser empleada doméstica. “Yo quería trabajar en lo que había estudiado, pero no pude conseguir nada… Tal vez porque no me ayudó algún político, allá todo se mueve por política”, confiesa.
Según la docente e investigadora Lina Buchely, directora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres, “las mujeres de Tumaco tienen unas migraciones relacionadas, sobre todo, con servicios de trabajo de cuidado: migran como empleadas del servicio doméstico, niñeras o enfermeras, y dejan a sus hijos con las abuelas o con personas de la tercera edad. La migración del cuidado nos habla de relaciones asimétricas entre mujeres y de una vulnerabilidad en lugares como Tumaco”.
El estudio del OEM reveló que el 26% de las tumaqueñas han viajado a otras regiones o países a conseguir oportunidades laborales (el promedio mundial de migración por trabajo es del 4%). De ellas, el 54% tenía hijos menores de edad al momento de viajar, y un 46% los tuvo que dejar al cuidado de otra mujer en Tumaco.
Milena hace parte de estos porcentajes: “Dejé a mi hijo a sus 15 años en Tumaco. Hace poco me lo traje para Cali, pero el barrio donde vivimos tiene situaciones muy difíciles y preferí mandarlo para Bogotá, donde vive mi hermana. Al igual que yo, ella trabaja en una casa de familia, como empleada. Creo que mi hijo puede estar mejor allá con ella”, cuenta.
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Además de aquello que les pueda generar ingresos económicos, los trabajos de Diana, Josefina, Milena y de la mayoría de mujeres de Tumaco han hecho que las vidas de sus familias y de sus comunidades sean posibles. Tal vez sus aportes de dinero sean inconstantes, pero su esfuerzo es imparable. Diana está ahora emprendiendo con un negocio de comida; Josefina seguirá empoderándose y ayudando a las mujeres de su corporación, y Milena seguirá trabajando en Cali, hasta que la vida le haga la complicidad para estar de nuevo con su hijo en un lugar seguro.
*Nombres cambiados por protección a las fuentes.
Sobre el proyecto Vida|Género|Trabajo: Invisibilidad y reproducción social
Esta investigación se realizó gracias a una alianza interinstitucional del Observatorio para la Equidad de las Mujeres y la iniciativa Rupturas21: Hacia Nuevas Economías, Sociedades y Legalidades. La alianza incluyó al colectivo ArtoArte y la organización Cordeagropaz, que ha trabajado por más de 20 años en formas alternativas de desarrollo en el municipio de Tumaco. El proyecto fue patrocinado por las escuelas de leyes de las universidades de Kent, Warwick y Essex (Reino Unido), y apoyado por la Universidad del Rosario y Universidad Icesi (Colombia).