Mineria Palomeque Martínez, una de las heroínas de la masacre de Bojayá, en el departamento de Chocó, fue reportada como desaparecida este miércoles 6 de septiembre. La mujer de 73 años recordada por salvar vidas en la trágica noche del 2 de mayo del 2022 asistió a una cita médica en Medellín y fue vista por última vez en la Terminal de Transportes del norte de la capital antioqueña.
En un cartel difundido por la Alcaldía de Medellín aparece una foto de Mineria y un mensaje en el que piden ayuda para localizarla. La desaparición despertó mucha preocupación por la situación médica de Palomeque, pues está diagnosticada con esquizofrenia y bipolaridad.
“Buscamos a Mineria Palomeque Martínez. Si sabes algo de su paradero, comunícate al 3242909801”, se lee en el cartel que circula en redes sociales, donde muchos ciudadanos se han unido al llamado de las autoridades para localizar a la recordada socorrista.
“En 2002 Mineria Palomeque socorrió a los sobrevivientes de la masacre en Bojayá. Hoy ella necesita ser socorrida. Compartir por favor”, escribió un usuario en su cuenta de X (antes Twitter).
La historia de Mineria
El 1 de mayo de 2002 se escucharon disparos desde tempranas horas y cuando se supo que la guerrilla y los paramilitares estaban cerca del pueblo, todos los pobladores buscaron como único refugio la iglesia. Allí durmieron cerca de 400 personas, que se convirtieron en víctimas de una de las masacres más atroces en el marco del conflicto armado.
La explosión de una pipeta al interior de la iglesia de Bellavista, cabecera municipal de Bojayá el 2 de mayo de 2002, provocó la muerte de 80 personas y otro centenar de heridos, en medio de un combate entre la extinta guerrilla de las Farc y los paramilitares.
Mineria es recordada por la compasión que mostró en medio del horror de la noche de la masacre. “Después de encabezar el traslado de los heridos hacia Vigía del Fuerte, el sacerdote Antún Ramos regresó a Bojayá con bolsas de basura para sacar los muertos y encontró que Mineria había decidido no abandonar el pueblo para quedarse con ellos”, se lee en un artículo del portal de la Unidad para las Víctimas.
“Esa noche ella ayudó a varios heridos que se quedaron ahí, dándoles agua sal y haciéndoles torniquetes. Le tengo mucha gratitud, porque la noche del 2 de mayo de 2002 ella salvó vidas. Todo mi reconocimiento para alguien que, sin proponérselo, hizo una loable labor”, recordó el religioso.
El sacerdote la describió como uno de “esos personajes que hay en los pueblos, que todo mundo los conoce, que durante sus arrebatos tiran piedra. Iba con mucha frecuencia a la casa cural a pedir algo de comer, agua, a preguntarnos algo, pero siempre con espacios muy cortos de lucidez. Recuerdo que era una persona servicial y tengo presente cuando estaba de mal genio y llegaba a la parroquia y decía: ‘Como estoy de brava, hasta al cura le doy machete’”.
Aida, la hija de Mineria, cree que la masacre contribuyó a que su salud mental empeorara. “Es que la guerra a cualquiera lo enloquece, y más si se tienen antecedentes y comportamientos asociados a enfermedades mentales”.
Las secuelas que dejó este doloroso hecho en Mineria fueron profundas: “En ocasiones, cogía el trapero y comenzaba a trapear el piso diciendo que allí había sangre, quizá haciendo referencia a lo que hizo con el trapero la noche de la masacre. Llegamos al extremo de tener que comprarle un trapero solo para ella, porque le molestaba que se utilizara para otras labores”, relató su hija.