Para el exjefe del Gobierno español, Felipe González, existe un “desequilibrio” entre “la aportación que tendrían que hacer los representantes de las Farc” al proceso de paz y la del Gobierno, “que además tiene que hacer todo un debate típico de las sociedades democráticas y del pluralismo parlamentario, atravesado por una campaña electoral”.
En entrevista con El País, el ahora integrante de la Comisión de Notables que verificará la implementación de los acuerdos con las Farc comparó la paz de Colombia con la caída del Muro de Berlín.
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¿Cuál va a ser su papel en la comisión de seguimiento al acuerdo de paz que integra junto al expresidente Pepe Mujica?
Lo que me explicaron es que, con una visión externa, vamos a acompañar a la Comisión de Seguimiento y a verificar cómo se van cumpliendo los acuerdos para tener bastantes bases para poder informar de lo que vemos a la opinión pública.
¿Qué análisis hace de la implementación de los acuerdos hasta ahora?
Hay un desequilibrio en la aportación que tendrían que hacer los representantes de las Farc, que es relativamente más fácil de ejecutar, lo cual no quiere decir que no sea delicada, que la que tiene que hacer el Gobierno, que además tiene que hacer todo un debate típico de las sociedades democráticas, del pluralismo parlamentario, atravesados por una campaña electoral. Por tanto, hay un desequilibrio en cuanto a la capacidad real de la implementación de los acuerdos y creo hay que primar la voluntad sobre los obstáculos que se puedan ir produciendo para irlos corrigiendo y darse un poco más de tiempo a cada una de las partes, pero creo que la voluntad de avanzar es clara.
El expresidente Mujica daba a entender que las Farc estaban mejor preparadas para la paz que el Gobierno. ¿Comparte esa impresión?
No. No puedo evaluar de parte y parte, lo que evalúo es lo que acabo de decir, para la guerrilla, sustituir la dinámica de las balas por la dinámica de los votos es un tránsito, no fácil, pero infinitamente más sencillo que el tránsito de la propia sociedad, del Estado colombiano, que tiene que transitar a través de las instituciones, incluso como se ve ahora con el debate del ‘fast track’.
Usted tiene un prestigio internacional muy bien ganado, ¿se lo juega por la paz de Colombia?
La verdad es que no forma parte de mis preocupaciones. Sé que algunos estarán viéndolo bien, otros lo estarán viendo críticamente y lo único que he ganado a los 75 años de vida es autonomía personal significativa, o sea el derecho a acertar o equivocarme por mi propia cuenta.
¿A cuatro meses de la firma de la paz, cómo se explica que aún haya tanta oposición a ella en el país?
Es una batalla de opinión pública que los partidarios del proceso y los protagonistas del mismo no han podido, por una parte, y no han sabido, por otra parte, dar bien. Entre otras cosas porque cuando una negociación se lleva tanto tiempo y se produce bajo el principio básico de que mientras no esté todo acordado no hay nada acordado, se produce algo que es casi incompatible con la sociedad que vivimos, que es una enorme esfuerzo de discreción para no estropear el avance del acuerdo, pero esa discreción es exigible a las partes, no al resto de los portavoces y de la ciudadanía, que pueden decir lo que quieran, y como lo que están en el proceso de negociación no pueden ser tan directos ni tan explícitos, hay un desequilibrio que ha ido produciendo una gran desinformación dentro de la opinión pública más nacional que internacional.
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¿Qué le dice al colombiano desprevenido que todavía no cree en el proceso de paz?
Que haga un gran esfuerzo para informarse, porque razones para el temor existen y muchas, porque la experiencia de 52 años de conflicto no es una experiencia como para echar cohetes al aire ante cualquier novedad, pero los que tienen buena fe, que por favor se informen, que ayuden y que sean exigentes en el cumplimiento de los acuerdos y los que están en contra de mala fe, pues tienen derecho a estar en contra, pero no creo que merezca la pena discutir demasiado con ellos.
¿Cómo evitar la muerte de líderes sociales y la violencia en las zonas dejadas por los desmovilizados?
Fortaleciendo los medios del Estado para garantizar la seguridad y la libertad de los ciudadanos y ocupando los espacios vacíos antes de los que los ocupen organizaciones criminales de distinto signo. Es obvio que el combate contra la criminalidad del narcotráfico tiene la prioridad número uno, pero habrá exponentes complementarios que también habrá que combatir. No puedo olvidar lo que pasó con la Unión Patriótica, que fue realmente muy desgarrador. Hay que intentar evitarlo ocupando los espacios vacíos con elementos de seguridad que nos den garantías a todos de paz y de libertad.
Tras la inclusión de los militares en la justicia transicional por parte del Congreso hay temor de que la Corte Penal Internacional tome medidas contra el proceso de paz...
No soy capaz de ponerme en el papel de la Corte Penal Internacional, pero sí he advertido varias veces y lo seguiré haciendo que para la Corte el caso Colombia es la primera experiencia que puede ver de un conflicto vivo que se cierra mediante un acuerdo. Hasta ahora ha visto conflictos del pasado con responsabilidades A, B, o C, pero es la primera vez que tendría que evaluar las consecuencias de un acuerdo en un conflicto vivo, y creo que la Corte lo tendrá bien en cuenta.
¿Pero cómo analiza usted esa inclusión de los militares?
Estoy seguro de que todas las partes deberían tener un tratamiento razonablemente igual; lo contrario sería incomprendido por parte de la ciudadanía.
Usted tiene conocimiento de otros procesos de paz en el mundo, ¿qué particularidades ve en el colombiano?
La superación del conflicto en Colombia probablemente es el acontecimiento más importante de los últimos 30 o 40 años en la historia de este continente. Alguna vez lo comparé con la caída del Muro de Berlín para los europeos. Este es el conflicto más antiguo de América y probablemente del mundo, entonces va a haber un antes y un después si se acierta a superarlo. Entonces imáginese la importancia que tiene.
Yo estuve en la firma de los acuerdos paz de El Salvador, en todo el plan del Grupo de Contadora para la guerra centroamericana y etcétera, entonces aquí hay que aprovechar algunos de los instrumentos que se pondrán en marcha: por ejemplo, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación me parece de vital importancia, si se hace con la valentía, el coraje y la honestidad de contar lo que pasó, y se da el derecho a la verdad para intentar reconciliarse a partir de la verdad.
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Pero algunos sectores se van a oponer a que se conozca esa verdad…
Siempre ocurrirá y sí, nunca será el relato de todo lo que pasó, pero los elementos sustanciales de lo que pasó sí tenemos que conocerlos, porque es la manera de recuperar la identidad de uno mismo, de reconciliarse con el proceso.
Algunas víctimas dicen que no se sienten en el centro de la negociación como anunciaron las partes, ¿qué piensa?
Como siempre, hay una visión que es subjetiva, pero no he conocido ninguna negociación de ningún conflicto en el que haya visto a víctimas del conflicto sentadas en la mesa de la negociación, no he visto a víctimas y victimarios cara a cara reclamándose, entonces eso ha sido onmicomprensivo. ¿Estaban todos?, Nunca estarán todos, pero eso marca una diferencia sustancial con lo que he vivido hasta ahora y también puedo comprender que algunos no se hayan sentido oídos o representados.
¿Cómo analiza la mesa con el ELN?
Me encantaría que se entendiera por los interlocutores del ELN que de aquí a fin de año hay todavía un espacio de oportunidad; que cada vez que nos acercamos más al año que viene y a la confrontación electoral el espacio de oportunidad se achica. Hay que superar las contingencias electorales y cuando se vive dependiendo del voto, que es una manera distinta de vivir que depender de las botas, es muy importante evaluar eso”.
Venezuela y Brexit
¿Cómo ve la situación actual en Venezuela?
Yo le he dado mi apoyo a la iniciativa del Secretario General de la OEA. Creo que algunos lo ven como una actuación de mala fe, pero es de absoluta buena fe. Conozco al personaje, quiere que Venezuela sea un país que preserve las libertades democráticas y los derechos humanos. Él querría, como yo, que el diálogo fructificara en acuerdos, hay algunas condiciones que destaca, que son las mismas que ha destacado el Secretario General del Vaticano: no es posible que haya democracia con presos políticos, eso se puede y debe resolver inmediatamente; no es posible, hablo de las instituciones, que haya democracia sin reconocer el papel de la Asamblea y, aparte añadiría el drama humano de escasez de alimentos y medicamentos. Habría un procedimiento fácil para superar los obstáculos: eliminar el preso político, ponerlos en libertad, y que la Asamblea recupere su ámbito de realización de la soberanía de Venezuela y sea el lugar de encuentro y de diálogo.
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¿Qué se viene para Europa con el Brexit, cómo lo analiza?
Va a ser extraordinariamente complejo. Es la primera vez desde que se firmó el Tratado de Roma, y desde que entró Gran Bretaña, que se produce una salida. En los tratados europeos no había ni siquiera un artículo que previera un mecanismo de salida y finalmente en el último, el de Lisboa, se previó uno y ahora hay un país que lo está probando.
Me preocupa que el foco de la Unión Europea, que ha perdido parte del afecto de los ciudadanos y de relevancia para ellos, se ponga en esta negociación priorizando la defensa de los intereses de los ciudadanos europeos en Gran Bretaña y de los británicos en la Unión Europea.
Miremos la situación en la que quedan los ciudadanos, porque sería difícilmente aceptable para ellos que se negociaran la libertad de circulación de mercancía y de capitales y no se pusiera el foco en la libertad de circulación de ciudadanos, con derechos semejantes. Que pongan el foco en los afectados, en sus derechos y en sus libertades.
Hay un auge del populismo en el mundo, ¿a qué se debe?
Yo creo que es innegable que eso existe, pero la primera pregunta no es encontrar argumentos contra el populismo, que parece la tarea en la que estamos todos, sino en qué hemos fallado para que haya tanto margen para el populismo, para el nacionalismo, para la xenofobia, para el rechazo del otro. ¿En qué hemos fallado como demócratas para llevar a esta crisis de gobernanza de la democracia representativa?
Si no somos autocríticos, perderemos parte de nuestra legitimidad para denunciar el disparate que supone volver a las andadas de un mal Siglo XX desde el punto de vista de los nacionalismos.