Tumaco es un milagro. De eso dan fe las reseñas históricas que cuentan que el 31 de enero de 1906 un terremoto de magnitud 8.5 se convirtió en tsunami y formó una ola de 5 metros de altura que hubiese arrasado la población, de no ser porque el sacerdote Gerardo Larrondo, ante el angustiado clamor de sus feligreses, corrió a la playa y, literalmente, derribó esa pared de agua dibujando una cruz en el aire con la Hostia Sagrada.
“Milagro, milagro”, gritaron entonces los tumaqueños, dándole vida en ese momento a una imaginaria onda de asombrada gratitud que poco eco tuvo en Colombia, pero que sí fue reseñada en otras latitudes, tanto por la potencia del sismo, como por el significado del episodio para el mundo católico.
De hecho, casi un siglo después, un chico italiano que si acaso sumaba 12 años de edad fue el encargado de ‘desempolvar’ el que internacionalmente se conoce como el Milagro de la Ola.
Su nombre era Carlo Acutis y para entonces ya estaba tan enamorado de la Eucaristía, que a los 7 años les había pedido a sus padres que le permitieran hacer la Primera Comunión. Y como siendo un adolescente de su época ya manejaba a la perfección el internet, decidió que convertiría esa plataforma en su “autopista para llegar al Cielo”.
Fue así como se dedicó a investigar los milagros eucarísticos que los obispos habían reportado a lo largo de la historia desde todos los rincones del mundo y que finalmente hubieran sido avalados por la Iglesia Católica.
Su santo propósito era reunirlos en una especie de exposición virtual que él mismo crearía en un sitio web. Entonces empezó a investigar, a conseguir datos y fotografías y pedirle a su familia que viajaran a los sitios donde podía obtener información para su misión.
Como es lo usual, encontró que la mayoría de los casos referían momentos sublimes en los que la Sagrada Hostia había sangrado, pero hubo uno que particularmente llamó su atención, pese a que había sucedido dos océanos más allá de su casa en Milán, donde sus padres se habían establecido meses después de que Carlo naciera “por accidente” en Londres.
milagroseucaristicos.com se llama el sitio web que este chico con olor a santidad comenzó a construir entonces y hoy en día recoge un total de 136 milagros eucarísticos presentados por los países donde sucedieron.
En ese listado aparece Colombia y al darle click se lee: “El maremoto de 1906 ocurrió en las costas del Pacífico causó grandes daños en varias zonas. El padre Bernardino García de la Concepción, quien se encontraba en la ciudad de Panamá, en su testimonio acerca de lo acontecido, describe: “de pronto una ola enorme cubrió el puerto, entró en el mercado llevándose todo; las embarcaciones que estaban en tierra fueron lanzadas a gran distancia, causando innumerables desgracias”. La isla de Tumaco milagrosamente sobrevivió de la catástrofe, gracias a la fe de sus habitantes y a la bendición que impartió el padre Gerardo Larrondo con el Santísimo Sacramento”.
Este texto está acompañado de un detallado relato de lo que sucedió aquel 31 de enero y de cuatro pinturas y tres fotografías, incluida una de cómo era entonces Tumaco.
Era casi imposible que Carlo hubiera podido llegar a ese rincón del sur de Colombia, deseo que compartió con sus seres queridos, pero está documentado que escribió un correo electrónico que al parecer nunca llegó a su destino, y que llamó a la Diócesis del municipio, donde “alguien” le confirmó la información que solicitó.
Pero tendrían que pasar varios años para que Tumaco entero se diera cuenta de que la voz al otro lado de la bocina era la del mismo joven que en octubre del 2020 fue beatificado, tras probarse que por su intercesión se había obrado un milagro en un niño de Brasil.
Fue entonces cuando se supo que Carlo había fallecido de leucemia en el 2006 y que su inclinación por las cosas del Cielo habían incluido también la eucaristía diaria y la devoción por la Virgen María. “Usó el internet al servicio del Evangelio, para llegar a la mayor cantidad de personas posible”, dijo el Papa Francisco de quien ahora es llamado el influencer de Dios y será canonizado el próximo año.
Pero lo más hermoso de esta historia es que si bien el hoy beato italiano no llegó en vida a Tumaco, una parte de él ya no se irá nunca de la Perla del Pacífico: el pasado martes 3 de septiembre, en un sentida ceremonia religiosa, una reliquia del joven creyente fue entronizada en la Catedral local.
Otro milagro para este rincón de Colombia, dice el sacerdote Hevert Lizcano, quien desde que fue enviado allí por la Orden de Carmelitas Descalzos, a la que pertenece, ha liderado una cruzada para dar a conocer el acontecimiento sagrado de la Ola.
Amante y conocedor del séptimo arte, y con la santa complicidad de la Diócesis de Tumaco, dirigió un documental sobre el Milagro Eucarístico, que antes o después también convirtió en libro. No es solo un relato histórico, sino que consultaron a expertos de la Dirección General Marítima, Dimar, que explicaron la magnitud que alcanzó a tener el tsunami. Y se logró el testimonio de Ricardo Castañón, un científico boliviano reconocido internacionalmente por sus investigaciones al respecto de los milagros eucarísticos.
Pero no era suficiente. Había que hacer mucho más para dar a conocer aquello por lo que Tumaco era más mencionada afuera que dentro de Colombia. ¿Y qué mejor que honrar la Ola con una de las carrozas que desfilarían este enero de 2024 en el Carnaval de Blancos y Negros?
El escultor Edwin Fernando Ramos concibió entonces ‘Contra viento y marea’, la alegoría al Milagro que, al igual que sucediera con Carlo Acutis, llamó tanto la atención de quienes la vieron en Pasto, que se volvió noticia nacional y fue invitada al Carnaval de Barranquilla y a la Feria de las Flores.
El encargado de hacer realidad este último ‘milagro’ fue Luis Alberto Sánchez, delegado de la organización Amigos de Carlo Acutis para llevar las reliquias del beato por América Latina.
Tras sentidas cartas enviadas desde Tumaco a Milán con la petición, doña Antonia Salzano aprobó que una partecita del cuerpo de su hijo, quien un día soñara conocer ese rincón del mundo, repose para siempre en la Catedral, misma desde donde cada 31 de enero, generación tras generación, sale la procesión de rezos y alabaos con la que el pueblo entero le da gracias a Dios por haber permitido que, hace 118 años, la ola de agua se detuviera.