Las imágenes que circulan en las redes son impactantes. Ríos de personas de todas las edades, y de más de 50 países, entre la selva huyéndole al destino. Es como si en seis meses todos los habitantes de los municipios de Tuluá y Andalucía, en el centro del Valle, hicieran maletas y se marcharan.

Una situación dramática que se agudizó en las últimas semanas, y en la que miles de personas atraviesan el país desde distintos puntos fronterizos para llegar al tapón del Darién y cruzar hacia Panamá, para atravesar Centroamérica y llegar a Estados Unidos.

Estimativos del Gobierno colombiano señalan que en lo corrido del año entre 2.000 y 3.000 personas, en promedio, inician cada día la peligrosa aventura desde Necoclí (Antioquia) y Acandí (Chocó). Riesgos que no solo representa la hostilidad del terreno, sino la presencia de organizaciones armadas y de delincuencia común.

Los relatos de quienes logran llegar a Panamá, luego de una o dos semanas de travesía, hablan de personas agonizando entre el barro, mujeres abusadas sexualmente, gente atacada por animales y migrantes despojados de sus pertenencias por asaltantes.

Pero incluso antes de llegar al tapón del Darién, los migrantes, en su mayoría de América Latina, África y Asia, son víctimas de otros abusos como explotación laboral ilegal, trabajos forzados, prostitución en mujeres y menores de edad o instrumentalización por bandas dedicadas al microtráfico. Actividades a las que deben acceder por la falta de dinero para seguir alimentando el sueño americano.

Parte del trayecto entre Colombia y Panamá, a través del tapón del Darién, se realiza sobre lanchas en ríos que por temporadas crecen demasiado. Es incierta la cifra de personas que han fallecido ahogadas. FOTO: AFP / EL PAÍS | Foto: El País

En base a esa realidad, la Procuraduría General de la Nación consideró esta crisis migratoria como uno de los problemas más graves de violación de derechos humanos en Colombia y citó el pasado 5 de septiembre a la Comisión para la Gestión de la Gobernanza Migratoria en Antioquia y la crisis humanitaria en el Tapón del Darién, para buscar una salida a esta situación.

“Desde la Procuraduría instamos a todas las autoridades para que realicen acciones inmediatas. Estamos ante una crisis migratoria en el tapón del Darién. Lo venimos alertando desde enero con un informe en el que se requirió a 17 entidades con 48 recomendaciones y el nivel de cumplimiento es muy bajo; por el contrario, vemos aumentos en el flujo migratorio de hasta 2.000 y 3.000 personas diariamente y no hay, o si existe es muy baja, presencia institucional”, indicó Javier Augusto Sarmiento, procurador delegado para la Defensa de los Derechos Humanos.

Gráfico inmigrantes procedentes por Brasil | Foto: El País

A esas preocupaciones se suma que más del 20% de los migrantes que se internan en el tapón del Darién son menores de edad y que este fenómeno migratorio, que desde hace cinco años cobró fuerza, se ha convertido en un paisaje en las carreteras o terminales de transporte del país y un asunto sin interés para las autoridades.

El tapón del Darién, la inhóspita selva de 575.000 kilómetros que separa a Colombia de Panamá, se ha convertido en un termómetro para medir la dimensión de las crisis políticas, económicas y sociales por las que han atravesado varios países del mundo.

En el 2019 fue una oleada de 10.510 haitianos huyendo de la crisis social y de violencia tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. Entre 2020 y 2021 se sumaron 10.096 chilenos que escaparon en medio de la crisis política y de violencia en las calles de su país.

FILE - Migrants walk across the Darien Gap from Colombia to Panama in hopes of reaching the U.S., Tuesday, May 9, 2023. Hundreds of thousands of migrants have risked the dangerous trek through the jungle in recent years and the flow this year is on a record pace. (AP Photo/Ivan Valencia, File) | Foto: Copyright 2023 The Associated Press. All rights reserved

También en el 2021 fueron 17.603 cubanos los que cruzaron el tapón en busca de una mejor vida que la que les ofrecía en la Isla el régimen de los hermanos Castro y el éxodo masivo de venezolanos que escapaban de la crisis y la escasez que generó el régimen del presidente Nicolás Maduro fue una constante durante el 2022 y 2023.

Información estadística de las autoridades migratorias panameñas señala que entre enero y julio de este año, la población migrante por país que más llegó a su territorio son los venezolanos con 138.588 personas, seguidos de los ecuatorianos, con 36.894 ciudadanos y los haitianos, con 34.165.

Si bien en las estadísticas figuran más de 6.900 personas de nacionalidades chilena o brasileña, las autoridades migratorias aclararon que la cifra corresponde a hijos de migrantes, en su mayoría haitianos y venezolanos, que nacieron en esos países en medio de la correría de sus padres.

Se suman a ellos, más de 15.000 ciudadanos de países como Eritrea, Camerún, India, Congo, Nepal, Etiopía, Chad y Afganistán, de donde huyen, en su mayoría, por la presión de los islamistas o por el regreso de los talibanes. Otros miles de migrantes suramericanos como Paraguay, Ecuador, Colombia, Argentina y Perú, también enfrentaron la inclemencia de la selva y el drama detrás de esos flujos.

Terrores ocultos

La falta de empleo y la difícil condición económica llevaron a Karina, una tulueña de 33 años, a cruzar el Darién. “Yo trabajaba para la Rama Judicial en el área administrativa, pero hubo un recorte de personal en pandemia y me quedé sin trabajo. Soy madre soltera y tengo dos niños de 14 y 12 años. El 14 de febrero tuve una lesión en el brazo y viajaba el 15, así que decidí emprender el viaje así. Ya en ruta nos robaron todo el dinero en el camino”.

En lo que va de 2023, cerca de 98.000 migrantes han atravesado el Tapón del Darién, advierten las Defensorías del Pueblo de Panamá y Colombia | Foto: Defensoría del Pueblo

“Me puse muy mal, también porque sufro de hipertensión y tenía el brazo infectado, salía materia. Desde Bajo Chiquito, en Panamá, un médico dio la orden para que me llevaran al hospital y allá me atendieron. Luego me trajeron a la estación de migrantes, con tornillos en el brazo y tomando medicamentos. A los que venían atrás de nosotros en el camino no los volví a ver. Una chica, recuerdo, estaba toda golpeada y con moretones. La habían violado. Hubo mujeres que en el camino nos contaron que cuando las robaron les dijeron a los tipos: ‘violen, pero no nos quiten la plata ni la comida’. Lo decían pensando en sus hijos”, cuenta la mujer.

La selva del Darién fue difícil, relata Handy Umar, procedente de Bamenda (Camerún). “Saliendo de Necoclí hacia Acandí (Chocó), me fue bien. Sin embargo, el segundo día me caí cuando trepaba una montaña y me disloqué la rodilla, el dolor era terrible. Quienes iban conmigo me dejaron atrás”.

“Un grupo de migrantes venezolanos me ayudó y me acompañó hasta lograr cruzar el Darién. Tardamos dos semanas y cuando llegamos a Bajo Chiquito, ya en suelo panameño, me desmayé. En la selva tomé mucha medicación para el dolor y no sé qué reacción me hizo. Estuve en el hospital dos meses, pasé por covid, perdí todo mi dinero y ahora estoy esperando a que mi prometido me envíe algo de dinero para avanzar y llegar a California, en donde me espera”, dice.

Hemos encontrado muchos casos de acceso carnal violento y escuchado historias desgarradoras e insólitas, dijo a El País Fabiola Sallah, coordinadora de la Asociación de Venezolanos en la Cordillera Central. “Estando en San Luis, en el primer albergue que hay antes de entrar a la selva, pudimos visualizar una cantidad de cosas que no crees que puedan ser reales”.

Según el último informe sobre Tendencias Globales de Acnur, dos de cada cinco solicitantes de asilo en el mundo, en 2022, procedían de América Latina. Y según la ONU, las regiones de origen de los migrantes en Norteamérica son: América Latina y el Caribe (25,4 millones, el 43,2% de la población migrante), seguido de Asia (17,55 millones, 29,9%), Europa (6,87 millones, 11,7%) y África (3,27 millones, el 5,6%).

Miles de personas, especialmente de Haití y de Cuba, cruzan el país desde Nariño hasta el Tapón del Darién, en Chocó, buscando llegar a Estados Unidos. | Foto: 2021 Getty Images

La Defensoría del Pueblo y la Defensoría de los Habitantes, de Colombia y Costa Rica respectivamente, hicieron un llamado conjunto a sus Estados para que fortalezcan las medidas que garanticen un tránsito seguro, ordenado, regular, digno y basado en la protección de los derechos de la población migrante que va hacia el norte del continente.

“La situación es muy crítica y además de una permanente crisis humanitaria también es una crisis ambiental y de seguridad nacional para varios países de la región. Lo más preocupante es que los gobiernos no dan muestras reales de querer atender la grave situación, porque pareciera que no es prioritario en sus agendas”, dijo el defensor del Pueblo, Carlos Camargo.

Para expertos en política internacional, la primera medida que deben tomar los gobiernos, es contrarrestar la información que otros migrantes circulan a través de redes, mostrando su paso por el Darién y el supuesto cambio que ha dado su vida en EE.UU.

Vicente Torrijos, analista e internacionalista, considera que, “infortunadamente, la relación costo beneficio resulta en muchas ocasiones favorable y eso es lo que lleva a la gente a correr el riesgo. Es decir, finalmente se difunde la idea o el rumor de que a pesar de los riesgo, suele ser efectivo el paso”.

La otra falsa idea, dicen los expertos, es creer que luego de cruzar Panamá ya están en EE.UU., cuando la aventura apenas empieza y aún les falta más de 5.400 kilómetros por Centroamérica hasta la frontera de México y EE.UU., de donde a muchos han devuelto.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el costo de vida y las tasas de desempleo en los países de acogida de los migrantes hacen que busquen alternativas.

“En la mayoría de los países de la región, que hasta hace unos años fueron receptores de migrantes de países como Venezuela, Cuba y Haití, no ha ocurrido una integración efectiva, jurídica ni económica de los migrantes. Por eso en los últimos años incrementaron tanto el retorno a sus países de origen, como también una fuerte corriente hacia otros países, especialmente Estados Unidos”, señaló Marisol Quiceno, representante de incidencia de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) en América Latina.