Cuando apenas era solo un niño, Mauricio Gnecco sintió intriga por la aparición de una luz inusual en el cielo. Esta era inmensa y resplandeciente y no dejaba de perseguirla con su mirada. Esta fue apreciada desde la hacienda llamada Casateja, una vereda Tocarema, en los límites entre Anolaima y Cachipay en Cundinamarca. Aquel 4 de julio de 1969, a las 7:00 PM, la luz le cambió la vida de manera radical y en un parpadeo.
Noches anteriores, él había llegado con su tía Rosa y nueve niños más desde la ciudad de Bogotá. Todos los familiares llegaron con la intención de pasar una gran época de vacaciones en ese lugar, donde se producía mora y leche. Dicha finca era propiedad de Arcesio Bermúdez, primo de Rosa y quien junto a su hermana Lucrecia atendía con cordialidad a sus huéspedes y entre ellos se encontraba Mauricio de 13 años.
Los niños pasaban la tarde dentro de la casa haciendo juegos, pero los más adultos salían y quedaban fascinados con el atardecer. En esos terrenos no había fluido eléctrico y generalmente se divisaban sin problema las estrellas cuando era la noche. Este espectáculo fue magnífico y más aún cuando la misión Apolo 11, donde el hombre llegó a la luna estaba a punto de iniciar. Mauricio enfiló su mirada hacía el suroccidente de la haciendo donde estaba con sus primos Enrique, Marina y Andrés.
Fue en esos momentos cuando él se percata que apareció una luz en un valle cercano a la finca. Lo primero que pensó al ver la iluminación próxima a la vivienda era que se trataba de un avión, por lo que hicieron silencio para escuchar el ruido a su paso. “Después de un rato no sonó nada y volví a mirar que la lucecita estaba más grande y se le veía movimiento, lento, pero había movimiento. Seguíamos esperando el sonido pero no se escuchaba nada, el movimiento continuaba y ya la luz estaba era en el occidente”, explicó Mauricio.
Los niños siguieron atentos al movimiento del supuesto avión, pero ya tenían dudas de qué era eso que estaban viendo. Mauricio llevaba en sus manos una linterna para evitar tropiezos con alguna piedra, pero cuando se levantó para iluminar el sitio, coincidió con aquella luz que sobrevolaba la zona se dirigió a la dirección donde estaban sus tres primos y él. “Se vino de frente, tan de frente que quedamos súbitos”, recordó Mauricio. Los gritos de los primos se escucharon por todos los alrededores. “vengan, tía Rosa, papá y mamá Garza (como llamaban a Arcesio y a su hermana Lucrecia), vengan”.
El ruido generado por los niños llamó de inmediato la atención de los tres adultos y los otros seis niños. Todos salieron de la casa para percatarse de cuál era el escándalo por parte de los niños. Suspendido en el aire y a unos 12 metros de altura y frente a unos nogales al lado de la casa, las 13 personas dicen que vieron un objeto del tamaño de un carro y de forma esférica, cuyo exterior era particularmente lumínico, casi de un color ámbar que no proyectaba sombra.
Mauricio recuerda que Arcesio, intentando ver el objetivo con más claridad, corrió entre los cultivos de mora de la finca, seguido un poco más lejos por Mauricio, Enrique, Marina y Andrés, quienes corrieron con dirección a una ladera que era de los lugares más altos de la propiedad. La idea era llegar a un potrero, lugar donde se dirigía la esfera luminosa. En dicho recorrido, lo único que se escuchaba eran a las vacas mugir, a las gallinas cacarear y a los perros ladrar. Pepe, un mico que estaba amarrado con una cadena, brincaba inquieto de un lado a otro y todo con la intención de huir del lugar.
“Cuando nosotros llegamos a la parte del potrero detrás de la casa, unos 50 metros más allá, nos encontramos que abajo Arcesio y el objeto estaban uno frente al otro”, dice Mauricio. El aparato descendió y estaba prácticamente rozando el suelo, por lo que Arcesio, quien estaba a unos 11 metros de distancia, se acercó para quedar frente a frente. “Nos quedamos 4 minutos observando, el objeto empezó a elevarse verticalmente 30 metros sobre nuestras cabezas y tal como se ve en una película de ciencia ficción, con un chisguete de luz hizo ‘shup’ y desapareció. De la nave nunca descendió algo o alguien”, dice Mauricio.
Aquella noche nadie dio una explicación de lo que acababa de ocurrir. Todo había pasado en un lapso de 14 minutos, pero Arcesio y los niños a su alrededor se fueron a la casa, donde encontraron desconcierto de las otras personas. Todos los niños organizaron en la sala de la casa sus colchones, uno al lado del otro, pues el susto que sintieron fue gigante. Nadie pudo conciliar el sueño durante esa noche y tampoco habían ganas de hablar, pues solo querían que llegara la mañana para que saliera corriendo del lugar.
Mauricio recordó que en la mañana siguiente, cuando decidieron poner marcha a Bogotá, la tía rosita y los primos fueron a buscar a Arcesio para despedirse y agradecer la hospitalidad, pero Lucrecia, la hermana, afirmó que Arcesio no se había podido levantar, pues amaneció muy enfermo.
Después de los hechos, Mauricio cuenta que su mamá no entendía lo que les estaba pasando. No obstante, tres días más tarde, una llamada puso en alerta a toda la familia y es que Lucrecia llamó a decir que necesitaban que el carro volviera para trasladar a Arcesio, de apenas 53 años, a un hospital en Bogotá, pues su estado de salud era complicado. Desde que Arcesio se encuentra con este luminoso objeto, no había podido levantarse de su cama por el desvanecimiento y frío que decía tener.
Este hombre, quien era soltero, pasaba los días entre la finca y la ciudad de Bogotá, de donde era. Los vecinos de la vereda lo recuerdan como una persona amable, que siempre estaba con botas de caucho y su gran bigote era uno de los factores por los que la gente lo identificaba.
Arcesio falleció luego de que estuviera en su casa, donde llegaron médicos para examinarlo de urgencias. Lo sospechoso es que nadie le conoció alguna enfermedad y los médicos de aquella época no tenían una respuesta que explicaba la baja temperatura que tenía en el cuerpo.
Germán Puerta, experto en astronomía y estudioso del caso de Arcesio en Anolaima, explicó que esto es un hito en el análisis de los ovnis en el mundo y las pruebas de lo que sucedió son claras. No obstante, la sorpresiva muerte del hombre pudo ser coincidencia con algún insecto en la zona le hubiese provocado una infección o desconociera alguna enfermedad que estuviera padeciendo. César Esmeral, quien fue ministro de Salud, explicó en la época que Arcesio estuvo en un estado preagónico
Durante su examen “había una cosa que no era normal en su enfermedad: la temperatura”, se lee en el diagnóstico que entregó el galeno. Arcesio “tenía una temperatura demasiado baja” y agregó: “por lo demás diagnostiqué una gastroenteritis, sufría un vómito y una diarrea excesivos. También tenía afectado el corazón: pericarditis”. Mauricio se sometió a unas terapias hipnóticas con los galenos que atendieron el deceso de Arcesio, entre ellos el sofólogo Luis Martínez García.
“Este suceso es fuera de lo común, fue un objeto que vuela, pero no es avión, no suena y creo que accidentalmente mata. Ese objeto nunca tenía la intención de hacerle daño a Arcesio”, reflexiona Mauricio. Científicos pidieron permiso a la familia para realizar la exhumación del cadáver, el cuál descansaba en el Cementerio Central de Bogotá, pero dicha solicitud fue denegada por sus allegados, pues querían que él estuviera tranquilo y en paz.
Mauricio recuerda con claridad que luego de ser interrogado por agentes de la APRO, ellos dijeron en inglés: “Where is the body?” (¿Dónde está el cuerpo?). A los 6 años, cuando el cuerpo debía ser exhumado para trasladar los restos a un osario, los hermanos de Arcesio Bermúdez llegaron a cumplir ese objetivo, al abrir el ataúd la sorpresa fue todavía mayor a los acontecimientos que habían pasado antes, pues no se halló el cuerpo del difunto. Ahora quienes se preguntaban dónde estaba el cuerpo eran los propios familiares.
En el Cementerio Central no dieron razón del cadáver del hombre y tanto la explicación de su deceso, como la desaparición de sus restos son incógnitas para sus allegados, científicos y ufólogos. Para Mauricio, el deceso de Arcesio puede tener explicación en las ondas que irradió el objeto luminoso o a que inconscientemente, ante semejante acontecimiento, algo se hubiese despertado en él, pues lo que ocurrió desata cualquier tipo de situaciones insospechadas que remueven cada molécula del cuerpo.
Sobre el posible paradero de los restos se han abierto todo tipo de especulaciones, desde que la Nasa vino a buscar el cuerpo para estudiarlo o que extraterrestres se llevaron el cadáver, una explicación que para el mismo Mauricio parecería descabellada. Lo cierto es que nadie conoce a ciencia cierta lo que le ocurrió y entre los estudiosos del tema, tras 50 años, buscan que alguien demuestre alguna pista real de lo acontecido.
Lo que pudo averiguar la familia en ese entonces es que, al parecer, unos hombres le habrían dado dinero a un viejo sepulturero para que les permitiera llevarse el cadáver, pero se desconoce quiénes eran. Mauricio, quien no borra esos recuerdos que lo marcaron, puntualiza: “bienvenida toda clase de especulaciones”.
Luego de 50 años, Mauricio retornó a la finca Casateja donde hoy funciona un cultivo de plantas aromáticas. Parado frente a los nogales donde aparecieron aquellas luces dice que ese suceso inevitablemente cambió su vida, pues se ha dedicado a buscarle respuesta a la pregunta que en aquel momento se planteó: ¿qué era eso?
“Habrá personas que jamás van a creer, siempre van a decir que no es posible, que es imaginación, fantasía y eso está bien. Cada uno tiene derecho a sus espacios de escepticismo, pero quien quiera creer también puede encontrar en esta historia una herramienta para investigar, avanzar y conocer, para -por lo menos- tener la duda”, puntualizó.