Tomar una ducha antes de ir a dormir en la noche es una práctica que muchas personas llevan a cabo diariamente, pues aseguran que estas ayudan a conciliar el sueño y contribuyen a un mejor descanso.
A propósito, la experta en sueño y psicóloga clínica, la Dra. Janet Kennedy, indicó que “una ducha nocturna puede ser efectiva para las personas que sufren de insomnio”, dado que ayuda a reducir la temperatura del cuerpo ligeramente, lo que facilita el sueño.
Otro de los beneficios de esta práctica, según la doctora, es que puede ayudar a “relajar la tensión muscular y configurar una rutina de sueño efectiva”.
Tomar una ducha en la noche, además, elimina los contaminantes ambientales y químicos a los que la piel estuvo expuesta durante el día, dando una sensación de limpieza, frescura y relajación, y reduciendo la acumulación de bacterias en las sábanas, que pueden ser prejudiciales para la salud.
Cabe resaltar que no es necesario tomar duchas largas para obtener tales beneficios. Una ducha de 10 a 15 minutos es suficiente para ayudar a relajar el cuerpo y preparar el sistema para el descanso.
Así las cosas, algunos expertos coinciden en que bañarse una hora y media antes de dormir es el momento ideal, debido a que mejora la calidad del sueño. Sus argumentos se basan en que, tras tomar una ducha caliente, el cuerpo comienza a enfriarse, lo que imita el descenso natural de la temperatura corporal que ocurre antes de dormir.
Dicho proceso de enfriamiento envía una señal al cerebro de que es hora de prepararse para dormir, facilitando así una transición más rápida hacia el descanso.
Es importante mencionar que el momento en que se toman las duchas depende de las necesidades individuales de cada persona, pues sus efectos en la salud pueden ser variados. Incorporar esta práctica en la rutina nocturna no solo mejora la higiene, sino que también puede ser un poderoso aliado para conciliar un sueño más profundo y revitalizante.