En un mundo laboral donde la productividad es clave, el orden en el espacio de trabajo juega un papel fundamental. Un escritorio desordenado no solo distrae, sino que también puede afectar el rendimiento y la creatividad. Por ello, implementar un método sencillo para mantener el orden se convierte en una necesidad.
El primer paso en este proceso es la desintoxicación del espacio. Se recomienda dedicar un tiempo específico, al menos una vez al mes, para revisar cada objeto presente en el escritorio. Al hacerlo, es vital preguntarse si cada artículo es realmente necesario.
La regla de los “dos años” puede ser útil: si un objeto no ha sido utilizado en ese tiempo, es probable que no sea imprescindible. Esta estrategia no solo libera espacio, sino que también reduce la carga mental asociada al desorden.
Una vez realizada la depuración, el siguiente paso es la organización. La implementación de un sistema de almacenamiento eficiente es clave. Utilizar bandejas, organizadores de documentos y cajones etiquetados puede facilitar el acceso a los materiales necesarios.
La categorización es esencial; por ejemplo, agrupar documentos según proyectos o prioridades permite encontrar lo que se necesita sin perder tiempo. Además, el método “un objeto, un lugar” promueve que cada artículo tenga su propio sitio designado.
Esto no solo facilita la limpieza diaria, sino que también asegura que cada cosa vuelva a su lugar tras su uso. La incorporación de esta práctica puede ser un cambio radical en la forma de gestionar el espacio de trabajo.
Finalmente, establecer una rutina diaria de cinco minutos al final de cada jornada laboral para reorganizar el escritorio puede marcar la diferencia. Este hábito permite que el profesional comience cada día con un espacio limpio y ordenado, favoreciendo la concentración y el enfoque.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.