Las lagartijas, esos pequeños reptiles que se ven tanto en el campo como en las casas en la ciudad, no solo forman parte del paisaje cotidiano, sino que también son indicadores naturales de la biodiversidad y la calidad del aire.
Aunque a menudo pasan desapercibidas, estas fascinantes criaturas, a veces causan temor en algunas personas, pero si es cierto que juegan un papel crucial en el equilibrio de los ecosistemas y pueden ser una herramienta clave en la medición del impacto del cambio climático en el entorno.
Colombia es uno de los países con mayor diversidad de reptiles, entre ellos, las lagartijas son especialmente abundantes en zonas cálidas y frías. Las múltiples especies que existen en el país, tiene características únicas, aunque todas comparten algo en común: su dependencia del sol.
Las lagartijas son reptiles ectotermos, lo que significa que dependen del calor del sol para regular su temperatura corporal, lo que las convierte en observadoras naturales del clima y sus cambios.
Afectan la salud humana
Sin embargo, a diferencia de algunas serpientes, las lagartijas no representan ningún peligro para los humanos. De hecho, su presencia en entornos urbanos es un signo de su increíble capacidad de adaptación, ya que se encuentran en las casas de las ciudades en un entorno similar al de su hábitat natural: espacios rocosos de las viviendas y el acceso a alimentos.
Además de su afición por el sol, las lagartijas son depredadores de insectos, lo que las sitúa en la cúspide de la pirámide alimenticia en muchos ecosistemas. Su dieta, compuesta principalmente de insectos, también puede incluir frutos en pequeñas cantidades.
Esto las convierte en aliadas en el control de plagas y en el mantenimiento de la salud de los hábitats donde viven.
Especies en peligro
Sin embargo, el cambio climático y la actividad humana representa amenazas significativas para su supervivencia. Un estudio publicado en la revista Science alerta que hasta un 20% de las especies de lagartijas están en peligro de extinción.
Al ser “especies indicadoras”, su declive puede reflejar problemas ambientales más amplios, como la pérdida de biodiversidad y la disminución de la calidad del aire.
La presencia o ausencia de lagartijas en un área determinada puede ofrecer pistas sobre la salud del ecosistema. Por ejemplo, una reducción en la población de lagartijas puede indicar una disminución en la cantidad de insectos, su principal fuente de alimento, lo cual está relacionado con el uso excesivo de pesticidas o la destrucción de hábitats naturales.
A pesar de su importancia ecológica, muchas personas aún sienten rechazo hacia las lagartijas, probablemente debido al desconocimiento y al miedo irracional que despiertan los reptiles en general.
El estudio y la protección de las lagartijas no solo contribuyen a conservar estas especies, sino que también nos ayudan a monitorizar la salud ambiental de los ecosistemas.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.