Está claro que Colombia jugó contra Chile su peor partido de la Copa América. Que Dávinson estuvo fatal. Que los laterales no pesaron. Que Mateus fue un invitado en la cancha. Que Cuadrado es más ruido que fútbol. Que Falcao no es el ‘Tigre’. Que Queiroz se equivocó en el planteamiento y Rueda le dio un paseo táctico. Que los 23 goles de Duván no deben estar nunca más en el banco. Que el técnico demoró los cambios. Que Cardona no debió entrar a marcar porque para eso hay otros jugadores. Que Tesillo no debió cobrar el penal. Que alguien debe explicarnos por qué no cobró Duván. En fin. Todo lo anterior está claro. Y por eso Colombia se fue de la Copa América de Brasil. Pero me gusta la Colombia de Queiroz.
Desde la derrota contra Chile en cuartos de final, el viernes en la noche, he leído y escuchado voces pidiendo la cabeza del técnico portugués.
¡Por Dios! Si de esa manera vemos el fútbol, habría que cambiar de técnico cada dos partidos. Ayer Queiroz era un genio que encajaba preciso en el estilo del fútbol colombiano y hoy es un ‘tecniquito’ que venía de entrenar a Irán. No podemos mirar el fútbol con ese apasionamiento. Si Colombia hubiera clasificado a las semifinales de la Copa, hoy estaríamos sacando pecho y poniendo al equipo en la final.
Habríamos dicho que jugamos mal contra Chile, pero se puede corregir.
Esta Colombia de Queiroz me gusta por muchas razones. Me gusta, inclusive, por encima de la de Pékerman de Rusia 2018 (no la de Brasil 2014, que fue la mejor que tuvo el argentino). Pienso que Queiroz encajó muy rápido en lo que le gusta al aficionado colombiano, el juego bonito como vehículo para llegar a los resultados, sin desconocer que faltan muchas cosas por trabajar.
El portugués se sentó hace cuatro meses en el banco de la Selección y antes de llegar a la Copa América solo jugó cuatro amistosos. En total, ha dirigido ocho partidos, en los que acumula seis victorias, un empate y una derrota, con 12 goles a favor y 2 en contra. Colombia se fue invicta de Brasil, sin un solo gol en su puerta y sin perder un solo juego. Que jugó mal el partido que no debía, claro que sí. Eso es innegable, pero a todos los equipos les pasa, y de eso habrá que aprender. Y, seguramente, esa derrota en tanda de penales habrá dejado muchas lecciones para el técnico y los jugadores.
Pero esta Colombia de Queiroz nos ilusionó, y eso vale. Nos demostró que se puede volver a jugar fútbol, porque en Rusia eso se perdió. Nos comprobó que hay un equipo titular y otros once que ‘tallan’ desde el banco en un ambiente de sana competencia interna. Veo una selección más veloz y vertical, que ataca en bloque al rival y con variantes por las bandas o por el centro. Si pensamos en la que jugó el viernes en Sao Paulo, ustedes me dirán que estoy loco, pero hago este análisis en general, con lo que ha sido la Colombia de Queiroz antes y después de la Copa América.
Debo admitir que no me gustó el nombre del portugués para la Selección cuando la Federación dio la noticia. Inmediatamente pensé en Irán y concluí que estábamos en retroceso, a pesar de la hoja de vida de Queiroz. Pero lo que he visto de cerca, ahora que ya trabaja con Colombia, me permite entender las cosas de otra manera. Hay equipos donde el trabajo técnico pasa desapercibido y a veces los jugadores tapan las falencias de quien los dirige. Y hay equipos que potencian las virtudes de sus jugadores, justamente por la mano de un técnico. Y creo que el de Queiroz es este segundo caso.
Considero que en Brasil se cumplió un objetivo, el de armar un equipo que recuperara ese fútbol que se nos embolató después del Mundial del 2014. Y se fracasó en otro, el de no llegar a la final de la Copa América, porque esa era, indudablemente, una de las metas de Colombia. Y tenía con qué.
Dijo Queiroz en la rueda de prensa al término del partido contra Chile que la responsabilidad de todo lo que sucedió es suya. Y así es. El señor Queiroz no se lava las manos con los jugadores. Contra Chile estuvo Rueda por encima de él y eso no hay que ocultarlo. Pero dejémoslo trabajar, no lo pongamos hoy en un pedestal y mañana en la guillotina.
El fútbol es esa extraña manera de calificar a los profesionales de un oficio con adjetivos opuestos de un día a otro. Miren lo que está pasando con Rueda en Chile. Antes de enfrentar a Colombia lo querían descabezar y ayer seguramente amanecieron queriéndolo.
Yo me ubico en el lado de los que creen en los procesos y Queiroz comenzó bien. Tuvo un traspié, pero quién no en el fútbol. Esta Colombia, la Colombia de Queiroz, me gusta. Y en Catar la veremos. No lo duden.