El periodista Guillermo Prieto de la Rotta, más conocido como Pirry, firma el libro de crónicas ‘Colombia bizarra’, una serie de 79 historias, cuyo común denominador es la paradójica realidad colombiana que, a un mismo tiempo puede ser absurda, trágica, cómica, ridícula, atroz, hilarante, pobre, rica, maravillosa, bárbara, milagrosa, biodiversa, tierna, hermosa, horrosa, en suma, una realidad increíble pero cierta.
En pocas páginas, no más de 2 o 3 por crónica, el periodista narra nuestros orgullos y vergüenzas como país: como en ‘Freddy Rincón y el gol que hizo temblar a Colombia’ o ‘Abudinen: la palabra de los setenta mil millones de pesos’, entre otras más admirables o indignantes, pero que en conjunto definen la idiosincrasia de los colombianos.
Pirry habló con El País sobre esta nueva publicación, la tercera después de ‘Viaje por el mundo sin censura’ 82013) y ‘Sexo’ (2015).
‘Colombia bizarra’ hace parte de un concepto que surgió en México. ¿Cómo terminó escribiendo este libro?
Sí, ‘México bizarro’ fue un cabezazo que se echaron dos periodistas mexicanos, donde se sentaron a recoger una serie de historias que, a su manera de pensar, eran bizarras desde cualquier punto de vista y que, tal vez, solo sucedían en su país. Al ver la reacción del público, Planeta Editorial decidió tratar de replicar el experimento en Argentina, en Perú, en Chile y en Colombia. Entonces buscaron un periodista que le interesara el tema y quien más o menos, pues hubiera hecho historias de ese tipo. Me propusieron la idea y me pareció perfecta para un país como Colombia, donde uno todos los días está diciendo que la realidad supera la ficción y donde todo el tiempo estamos diciendo que somos el Macondo del realismo mágico, y del realismo trágico.
¿Y cómo fue el proceso para escoger hechos bizarros?
Al principio, cuando me senté como a sacar una lista de todos los temas, me sentí abrumado, porque eran demasiadas historias. Entonces, traté de hacer un popurrí entre historias de las que yo me acordaba, incluso de cuando era niño, porque ya en esos años uno se aterraba de los casos de corrupción y violencia, y otras curiosas sobre el narcotráfico. Para eso me ayudé con historias que cubrí siendo periodista durante gran parte de ese conflicto, o por lo menos, la parte que le correspondió a mi generación, con mi programa que estuvo en televisión durante casi 16 años. Pero en medio de todas esas historias de corrupción y violencia, también traté de balancear el libro otras, por ejemplo, sobre gente berraca que tienen realmente unos logros que a veces, no sé por qué, no nos enteramos más allá de nuestros ciclistas y futbolistas. Es que hay colombianos haciendo cosas maravillosas en astrofísica, física cuántica y nosotros ni nos enteramos, y son historias de verdad que uno dice, “que berraquera que esto pase en Colombia”.
¿Cómo definiría, según la realidad colombiana, la palabra “bizarro”?
Cuando a uno le dicen bizarro, se le viene a la cabeza es la extravagancia, la curiosidad, lo extraño y, pues para mí, la expresión bizarra se relaciona con nuestro país, con esas cosas tan extrañas, tanto por lo maravillosas como por lo trágicas que suceden solo en Colombia.
¿Cuál fue esa primera historia en su carrera, con la que reconoció ese carácter bizarro de Colombia?
Cuando empecé a hacer mi programa me encontré con historias realmente del realismo trágico. Recuerdo haber hecho documentales, inclusive de 3 años de duración, siguiendo, por ejemplo, a una familia desplazada desde que salió de las selvas de Colombia hasta terminar convirtiéndose en unos ciudadanos más de la urbe en Bogotá, siguiéndoles en el día a día, y mostrando cómo es salir con una mano adelante y otra atrás de una zona de guerra, llegar a una ciudad desconocida y hostil, y sobrevivir honradamente. Era muy duro, pero al mismo tiempo me preguntaba cómo se adaptaban, de dónde sacaban tanta berraquera. Por eso, siempre me ha molestado mucho esa frase, de que “los pobres son pobres porque quieren”. Generalmente son más las historias tristes que uno se encuentra, pero también me encontré, por ejemplo, a un profesor en el barrio Cazucá, que es tal vez el más deprimido de Bogotá, quien salió desplazado de su pueblo y no tenía casi ni qué comer. Pero el señor convirtió su casa, que básicamente era un rancho de tejas de zinc, cartones y plásticos, en una pequeña escuela.
Cuando llegué, me encontré este cuadro: un señor que tiene una casa donde el piso es de tierra y cuando llueve se vuelve barro, sentado en la cama como con unos 16 niños alrededor, todos con los pies embarrados, viendo en un televisor viejo una película, obviamente pirata, de un especial de la National Geographic sobre las criaturas de África. Estaba dando una clase de biología. Verlo insistir en ser maestro, en sacar sus sueños adelante a pesar de la dureza, tan, tan, tan, tan extrema, que puede ofrecerle este país a muchos compatriotas, me hizo pensar, esto sí es realismo mágico. Este señor es lo más colombiano que hay.