Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Amalia Andrade, una vez, preguntó a ChatGPT: ¿cuál es la diferencia entre emociones y sentimientos? “Las emociones son como nubes. Para entenderlas hay que observarlas”, respondió. Se puede agregar que las nubes —y las emociones— nunca conservan la misma forma.
Antes de continuar, un dato: el estudio de la composición y forma de las nubes se conoce como nefología (del griego Nephos: nube, y Logos: palabra).
Mientras que los sentimientos, aclaró ChatGPT, “son nuestra experiencia consciente de esas emociones”. Parece correcto, pero la escritora caleña no se conformó con esta explicación y, siguiendo su intensa curiosidad, dedicó años de estudio y lecturas a esta materia inasible, convirtiéndose en algo que podría calificarse como nefóloga de las emociones, es decir, alguien que aprendió a sentir el fluir emocional de la vida, reconociendo todas sus formas.
La suma de sus indagaciones filosóficas, psicológicas y científicas sobre las emociones, aplicadas a una exploración honesta y conmovedora de su propia historia de vida, se encuentran en el libro ‘No sé cómo mostrar dónde me duele’, una autobiografía emocional que, como confiesa su autora, se vio obligada a escribir porque “al entender nuestras emociones entendemos el mundo”.
Amalia Andrade, escritora y artista gráfica, autora del superventas ‘Uno siempre cambia al amor de su vida (por otro amor o por otra vida)’, presentará su más reciente obra en la Feria Internacional del Libro de Cali, este sábado, 21 de octubre, a las 3:00 p.m., en el Auditorio TQ del Bulevar del Río.
—¿En qué momento tuvo la necesidad de escribir sobre las emociones, partiendo de su propia vida?
A mí me interesó mucho este universo de las emociones, que es muy complejo. Las emociones son difíciles de entender, algo muy abstracto y están atravesadas por muchísimos factores, además me impresionó el desconocimiento tan absoluto que tenemos de cómo funcionan y del montón de violencias que, por eso mismo, se ejercen sobre nosotros. Y cuando me gusta mucho algo, usualmente comienzo a investigar, leí muchísimo acerca de las emociones, por varios años y, eventualmente, supe que tenía que ser un libro que no solamente hablara desde la parte teórica, sino que pudiera tener textos que encarnarán esas emociones. Siempre hago mi literatura desde la narrativa personal del yo, y en este libro confluyó un interés por este tema en particular con el momento en el que estaba de mi vida.
—Es muy difícil dejar de pensar y empezar solo a sentir, ¿cómo logró cambiar esta forma de experimentar las emociones?
Tenemos la tendencia a racionalizar nuestras emociones, porque estamos muy poco educados sobre nuestra naturaleza emocional. Vivimos en una sociedad que premia la razón sobre la emoción, entonces ese es el lugar al que siempre vamos, algo que me parece profundamente triste, puesto que las emociones están hechas para sentirse, para atravesarlas, no para quedarse en ellas, pero sí para transitarlas. A mí, personalmente, me costaba mucho trabajo sentir, mi reacción siempre era primero racionalizar las emociones. La verdad, la vida me ha cambiado muchísimo desde que entendí que hay cosas que uno no tiene que pasar por la cabeza, sino que no solamente las tiene que sentir, ha sido muy liberador.
—¿Cómo la adopción marcó su carrera como escritora?
La historia de mi adopción es determinante, marcó mi vida en muchísimos aspectos, uno de ellos, sin duda, es que soy escritora desde el momento en que me dijeron que soy adoptada, porque gasté mucho tiempo inventándome, o completando en mi cabeza las partes de mi historia que desconocía… escribiéndome o dándome a mí misma un origen. Creo que la adopción es una experiencia muy bonita, me siento muy afortunada por tener esta familia, ha sido absolutamente increíble.
—¿Qué la motivó a sumergirse en su origen y conocer a su madre biológica?
Las dudas y mucho dolor, un dolor que a veces parecía que me iba a tragar y, precisamente por eso, creo que era más fácil para mí reprimir o no habitar ciertas preguntas dolorosas, era más fácil pasar eso por la razón, incluso era más fácil contarme historias para sobrevivir. Pero hay mecanismos emocionales que son útiles hasta cierto momento, después colapsan, porque debemos que crecer y madurar. En esa búsqueda de los orígenes todo se revolucionó mucho, muchas partes de mí tuvieron que morirse, incluso esa parte que prefería racionalizar en vez de sentir. Ahora no es así, me di cuenta que el dolor no me tragó y que puedo atravesar mis emociones así sean muy miedosas.
—En el libro habla de las emociones fantasma, ¿cómo se presentaron estas en su vida?
Es que hay emociones que no necesariamente son tan rotundas como otras, no se presentan con tanta claridad, hay emociones que lo evaden a uno o para las cuales uno no tiene palabras, a esas yo le digo como las emociones fantasmas. Se presentan en muchos momentos. Ese es uno de mis capítulos favoritos del libro. Yo siento que simplemente, como con todas las otras, hay que dejarlas ser, no intentar controlar ninguna, allí están, por ejemplo, la alegría y la tristeza, un par de emociones fantasmas que me visitan y la recibo en cualquier momento.
—Vivimos en una sociedad que define a los emocionales como débiles, donde sentir es asumido como un error táctico, y muchos se guían por una mentalidad obsesionada por el éxito, promoviendo la competitividad en todos los ámbitos, ¿qué importancia tiene en este momento que podamos sentir de verdad, que exploremos a fondo las emociones?
El tema de revisar las emociones tiene mucha fuerza hoy, desde diferentes campos. Resalto uno que me gusta mucho, desde la filosofía de los años 90, que es el giro afectivo. Las emociones son un tema muy complejo, que está atravesado por todas las aristas de la sociedad, lo emocional influye en lo económico, lo político, lo cultural, en todo el sistema capitalista. Por eso, en mi opinión, vivimos en un sistema que está diseñado para anestesiarnos, para desconectarnos de nosotros mismos.
Este es un sistema montado sobre el paradigma de que la razón va por encima de la emoción, ahí es donde comienzan a tejerse un montón de equívocos que nos han alejado de entender el poder tan enorme detrás de nuestras emociones y el poder de conectarnos con nuestros mundos emocionales individuales y, sobre todo colectivos. Pero debido al ciclo mismo de la historia en el que estamos, parece que este sistema está colapsando.
Es una realidad paradójica, porque entre más herramientas hay para anestesiarnos, más necesario es despertar y entender que al no comprender nuestros universos emocionales, estamos silenciando y perpetuando violencias como, por ejemplo, adjudicar todo el valor de lo emocional a lo femenino, y asumir lo femenino como algo negativo. En el caso de los hombres es muy evidente, si están tristes o son emocionales, entonces están mal vistos y eso es algo que, ya en cifras, se vuelve muy dramático, porque el 70% de los suicidios son masculinos, en esto influye que los hombres no tienen las herramientas para hablar de sus emociones. Es muy importante que como sociedad le pongamos el foco a las emociones.