A solo 6 kilómetros del centro de Cali y media hora de viaje, saliendo por la ruta que lleva a Cristo Rey y tomando algunos desvíos para ingresar a la montaña, se llega al corregimiento Los Andes, que está en la base del Parque Nacional Natural Los Farallones.
Allí, entre los fuertes graznidos de las guacharacas y un bosque seco tropical, se encuentra el Museo Natural Andoke, una reserva natural de 7.200 metros cuadrados, dedicada a conservar el ecosistema para que 15 especies de mariposas puedan reproducirse con las mejores condiciones y cumplir su función polinizadora.
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Hace 25 años, cuando la pareja formada por María del Carmen Tamayo y Alejandro del Llano compró un lote de 1.000 metros cuadrados en la montaña, que “era un peladero”, al que ellos decidieron mudarse para alejarse de la ciudad, no imaginaban que no solo construirían el hogar para su familia, también sería el de 1.600 plantas hospederas y árboles tropicales que con los años reverdecieron y empezaron a atraer aves y, sobre todo, mariposas que buscaban una fuente de néctar.
Ya con una casa construida con madera y materiales reciclados, “empezamos a sembrar con la sola intención de llenar de vida y colores este espacio, nosotros en ningún momento pensábamos en que este iba a ser nuestro proyecto de vida, por aquellos días teníamos una comercializadora de flores y yo hacía arreglos florales para señora de todo Cali, y resulta que todo esto floreció y empezó a llenarse de mariposas y empezaron a llegar aves”, cuenta María del Carmen.
Alejandro se maravilló por lo que ocurría, así que decidió consultar a un amigo especialista en mariposas, que le sugirió crear un mariposario en su terreno. Cuenta María del Carmen que “él hizo con sus propias manos uno muy pequeño, en el que yo fui cultivando un jardín, porque soy campesina, y desde niña he trabajado la tierra, así que todo comenzó a colorearse de flores y mariposas”.
El mariposario quedó tan bonito que sus familiares comenzaron a visitarlos para conocer el paraíso recobrado que habían creado en un lote, y también del colegio donde estudiaba su hija, empezaron a pedir que los dejarán ir para aprender sobre la biología de las mariposas. Allí podían observar la maravillosa metamorfosis de los insectos: cómo se reproducen y dejan sus huevos, que luego se convierten en orugas y en una crisálida, de donde saldrá una mariposa.
Para atender estas solicitudes, María del Carmen y Alejandro estudiaron las mariposas y sus ciclos de vida y, con su amigo, aprendieron mucho sobre polinizadores, llegando al nivel de construir su propio laboratorio para observar —en tiempo real— los procesos de metamorfosis. Así, empezaron a brindar recorridos educativos donde enseñaban sobre las mariposas y su aporte a la naturaleza. “El proyecto fue creciendo y como las mismas escuelas querían volver, entonces nos proponían talleres y charlas sobre otros temas. Actualmente tenemos 15 actividades sobre aves, hormigas, plantas, manejo de residuos sólidos y consumo responsable, entre otros, que nos fueron consolidando como una iniciativa de conservación y enseñanza”, explica Tamayo.
Diversos espacios
Creció tanto que lograron comprar lotes vecinos, ampliando su reserva hasta 7.200 metros cuadrados, donde Alejandro, siguiendo la tradición indígena de construir terrazas con piedras, fue creando diversos espacios para seguir recibiendo estudiantes y también grupos de turistas y visitantes particulares que desearan entrar en contacto con la naturaleza.
Uno de esos lugares fue un domo de 350 metros, que cuenta con su propia fuente, y es el jardín perfecto donde las mariposas vuelan, juegan y se aparean entre ellas. Con los años, el interior adquirió una belleza edénica y una atmósfera muy espiritual, por lo que, en las visitas guiadas, se termina con un ritual de liberación de mariposas, en las que cada persona deja volar un deseo.
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En una colina construyeron un mapa de Colombia a escala, en el que se hace un recorrido por todas las regiones del país, aprendiendo de geografía, pisos térmicos y altitud, y de nuestra biodiversidad. También cuentan con un auditorio y, en los últimos años, añadieron tres cabañas estilo glamping.
Actualmente, Andoke es un zoocriadero reconocido por generar experiencias de inmersión que conectan a los visitantes con la naturaleza, partiendo de la premisa, dice María del Carmen, de “que no se puede conservar algo que se desconoce”.
Andoke, palabra que se refiere a los indígenas Andoques de la región Amazónica, es la demostración de que es posible crear emprendimientos sostenibles que tienen como esencia conservar la naturaleza, devolverle su riqueza, en vez de robársela.
No en vano, por su contribución en la reforestación, la conservación de polinizadores, la divulgación científica y por generar conciencia ecológica, Andoke no solo cuenta con licencia ambiental de la CVC, fue reconocido como Museo Natural por el Ministerio de Cultura y como Centro de Ciencia por el Ministerio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia.