Siempre rodeado de libros, su vida transcurrió entre lecturas y relecturas. “Cuando aprendí a leer, y descubrí los libros y el fascinante universo que guardaban, ya no quise ser otra cosa que lector”, escribió en ‘Leer para vivir’, el libro de memorias, donde Felipe Ossa cuenta la serie de circunstancias excepcionales que determinaron su oficio de librero, haciendo de él una leyenda que guio las lecturas de cinco generaciones de colombianos en la Librería Nacional.
“Yo no quería ser librero. Soy más pertinente aún: yo no quise ejercer nunca ninguna profesión, ningún oficio”, confesó en sus memorias, su único deseo era ser “un gentil ocioso”, “alguien que vive de la renta, ama el arte y la literatura y escribe de vez en cuando en una que otra revista”.
Pero el dinero que podría haber heredado de su familia, para no preocuparse por sobrevivir, se agotó muy pronto, así que a los 18 años, sin título de bachiller, que no obtuvo porque prefería quedarse en la biblioteca de su padre leyendo a los clásicos antes que asistir a clases, tuvo que buscar un trabajo.
Felipe Ossa nació en 1944, en Bogotá, pero a los 5 años, cuando se desencadenó la ola de violencia por el Bogotazo, su familia se trasladó a Buga (Valle), donde vivió toda su infancia. Aunque su padre, Luis Ernesto Ossa, era librero, nunca intentó influenciarlo, simplemente dejó que leyera todo cuando deseara, desde cuentos infantiles, pasando por historietas y cómics, hasta clásicos de la literatura y libros de todas las materias, incluso los libros prohibidos.
En su caso aplicó la máxima de Thomas Carlyle, sobre que “no hay mejor universidad como una buena biblioteca”.
Por eso, en 1963, cuando su familia vivía en Cali y estaban pasando por una crisis económica, ya su padre no tenía cómo sustentar su ilustre ocio, se enteró de que la Librería Nacional, que había inaugurado dos años atrás una sede en la capital del Valle, tenía vacantes disponibles.
Con la seguridad de sus lecturas, acudió al local de la Plaza de Cayzedo y esperó a don Jesús María Ordónez Salazar, librero fundador de la Librería Nacional.
“Me dijo que sí necesitaba empleados, pero a la vez me preguntó qué sabía hacer, dónde había trabajado, qué experiencia tenía. Le dije que había leído mucho”.
Después de conseguir, por mediación de su padre, una recomendación de Armando Romero Lozano, quien era decano de literatura en Univalle, el gerente de la Librería Nacional aceptó contratarlo.
“Llamó a la secretaria y le ordenó hacerme el contrato. Era un contrato a prueba, solo por dos meses. Han pasado más de cincuenta años desde entonces”, recordó Felipe Ossa.
Pero no sería tan fácil, su trabajo inicial fue ayudante de bodega: recibir, subir, bajar y desempacar cajas, hasta que una noche, en el sótano de la librería, el señor Ordóñez miraba unos libros de mitología finlandesa, el compendio Kalevala.
“Él observó el libro y me preguntó si yo sabía de qué trataba”, el joven Ossa respondió citando unos versos de un poema épico finlandés que recordaba. Al otro día, cuando llegó a trabajar en la bodega, el administrador llamó al peculiar empleado para informarle que lo habían ascendido a vendedor.
Fue así como Felipe Ossa empezó su carrera como librero, con el ejemplo de su padre y el don comercial de Ordóñez, de quien sería discípulo. Con los años, su talento sería reconocido en todo el país, gracias a todas las sucursales de la Librería Nacional, formándose la leyenda del librero mayor.
Felipe Ossa continuaría vinculado a la Librería Nacional como gerente y encargado de seleccionar todos los libros que llegaban a las estanterías y vitrinas, para lo que finalmente debía hacer solo una cosa, leer y leer, cumpliendo su mayor deseo.
Este lunes, 22 de julio, al confirmarse la muerte de Felipe Ossa, el gran librero colombiano, el mundo de la cultura lamentó su partida y el faro guía que se apaga con él.
Juan David Correa, ministro de Cultura, expresó que “Felipe Ossa aprendió que la vida se prolongaba gracias a la lectura. Hoy se ha ido, pero sus ojos y su alma perviven en miles de lectores. Coleccionista de novelas gráficas, lector consumado, y ácido y lúcido librero”.
“De alguna manera fue fundamental en el negocio del libro en Colombia, era un lector y alguien que representaba para todas y todos los colombianos la marca de la Librería Nacional, que ha permanecido en el corazón de cientos y miles de lectores en el país”, agregó el ministro en una declaración.
Por su parte, para Paola Guevara, escritora y directora de la Feria Internacional del Libro de Cali, “Felipe Ossa era un ‘indispensable’, ese tipo de personas que luchan toda la vida por una causa que les apasiona, y su legado les sobrevive, porque fueron coherentes, su misión irradiaba alegría. Felipe Ossa no trabajó un solo día de su vida, porque su trabajo era su mejor hobbie: los libros. La industria del libro en Colombia le debe muchísimo a este gran lector, gran visionario y gran persona. El Valle del Cauca, en particular, le debe muchísimo, por su trabajo sin cansancio en la Librería Nacional, cuya joya de la corona es Cali”.
Entre el gremio de los libreros, el también escritor, Álvaro Castillo Granada, de San Librario Libros, dijo que: “Ha muerto un señor librero, un testigo de su tiempo, un hombre para el que ser librero era una opción de vida. Una manera de estar en el mundo. Nos quedaron conversaciones pendientes. Gracias por todo, Felipe Ossa. Seguiremos leyendo para vivir”.