La isla de Gorgona, en las costas del Pacífico colombiano, fue una prisión de máxima seguridad entre 1960 y 1984. Durante los últimos años, hasta allí arribaban pescadores para vender su cargamento del día a los policías que administraban la penitenciaría, peces exquisitos que terminaba como parte del menú de los prisioneros.
En una ocasión, entre un grupo de pescadores que llegó a la isla, se encontraba un joven aventurero y aspirante a escritor. Su nombre era José Zuleta Ortiz y había dejado Cali, para vivir en la población de Mulatos, junto a las comunidades indígenas y afrodescendientes.
En uno de los capítulos de su primera novela ‘Lo que no fue dicho’ (2021), hace una crónica de sus días en el Pacífico, donde por varios meses leyó a Dostoievski, Kafka, McCullers, Capote y Rulfo, desde la comodidad de una hamaca guindada a orillas de los manglares.
Un día los cogió la noche en Gorgona y los pescadores tuvieron que dormir en las cabañas construidas para las visitas conyugales de los presos, de esta forma José descubrió que las personas privadas de la libertad confían con una fe brutal en el poder de las palabras.
“No olvido los corazones con iniciales y fechas pintadas o grabadas en las camas, las mesas de noche o el guardarropa: N y C - 24 de mayo de 1975. Si me dejas te mato, lo juro, amor”, recuerda que leyó en las cabañas.
Será en su segunda novela ‘Una versión de los hechos’ (2024), que José Zuleta abordará la profunda relación entre las palabras y la libertad, evidenciando un fenómeno que podría calificarse de justicia poética y que ocurre cuando las personas recluidas en una cárcel abren un libro y leen un cuento o un poema, cuando escriben para dar su versión de los hechos o para imaginar otros distintos, todo lo que el escritor escuchó, observó y aprendió durante los 15 años que trabajó realizando talleres de escritura ‘Libertad bajo palabra’ en 20 cárceles de mujeres y hombres, de Colombia.
“Ayudábamos a prisioneras y prisioneros a escribir sus historias. Creamos y dotamos bibliotecas, les abrimos la ventana de la lectura”, afirma José al final de su novela y, además, agradece a todos los escritores y escritoras que hicieron parte del programa, que dejó como demostración del milagro literario 15 volúmenes de ‘Fugas de tinta’, los libros que reúnen todos los textos escritos por los reclusos y las reclusas.
Pero, dentro de la ficción que es ‘Una versión de los hechos’, el mundo de la cárcel se refleja a través de tres personajes: Martín, un escritor que aceptar trabajar en unos talleres literarios para reclusas; Lucila, una editora exiliada que regresa a Colombia; y Eva, una mujer que fue acusada de terrorismo y está a punto de terminar su condena, pero en la cárcel se convierte en una escritora extraordinaria y una filósofa social.
Entre ellos surge un triángulo amoroso de pasiones sexuales y textuales, porque cada uno es una clase de lector y escritor diferente, que se retratan a ellos mismos y observan el mundo, dejando por escrito todo, de modo que la novela termina por convertirse en un taller de escritura para los lectores.
De la trama tejida en torno a Martín, Lucila y Eva, se desprenden los relatos y testimonios de las otras voces que escriben sus vidas detrás de las rejas, historias sobre la piedad de los nudos, del pollito que criaron como un hijo, el cuento de “A veces entiendo, a veces no”, o como la historia de la presa apodada Bocina, porque siempre llamaba por sus nombres a las reclusas para darles mensajes o para anunciar que habían quedado en libertad, llegó el día que Bocina anunció su propio nombre, una y otra vez, pero nadie respondió, hasta que se derrumbó en llanto.
Antes de la presentación de ‘Una versión de los hechos’ en la Feria Internacional del Libro de Cali (FIL Cali 2024), que será esta tarde, a las 6:30 p. m., en el auditorio El Valle y sus Letras, José Zuleta —desde la hamaca que tiene en su biblioteca— comenta los aspectos que hacen de su novela algo completamente diferente a lo que antes había escrito.
De ‘Lo que no fue dicho’ a ‘Una versión de los hechos’, no solo hay dos historias muy distintas en sus temáticas, parecen novelas de dos escritores diferentes.
Sobre esta singularidad, el escritor explica que para él “la historia misma va generando una manera de contarse. Cuando escribí ‘Lo que no fue dicho’, tenía una necesidad por decir a la madre, por lo que está cargada con una especie de lirismo y festejo en las dos primeras partes, sobre la infancia y la juventud, y hay un capítulo final más dramático, donde muere la madre, todo esto impone el estilo que tiene la novela”.
“Pero la segunda novela es más libre, no se parece en nada a la primera. En ‘Una versión de los hechos’ hago más cosas y asumo más riesgos, sobre todo hago una cosa que siempre había querido, escribir una novela en tercera persona en la cual el narrador sea casi invisible, que la historia la cuenten los propios personajes y las historias que los personajes escriben, ese es el mayor desafío de esta novela, que es contada por los personajes y los textos que ellos escriben”, complementa.
José Zuleta, quien escribía diarios y libros de notas desde joven, podría afirmarse que empezó su carrera literaria como poeta. Después, incursionó en el cuento y, en los últimos años, está dedicado a la novela. De acuerdo a este sucinto inventario, surge la pregunta, ¿cómo transita un escritor por todos los géneros con tanta destreza?
Desde su hamaca, “el mejor lugar para leer, que descubrí mientras viví en Mulatos y desde entonces adopté de forma permanente”, responde: “Yo creo que todos los escritores somos poetas, independiente del género en que escribas, la poesía es la herramienta fundamental de la literatura”.
La novela también evidencia los difusos límites de la corrección política, entre los inocentes y los culpables, como concluye el escritor: “Detrás de las historias de estas mujeres privadas de la libertad, gente que ha sido oficialmente declarada culpable, hay un aspecto que delata nuestro tiempo y es que vivimos en un mundo de jueces. Todo el tiempo estamos juzgando: en las redes sociales, que son una plataforma de jueces y de acusadores que siempre están señalando. A mí me parece nefasto eso, porque ha deteriorado muchísimo la posibilidad de ser una civilización y de ser una comunidad”.