Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Sin duda alguna, Jorge Carrión es uno de los escritores y periodistas culturales que más ha profundizado en las estimulantes relaciones de la cultura y la tecnología, en particular de las “mutaciones” que viene sufriendo la escritura y su principal vehículo, el libro.
Los libros más recientes del escritor español, la novela ‘Membrana’ y el ensayo experimental ‘Los campos magnéticos’, presentados en el marco de la FILBo 2024, dan cuenta de su asombrosa capacidad especulativa y su perspicacia crítica.
En ‘Membrana’, la narradora es una IA que, en el año 2100, explica a un probable espectador la colección de objetos que hay en el Museo del siglo XXI, subrayando la relación ancestral de la humanidad y la tecnología.
Por otro lado, en ‘Los campos electromagnéticos’ (teoría y práctica de la escritura artificial), El escritor junto a un grupo de ingenieros y artistas programaron una IA de ChatGPT2 para que dialogara con otra ChatGPT3, con el objetivo de que entre ambas crearan un texto literario.
—¿Cómo evolucionó el periodismo cultural con las nuevas tecnologías y formatos?
Ha habido una mutación doble, por un lado, en la forma, porque la mayor parte del periodismo cultural se ha vuelto digital y eso ha cambiado su aspecto. Hace 20 años no existía el periodismo en forma de lista, en cambio ahora es habitual leer listas de las mejores películas, series o libros del año, o listas que de algún modo llevan al periodismo la lógica de la lista de reproducción musical o audiovisual.
También encontramos una mutación en los contenidos, porque de las secciones clásicas como la literatura, la música, el teatro o el cine, hemos pasado a un periodismo más transversal que incluye el podcast o las series de televisión, y que además hace ejercicios de comparación y crea constelaciones que relacionan todo tipo de objetos culturales, entre diferentes lenguajes y géneros. En un mismo artículo puedo hablar de una serie, un podcast, un libro y una película que tiene relación, por ejemplo, con la física cuántica o con la exploración espacial.
—¿Ya no existe el dilema entre lo culto y lo popular?
En la vida cotidiana no acostumbramos a diferenciar demasiado esto, aunque sí podemos diferenciar entre la cantidad y la calidad. Ahora mismo, la mayoría de los contenidos virales se rigen por el paradigma de la cantidad, por el número de “views”, de reproducciones, por su enorme influencia en las pantallas, pero somos muchos los sectores que en cambio preferimos la calidad.
Es decir, entre una serie de Netflix que reproduce todos los estereotipos y todas las fórmulas consabidas, frente a la serie ‘Ripley’, nos quedamos con la última. Por suerte, hay contenido y arte para todos, hay muchísima oferta en múltiples lenguajes y plataformas, por no hablar de las librerías o los museos, de modo que vivimos en una época privilegiada con un acceso cultural casi sin límites.
—¿Cómo la inmensa oferta de plataformas streaming afecta a la cultura del libro?
Evidentemente tenemos menos tiempo para la concentración y la experiencia de lectura en solitario, pasamos muchas horas del día conectados. Hoy vemos las series mientras, al mismo tiempo, miramos en el teléfono móvil, en el fenómeno que se conoce como la segunda pantalla.
Pero, curiosamente, el libro está más vivo que nunca. Creo que el libro en papel sigue siendo el centro del ecosistema cultural, la mayor parte de las series que se estrenan son adaptaciones de libros. Pronto veremos las adaptaciones de ‘Pedro Páramo’, ‘Cien años de soledad’ y ‘El eternauta’, y para sorpresa de todo el mundo, la inteligencia artificial es textocéntrica, porque siempre debes escribir antes para generar una imagen o una película o una canción con estas tecnologías. De modo que la palabra tiene más importancia que nunca y el libro sigue estando en el en el centro de los ecosistemas culturales.
—En sus libros ‘Librerías’ y ‘Contra Amazon’ defiende el valor cultural de los espacios urbanos que permiten el acceso a libros, pero con un amparo humano, oponiéndolo a las grandes plataformas que publican y comercializan libros de forma casi automática, ¿cómo ha cambiado esta problemática en los últimos años?
Antes, el antagonista del libro en papel quizá era el ebook. Después, cuando publiqué ‘Contra Amazon’, que es una antología de mis mejores crónicas y ensayos sobre librerías, bibliotecas y literatura, sentí que Amazon era una gran amenaza en ese momento. Desde entonces parecía que TikTok o Zoom, en la pandemia, eran lo contrario simbólicamente de la experiencia de la lectura del libro en papel, y ahora la gran antagonista es la IA generativa.
Pero, creo que el libro en papel siempre encuentra el modo de sobrevivir y de seguir imponiéndose y, bueno, esperemos a ver hacia dónde va todo esto. En mi última novela ‘Membrana’, invento una inteligencia artificial del año 2100 que ha creado el Museo del siglo XXI, lo que es un intento de seguir pensando, como hice en ‘Librerías’, en los espacios del conocimiento durante una época de mutaciones como la nuestra.
—En su libro más reciente hace un experimento de escritura con IA, ¿está a favor de que los escritores empiecen a usar IA para crear sus obras?
Me parece absurdo estar en contra o a favor de una tecnología que no mata a nadie. Es decir, estás en contra de la bomba atómica, sí, en contra de los drones militares, sí, pero en contra del ChatGPT no le veo sentido. Creo que habrá escritores que no lo usarán nunca, incluso hay autores que escriben a mano en nuestra época, así como habrá escritores que lo usen muchísimo, y que la gran mayoría lo usaremos casi sin darnos cuenta, porque también en Google hay una IA que interviene y ahora los procesadores de texto como Word incorporan IA, de modo que será un poco como el Photoshop en la fotografía, algo que usaremos de un modo espontáneo, unos con más fortuna otros con menos.
Cuando hice el experimento con ChatGPT2 y ChatGPT3 en ‘Los campos electromagnéticos’ descubrí que lo más importante es el concepto, la idea de cómo tú diseñas el artefacto y me parece que la potencia creativa de todas las ideas generativas de texto, imagen, música, vídeo, son brutales y muy interesantes.
—¿Y bajo qué criterios controló el experimento con ChatGPT?
Lo que hice fue crear un marco teórico primero, por eso el libro tiene un prólogo muy largo sobre la historia de la escritura con algoritmos, y un epílogo en el cual explico todo el proceso. Dentro del libro hay dos partes, una que es un texto escrito por una red neuronal que entrenamos nosotros, y el otro es un texto escrito con ChatGPT3. Y para que todos tuvieran sentido lo que hice fue tener como texto base ‘Los campos magnéticos’, la obra de André Breton y Philippe Soupault, de la cual hicimos un “remake” con las IA, porque me parece que la escritura automatizada de hoy tiene mucho de la escritura automática surrealista.
—¿Cómo el lector debe enfrentarse a los textos escritos con IA?
El sentido crítico es importante para discernir lo que puede ser ficción y lo que es realidad, lo que es fake y lo que es verdadero. Como cuando Israel atacó a Irán y Twitter se llenó de imágenes, vídeos y mensajes que decían que Israel había atacado también a Irak, Afganistán y a Palestina, que era un ataque múltiple, pero no, todo era mentira. En este caso, mi olfato me dijo que eso quizá no era verdad, por lo que busqué en las páginas webs de los diarios y comprobé que no había nada confirmado, así que esperé tranquilamente a ver cómo se definían los hechos y entender la realidad.
En este sentido, creo que el espíritu crítico y ese olfato se entrenan con experiencia y práctica en las redes sociales, donde encontramos información verdadera y falsa. Hoy es más importante que nunca tener una buena formación clásica y humanística, que cimente nuestra capacidad crítica para poderse enfrentar al nuevo panorama digital.
—Volviendo a la IA, ¿cómo considera que se verá afectada la industria editorial? ¿Los escritores estarán en riesgo de ser reemplazados por estas tecnologías? ¿Se contratarán más editores de contenido que autores?
Ahora mismo es muy importante la marca personal, un escritor sin marca personal difícilmente llega a lectores. Y es difícil crear marcas personales impersonales, es decir, generadas por IA o algoritmos. Aunque imagino que sí habrá algunos escritores o escritoras estrellas algorítmicos, como hay influencers que son personas digitales. Pero habrá que buscar modos de que todo eso coexista con una gran cantidad de libros escritos por seres humanos. Es como lo que pasa con Taylor Swift y otros artistas que están llenando estadios, la parte presencial sigue siendo fundamental.
En el campo de la literatura, los festivales, las ferias, las conferencias, las presentaciones, toda esa parte humana difícilmente va a encontrar competencia en la en la dimensión digital.
—En este momento, ¿una inteligencia artificial podría escribir una gran obra literaria como, por ejemplo, ‘En busca del tiempo perdido’?
Todavía no tiene la capacidad de alcanzar los más grandes logros literarios de los humanos, falta mucho para que pueda escribir alta literatura. La IA redacta muy bien, pero no puede escribir con gran calidad artística... todavía.
—¿Y qué pasará con el oficio periodístico ante la irrupción de la IA?
La reportería no se perderá, porque justamente la IA no puede competir con los sentidos humanos y con el estricto presente. Lo que sí que no tiene sentido es encargarle a un periodista, a no ser que escriba muy bien y tenga un gran conocimiento, que haga artículos sobre hechos del pasado, dado que la IA acumula más información. Ahora bien, algunos contenidos como la información deportiva, la meteorológica o el horóscopo, puede que lo haga una IA, mientras otros contenidos serán en colaboración humano y no humano. Pero todo lo relacionado con contenidos de estricto presente y de crónica vivida, creo que no tienen competencia en el mundo de la informática y de los sistemas de aprendizaje profundo.
—¿Qué consejos podría dar a los escritores para su, al parecer, inevitable relación con la IA? ¿Cómo aprovecharlas sin caer en algún tipo de deshonestidad creativa?
Los creadores tienen que empezar por jugar, experimentar y después decidir hasta qué punto esa herramienta les interesa o conviene. Creo que esa oportunidad hay que dársela a cualquier sistema que influya en este campo. El tema de la honestidad y la deshonestidad es más complejo, porque no está todavía regulado, sí en el mundo académico, pero no en el mundo creativo.
La literatura y el arte siempre han sido apropiación y remezcla, de modo que deberíamos juzgar es el resultado, hasta qué punto consigues algo relevante a partir de materiales y textos obtenidos con IA, si realmente es potente artísticamente o no.
—¿Cómo es que aún en tiempos de IA todo sigue fundamentado en la escritura?
Sí, curiosamente, la lógica de la programación, igual que antes la forma en que buscamos en Google, y de un modo intermedio entre Google y el ChatGPT, y la mensajería por WhatsApp, ha hecho que el texto esté en el centro de nuestras vidas y que no hayamos dado un salto hacia una relación audiovisual con el mundo. De hecho, estamos todo el rato escribiendo emails, mensajes, ahora proms, y aunque los nuevos sistemas de IA permiten pegar una imagen y que te genere una imagen relacionada con ella, o video a video, la mayor parte lo que hacemos es usar el texto a imagen, o texto a vídeo, que te llevan a otro tipo de producto de creación. Y eso demuestra que finalmente para crear lo que debemos hacer es básicamente escribir.