Treinta y seis años estuvo María Kodama sosteniendo la inmensa sombra que, desde su muerte el 14 de junio de 1986, dejó Jorge Luis Borges. La tarea de administrar el legado literario del escritor más influyente del siglo XX, fue una carga más demandante y esmerada de la que cumplía cuando el autor de ‘Ficciones’ y ‘El Aleph’ vivía.
Quizá no hay imagen que represente mejor el amor de Borges y Kodama, que la fotografía donde se ve a esa excéntrica pareja formada por una mujer joven, de ascendencia japonesa, delgada y con un cabello filoso, llevando del brazo a un anciano ciego y memorioso que, no obstante era igual de popular que Maradona.
Se habían conocido a finales de los años 60, durante unos cursos de lenguas anglosajonas, y para 1975, cuando fallece la madre del escritor (Leonor Acevedo de Borges), y luego de un patético matrimonio de tres años con Elsa Astete Millán, María Kodama (38 años menor que Borges) se convirtió en su asistente personal, lazarillo y compañera.
En 1986, dos meses antes de morir, Borges y María Kodama se casaron por poder en Ginebra, donde falleció el escritor y está sepultado. Kodama tenía 49 años, había dejado de cargar a un hombre, solo para empezar a sostener un mito.
Nadie mejor que ella para asumir con celo y conocimiento profundo el vasto corpus de la obra borgiana, para lo cual creó en 1988 la Fundación Jorge Luis Borges, que se convirtió en la institución oficial para dirimir en el mundo lo que es o no atribuible a El Hacedor, generando cada cierto tiempo interesantes polémicas sobre manuscritos y recónditas publicaciones de Borges, un caso harto conocido es el poema 'Aquí. Hoy' que dio nombre a la novela 'El olvido que seremos' de Héctor Abad Faciolince.
En primer lugar, a Kodama debemos agradecer que muchas obras de Borges se pusieran de nuevo en circulación, pese a que el escritor las dejara por fuera de lo que él consideraba perdurable, aquí Kodama fue como el Max Brod de Kafka. Por eso hoy tenemos, los ‘Textos recobrados’ y ‘Textos cautivos’, entre otros.
No deja de ser curioso que uno de los libros que Kodama escribió en conjunto con Borges, ‘Atlas’ (1984), una serie de prosas y fotografías sobre sus viajes por el mundo, se refiera a ese titán griego condenado por Zeus a cargar el cielo. Pero la maldición de Kodama no fue precisamente cargar el fantasma de Borges, sino resistir los ataques de sus amigos, en particular las infidencias que reveló Adolfo Bioy Casares en su diario ‘Borges’ (1999), y las incursiones de los seguidores del escritor, los borgianos que no reconocieron nunca su custodia.
Su defensa del legado de Borges fue siempre radical, por lo que hubo muchas reservas hacia su lectura oficial de la obra borgiana y la visión más libre que asumen los lectores heterodoxos. Desde esta posición llegó incluso a terrenos legales, como cuando Kodama abrió procesos de plagio a escritores que, siendo discípulos declarados de Borges, escribieron obras que jugaban a nivel metatextual con las del autor argentino.
Este fue el caso del ‘El Aleph engordado’ (2009), obra del escritor Pablo Katchadjian, que utilizó como base partes del libro homónimo de Borges. Kodama lo demandó en tres ocasiones, en todas se declaró improcedente la querella, porque como múltiples críticos y escritores opinaron, no había plagio, y el recurso de Katchadjian, no era muy diferente de los usados por el mismo Borges.
Otro caso no muy favorable para el escritor comprometido, fue cuando en 2011, Kodama obligó a la editorial Alfaguara a recoger los ejemplares del libro ‘El hacedor (de Borges), remake’, del escritor Agustín Fernández Mallo, por supuesto plagio del libro homónimo de Borges, de nuevo el mundo literario estuvo a favor del escritor.
Por otro lado, están las declaraciones que dejó Bioy Casares, amigo íntimo de Borges, en las que Kodama no sale bien librada en su trato hacia el anciano escritor.
“Pregunto a Borges si María lo acompañará en su viaje a Alemania. 'Sí -contesta-. Me dijo que hará este último sacrificio'. Después de decir que si tuviera coraje rompería, reconoce que María es lo mejor, lo único que le ha pasado en la vida y que a su lado fue muy feliz”, es solo uno de los apuntes referentes a Kodama, que Adolfo Bioy Casares revela en su diario 'Borges', publicado en 1999, año que murió el autor de 'La invención de Morel'.
Declaraciones que ella descalificó, y se mantuvo por encima, promoviendo con total convencimiento de su labor, la obra de Borges. No obstante, esto consumió su existencia, marginando su propia obra literaria que solo recientemente comenzaba a ser leída con interés genuino.
Este domingo, a los 86 años, igual que Borges, falleció María Kodama, una mujer sin cuya esmerada cruzada por preservar la obra de su esposo, aun con aciertos y errores, la trascendencia del legado borgiano que hoy reconocen lectores de todo el mundo jamás hubiera sido posible.