Todo puede estimular a la filosofía, algo que sabe muy bien Jaír Villano, escritor caleño y lector devoto de Nietzsche, quien en su más reciente libro ‘Un ejercicio del fracaso’ reflexiona sobre sus ídolos literarios que son, además del filósofo alemán, los escritores Juan Carlos Onetti, Julio Ramón Ribeyro, Marcel Proust y Fiodor Dostoievski.
En la obra de cada uno de estos escritores, Villano encuentra una estética del fracaso, según la cual el arte redime ante la derrota de la vida, que es el triunfo de la muerte, a la que nadie puede escapar. Por otro lado, el ensayista caleño aprovecha su capacidad crítica para analizar temas de la cultura popular, como el fútbol, el mercado editorial y la definición misma del ensayo.
Jaír Villano es conocido principalmente por sus artículos de crítica literaria, publicados en diferentes medios colombianos como El Espectador y la revista Gaceta de esta casa editorial. Su libro tuvo un lanzamiento en el marco de la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo 2023), y en los próximos días se presentará también en Cali.
¿Con qué frase describiría su libro?
Más que una frase, una idea de Cioran, y es que la visión de las cosas no se modifica, lo que cambia es el tono: “Es raro que el fondo del pensamiento se modifique realmente; lo que, por el contrario, experimenta una metamorfosis es la manera de escribir, la apariencia, el ritmo”. Cuando escribí estos ensayos, estaba en una circunstancia de la vida bastante desfavorable y oscura. Hoy en día algunas cosas han mejorado, pero sigo pensando igual o peor...
¿Cómo se convirtió en escritor?
Una tarde, viendo al Deportivo Cali en el Pascual Guerrero, me quedé extasiado ante el cielo rosado que se recostaba sobre Los Farallones. Ese día sentí una sensación extraña. Quise escribir sobre esos colores.
En estos momentos, de pandemia y cambio climático, de fanatismos y adicción a las redes sociales, ¿para qué cree que sirve leer libros?
Siempre servirá, puesto que siempre habrá lectores. La lectura es un ejercicio que estimula todos los sentidos y que suscita una mirada crítica sobre el devenir de la vida y el mundo.
¿Por qué los libros son un refugio?
Porque nos desvinculan de una realidad para llevarnos a otra. Constantemente necesitamos olvidarnos de ciertas verdades, del crudo devenir de la vida (y por eso Nietzsche caminaba por horas enteras y Cioran recorría kilómetros en su bicicleta); sin los refugios la existencia sería insoportable.
¿Cuál fue el principal desafío para escribir este libro?
Entender, como decía Nietzsche en ‘La gaya ciencia’, que “una cosa soy yo, otra cosa son mis escritos”.
¿Cómo es su rutina para escribir?
No creo en los rituales de la escritura. Soy onettiano en ese sentido: escribo cuando me sale, cuando siento la necesidad, cuando se da la cosa. Eso quiere decir que puede ser en cualquier momento del día y bajo cualquier condición. Otra cosa es cuando edito los textos, ahí sí apelo a relajamientos que me aíslan por un momento de la intensidad que siento y deposito en la escritura. Correr y montar patineta me despejan la mente y me ayudan a pensar distinto.
¿Qué opina de las IA (Inteligencia Aritficial) y el auge que tienen actualmente? ¿Cómo podrían afectar la literatura?
La veo con preocupación para el devenir de la vida en este y los próximos siglos. Tanto Nietzsche como Heidegger y otros filósofos lo avizoraron perfectamente: nihilismo aupado por los imperativos técnico científicos. Pero en la literatura me parece interesante lo que pueda ocurrir, y me hace sospechar que el error, la imperfección, los defectos de los autores serán más significativos y quizá más necesarios que en otras épocas. Creo que en un futuro no muy lejano empezaremos a leer obras perfectas, y lo que nos distinguirá de la máquina será justamente el error: la condición falible y sensible que dignifica al humano.
¿Cuáles son los escritores que más valora de Colombia?
Las primeras obras de Tomás González, la única novela de Antonio Caballero, las explicaciones de Estanislao Zuleta, los escolios de Nicolás Gómez Dávila, algunos cuentos de Harold Kremer, los poemas de María Mercedes Carranza y Rómulo Bustos, algunas rabietas de Fernando Vallejo…
¿Cómo lo políticamente correcto influye en usted a la hora de escribir?
Creo que la buena crítica exige incomodidad, incluso con quien la escribe.
Como escritor, ¿cuál es su miedo más recurrente?
Las razones sentimentales por las que un autor se decide a publicar sus libros. Creo que lo más sabio sería ser paciente —trabajar y trabajar y trabajar sobre el trabajo—, aunque no siempre se pueda permanecer en silencio.
¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado un libro, propio o de otro?
Hacerme temblar las manos, como me pasó con Schopenhauer.
¿Cómo lector, qué detesta y aprecia más de un libro?
Que me haga sentir es lo que más valoro. Pero muchas veces ese hechizo se desvanece cuando me pregunto por las razones por las cuales el texto me produce ese efecto, es decir, cuando lo desgloso estructuralmente. Si la composición del libro es igual de buena que su contenido, me parece genial.
¿Es de los que rayan los libros y escriben notas al margen, o de los que leen sin alterarlos?
Los rayo mucho. Un libro que no esté rayado no tiene personalidad. Me gusta rayar todo, incluso mi cuerpo.
¿Qué libro le hubiera gustado escribir?
“Un libro para todos y para nadie”, en otras palabras: ‘Así habló Zaratustra’, pues reúne pensamiento, poesía, literatura. Y mucha locura.
¿Cuál es el autor que más relee?
Nietzsche. Lo considero mi psicólogo.
Su cita preferida de ese autor…
El aforismo 225 de ‘Más allá del bien y del mal’, pues destruye la felicidad como imperativo categórico y habla de la disciplina del gran sufrimiento.
¿Cuál es el libro que recomendaría leer lo antes posible?
‘Humano demasiado humano’ de Nietzsche.