Buenos Aires es una ciudad en la que se puede vivir de dos formas opuestas. Una es la ciudad de rutinas y obligaciones, también de clichés; la Buenos Aires de la realidad. La otra, o mejor las otras Buenos Aires son las que vivimos en la imaginación, esas metrópolis de la ficción cada una distinta según sea el escritor que leamos.
Siguiendo esta teoría las ciudades argentinas más visitadas por los lectores serían la Buenos Aires de Borges, la de Cortázar, la de Sábato, o incluso la Baires canalla de Roberto Arlt y la desdoblada urbe de Emilio Renzi.
Y, aunque Buenos Aires sea infinita como El Aleph, son pocos los lectores que vuelven a ella a través de las nuevas obras de los más recientes escritores argentinos.
Entre estos autores que merecen una visita prolongada está Pablo Hernán Di Marco, un novelista porteño de ascendencia italiana, quien por estos días visita esta otra ciudad literaria: Cali, donde presentará su último libro ‘Un Café en Buenos Aires’ publicado en Colombia por Ediciones Unaula.
Di Marco también es autor de dos novelas: ‘Tríptico del Desamparo’ y ‘Las Horas Derramadas’, ficciones donde narra desde nuevas perspectivas a su ciudad natal, y sin renegar de su tradición literaria, crea dramas humanos con los que un lector de cualquier lugar se puede identificar.
Por virtud de este diálogo, mediado por dos tazas de café, se funden dos ciudades literarias.
-¿Cómo nació tu interés por la literatura?
Mis inicios en la literatura están vinculados a mis orígenes familiares. Todos los recuerdos que tengo de mi padre son de él con un libro abierto, en general algún tomo de la enciclopedia que había en casa, y que por supuesto aún conservo. Supongo que de ahí viene mi amor por las enciclopedias, últimamente cada vez que me piden que recomiende un libro, sugiero leer enciclopedias. Hay que recuperar el amor por la lectura de esos tesoros de cartón y papel.
-¿Qué puedes decirnos de la influencia italiana en tu vida y en tu obra?
Es grande y viene, justamente, por el lado de mi papá, que era italiano. Él nombraba a Bassani, Moravia, Fellini, De Sica como a viejos amigos. Ahora que lo pienso tal vez hayan sido amigos suyos de verdad. Y eso se traslada a mis libros. Mi novela Tríptico del Desamparo es, entre otras cosas, un homenaje a la literatura, arquitectura y pintura italiana.
-¿Por qué esa obsesión en tus novelas con los personajes relacionados de alguna manera con el mundo editorial?
El mundo editorial es un ámbito rico, complejo y mediocre en partes iguales. Creo que así como se puede intentar comprender al mundo desde la descripción de una oficina, lo mismo se puede hacer desde la descripción de una editorial. Los talentos, egos y miserias de los que se nutre el mundo editorial son dignos de infinidad de novelas.
-¿En tus obras aparece siempre alguien que huye o escapa de Argentina, de qué modo estas actitudes son una crítica a la realidad que se vive en tu país?
No me gusta criticar en voz alta a Argentina, pero… es un país del que provoca querer huir, así como se huye del recuerdo de las oportunidades perdidas. No sabés cuánto me entristece decirte esto.
-¿Cuál ha sido tu relación con Colombia?
Mi vínculo con Colombia nace en 2012 cuando mi novela Tríptico del Desamparo ganó la I Bienal Internacional de Novela 'José Eustasio Rivera'. Ese premio me permitió pasar una semana en Neiva, publicar en Colombia, volver invitado tres veces más y descubrir a un buen número de amigos. No conocía a Cali, esta es mi primera vez aquí. Pero ya sé que no será la última.
-¿Por qué te ha interesado la literatura colombiana?
Por el talento de sus escritores. Mis viajes a Colombia potenciaron mi acercamiento a la literatura colombiana. Y en eso jugaron un buen papel mis amigos colombianos que me regalaron libros de Evelio Rosero, Pablo Montoya, Orietta Lozano, Álvaro Cepeda Samudio… Y también tuve la suerte de conocer y trabar amistad con escritores que admiro como Luz Mary Giraldo, Alejandra Lerma, Karolina Urbano, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Betuel Bonilla, Andrés Mauricio Muñoz, Jerónimo García Riaño, Daniel Ferreira, entre tantos más.
-¿Cuál es la imagen que tienes del Buenos Aires literario?
Recuerdo que a mis 5 o 6 años yo iba con mi papá a la Richmond de la calle Florida, una mítica confitería de aire inglés, tenía ampios asientos de madera revestidos de cuero bordó o verde. Más de una vez papá me dijo: “Mirá, ese señor de bastón de la mesa de al lado se llama Borges, y es el mayor escritor de este rincón del mundo”. Y yo no le prestaba la menor atención. Desde luego, mi chocolatada era mucho más interesante que ese abuelo de aire extraviado. ¡Lo que hoy daría por tener a Borges sentado a mi lado!
Buenos Aires es una ciudad muy literaria. Son interminables sus rincones, pasajes, calles, librerías y bares que parecen surgidos de cualquier novela. Creo que toda novela que transcurra en Buenos Aires, o en Cali, está felizmente condenada a tenerlas como protagonistas.
-¿Cómo sobrevive un escritor en Buenos Aires?
Vivir de las regalías de los libros es casi utópico. Quienes no pertenecen al mundo del libro se sorprenden cuando se enteran que los escritores reciben el 10% del precio de tapa de cada libro. Yo, pese a cobrar alguna que otra bienvenida regalía, sobrevivo revisándole cuentos y novelas a otros escritores, que también –aunque de un modo un tanto particular- es una manera de escribir.
-Para algunos escritores colombianos es difícil reponerse al peso que tiene la obra de García Márquez sobre la cultura, en tu caso ¿cómo convives con esos grandes fantasmas de la literatura argentina, Borges, Bioy Casares, Ocampo, Sábato, Piglia, entre otros?
Esos nombres deben ser un aliciente y no una competencia. Y más si hablamos de Borges. Hay escritores que te acercan a la escritura, y hay escritores que te alejan de ella. Si yo pensase en Borges a la hora de comenzar a escribir un cuento, cerraría de inmediato la computadora. Escribir después de Borges tiene algo de profanación, de desobediencia. Pero un escritor debiera ser un tipo desobediente, así que bienvenidas esas contravenciones.
-Pero, ¿cuáles son esos autores argentinos con los que te identificas?
No sé si hablar de identificaciones, sí te puedo nombrar a todos los que vos nombraste antes. Y sumarle a Sara Gallardo, Leopoldo Marechal, Manuel Mujica Láinez, Alejandra Pizarnik... y también a contemporáneos que trabajan mucho y bien: Adriana Romano, Miguel Sardegna, Victoria Vázquez, Marcelo Rubio, Marcelo di Marco, Fernando Sorrentino… uff, no me gusta nombrar escritores porque siempre son muchos los que quedan fuera.
-¿Por qué consideras que los nuevos escritores argentinos se conocen muy poco en el exterior?
Tal vez tenga que ver con los movimientos del mercado literario contemporáneo. Hoy hay más editoriales que antes, pero son más pequeñas y su alcance a la hora de la distribución y la difusión de sus autores es limitado. Hoy el sistema funciona de manera que el escritor está obligado a volverse relacionista público de sí mismo, y no creo que eso sea positivo, ya que quien es bueno creando difícilmente sea bueno en cuestiones de marketing.
-¿Cuáles son las críticas y méritos que encuentras en los concursos y eventos literarios?
Los concursos literarios son fundamentales y suelen ser el único modo que muchos escritores tienen para publicar sus libros. Así que bienvenidos sean. Por desgracia, el mundo del libro peca de las mismas miserias que cualquier otro mundo, así que las trampas y los atajos también tienen peso en estas cuestiones. Y eso el lector incauto no lo sabe. Por eso me gustó tocar este tema en varias entrevistas de 'Un café en Buenos Aires'. Es triste preguntar por la limpieza de los concursos literarios y que sean tantos quienes me hayan señalado que las relaciones públicas valen tanto, o más, que el talento. De todos modos es bueno señalar que son muchos quienes trabajan bastante y bien, con honradez y pasión por los libros.
-¿Qué recomendaciones puedes brindar respecto a la escritura de novelas?
Noto que buena parte de les escritores de estos tiempos pecan de un defecto: están siempre apurados. Escritura y urgencia no tienen ningún punto en común. El principal requisito que precisa un escritor es la paciencia. Si estás apurado por escribir, por corregir y por publicar, mejor dedicate a otra cosa. Este es un juego para pacientes. En fin, quien prepare un manuscrito debe saber que trabaja para el largo plazo, nada ocurre de acá a tres meses, nada ocurre de acá a seis meses. El horizonte siempre se encuentra a varios años. Escribir es trabajar con el largo plazo.
Las novelas se escriben con capacidad, amor y paciencia. Si falta alguna de estas tres patas, la estructura tambalea.
-¿Para vos qué sentido tiene seguir escribiendo novelas?
Escribir novelas no debe tener sentido, no debe ser útil, e incluso tal vez ni siquiera sea necesario, pero aún así es imprescindible. El mundo seguiría funcionando igual si yo cada mañana no besase a mi hijo, pero no pienso dejar de hacerlo.
-¿Cómo es que un escritor argentino escribe un libro de entrevistas, en su mayoría dedicadas a autores colombianos?
En principio imagino que tiene que ver con que estas entrevistas se publicaron originalmente en la revista de Bogotá: Libros & Letras. Pero la directora de la revista, la querida Ileana Bolívar, me permite presentar entrevistas a autores de otros países, y aún así yo entrevisto a muchos colombianos, tal vez sea por lisa y llana admiración.
-¿Qué expectativas te genera esta primera visita a Cali y la presentación de tu libro?
Venir acá ante todo me llena de alegría, porque me permite encontrarme con amigos queridos a los que extraño. Y sé que también me dará la posibilidad de abrirme a un mundo nuevo y a su vez afín. Y está muy bien que así sea, porque de esto se trata este juego de la escritura: de descubrir y explorar mundos nuevos que enriquezcan nuestra vida cotidiana.