Regresar a la obra de Pilar Quintana es encontrarnos con las diferentes caras de una Cali convulsa, sensual, explosiva, ilícita y paradójica: desde aquello que se oculta con vergüenza social hasta los cientos de formas de la música, el amor y las relaciones afectivas.

Hablamos con la escritora ganadora del Premio Alfaguara 2021, sobre la nueva edición de su novela ‘Coleccionistas de polvos raros’, que cumple quince años de publicación.

Pilar Quintana regresará a su ciudad para presentar esta novela en la Feria Internacional del Libro de Cali (FIL Cali), el próximo sábado 22 de octubre a las 6:30 p.m. en el Auditorio Bulevard del recinto ferial.

—¿Cómo ha sido encontrarse con una nueva edición de ‘Coleccionistas de polvos raros’? La eliminación de las cursivas, por ejemplo...

Yo escribí la versión original sin las cursivas. El editor de ese entonces me dijo que las pusiéramos para hacer la lectura más fácil. Yo le dije que se entendía perfectamente, pero él insistió; dejé que se hiciera así pero nunca me gustó. Ahora les dije a mis editores que yo siempre había soñado con quitar esas cursivas y coincidieron conmigo. Carolina López me apoyó en eso. También corregí el nombre de la mamá de la protagonista, Estelita. Yo lo escribí con dos eles y en España algunos lo leían como Estellita. Lo otro es que la primera edición salió muy sucia porque el archivo que enviaron a la imprenta no era el corregido. Para la segunda edición, que es la española, se corrigieron esos errores pero igual siempre quedan cosas. Para esta edición corregimos todo, alguna frase torcida o que no se ve bien lograda; un párrafo que la editora me dijo que no le gustaba... Son cosas que uno ya no es capaz de ver. Es la oportunidad para que el libro quedara más limpio.

—Al volver al libro uno se encuentra con cosas que no vio la primera vez. Hoy siento que es una especie de tragedia griega, eso de ir contra el destino, de lo que ya está escrito.

... y que además ya pasó y no se puede hacer nada al respecto. Son personajes un poco como los de ‘Los abismos’, a quienes les están pasando unas cosas terribles y son incapaces de mirarse a los ojos y decir: “estoy tragada de vos”. Después de un polvo no son capaces de preguntar: “¿ahora qué va a pasar con nosotros dos?, ¿quieres algo más?”, como lo harían dos personas adultas. Es algo con lo que siempre he trabajado mucho: esa distancia que hay entre lo que uno siente y cómo lee a los otros, y cómo lo leen a uno. Es el ocultamiento a través de máscaras.

Esta es una novela de eso: de personas que se ponen máscaras para no ser vulnerables frente a los demás; no hacerles saber lo que sienten en realidad. La Flaca no le va a decir a Aurelio lo que ella siente hasta no saber si él le corresponde; prefiere quedarse callada. Lo mismo el Mono, que le dice a la Flaca lo contrario de lo que él siente, solamente para no ser vulnerable.

—Siento que hubo un experimento narrativo con el final de la novela, unido a esto del destino que ya está escrito. ¿Cómo lo construyó?

Es la novela de una escritora joven que estaba experimentando con lo que tenía, aprendiendo a usar las herramientas de la escritura creativa, los tiempos, los narradores y la arquitectura. Hay novelas que son de personaje, donde el personaje es lo más importante; hay novelas de lenguaje; las hay de universo. Yo creo que esta es una novela de estructura y la hice porque necesitaba aprender a trabajar con unos narradores complicados, jugar con los tiempos narrativos y que el lector entendiera. Yo usé las herramientas para aprender a usarlas. Hacer una novela complicada estructuralmente me dio las herramientas para hacer una novela sencilla y lineal. Ese dominio se aprende en una cosa más difícil y luego puedes hacer una novela de historia, que es lo que más me interesa ahora.

—¿Esa es una diferencia, por ejemplo, entre ‘Coleccionistas de polvos raros’ y ‘Los abismos’?

En mis novelas recientes no hay tanta pirotecnia como en ‘Coleccionistas...’, primero porque ya soy una escritora más madura, y segundo, porque ya tengo claro lo que quiero contar. Aunque el cómo es muy importante, debe estar al servicio del qué. En esa novela yo ponía el cómo primero y el qué por debajo. Es un ejercicio muy típico de escritor joven. Cuando leo a escritores maduros que siguen siendo muy pirotécnicos, pienso que debajo de eso están ocultando que no tienen mucho para decir. Sigo tratando el tema de las apariencias y construyo esa Cali superficial donde las formas, lo que nos ponemos y cómo nos proyectamos hacia afuera es lo más importante, y dejamos de lado lo que en verdad somos. Otra cosa que me impresiona de la actualidad de esta novela es que cuando la escribí nadie sabía que Cali era así de clasista, de racista y con inequidades tan grandes.

—Nadie habla de las cosas difíciles de la maternidad, pocos hablan abiertamente de las cosas incómodas del sexo o de la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo, y en obra lo encontramos. ¿Qué la llevó a tratar en la literatura lo que socialmente sigue siendo vedado?

¡Y nadie dice que Cali es una ciudad traqueta! Lo fue y los narcos fueron unos señores horribles; vengan les digo por qué. Y no es rebeldía; es simplemente necesidad. Esto es verdad y no lo voy a callar. Yo en Cali siempre me sentí mal porque al que es diferente lo rechazan y le hacen sentir que no está chévere, y me decían que yo era muy sensible, que era exagerada. Eso es dolorosísimo para mí porque lo único que uno quiere es que le validen como se siente: “¿de verdad te sentías así? Debió ser doloroso crecer sintiéndote de esa manera”.

Eso es lo único que uno necesita, entonces es bueno hacer terapia. ¿Cuál es mi terapia? Escribir libros.

—Una cosa bellísima de la novela es que el detonante es la música. ¿Por qué escogió a Pink Floyd para arrancar?

En esa época de mi regreso a Cali tenía un amigo que oía mucho Pink Floyd y siempre iba a mi casa y la ponía. A mí me parecía un rock demasiado intelectual hasta que me dijo: venga, leamos las letras, y yo dije: “¡uy, esto es literatura!”. Fue una época en la que yo estaba muy metida con Pink Floyd y encontré ese epígrafe que habla mucho de cómo nos paramos en la sociedad: una máscara y un escudo para protegernos de los otros.

—¿Cómo es la relación con la música en su literatura? ¿Escucha música mientras escribe, por ejemplo?

Yo necesito silencio cuando escribo; no podría escribir con música, aunque me encanta. Me pasó algo tremendo y fue que cuando desaparecieron los CD y la música en formato físico, dejé de oírla. Volví a ella ahorita porque volvieron los LP. Me dedico entonces a poner música, a investigar, a comprar un disco. Yo no he sido muy rockera, pero he tenido amigos que lo son. A mí me gustan más bien la salsa y la música negra: el bolero, el son. Para mí lo más nuevo es Willie Colón.

—En este libro uno ve un ritmo de narración más acelerado si se compara con ‘Los abismos’. ¿Nota eso al revisitar su obra?

Una escritora, no sé si Yourcenar o Duras, decía que había novelas que un autor no debía intentar escribir antes de los cuarenta. Creo que ella tiene razón en el sentido en que solamente después de esa edad eres verdaderamente adulto. Dejas cierta fogosidad de la juventud y ya tienes la capacidad de llegar a lo profundo, de ver las contradicciones y más poder de observación. Yo creo que me pasó eso: dejé de ser una escritora joven después de los cuarenta. No es que no tuviera nada qué decir cuando escribí ‘Coleccionistas...’; sí tenía muchas cosas que decir y ahí quedaron plasmadas, pero es una historia sencilla contada de manera complicada. Es como Pulp Fiction: si ordenas la historia, no es interesante; lo es porque está contada al contrario.

Eso es lo que cambió: hago historias complicadas contadas de manera simple, y hay que leerlas con cuidado para encontrar lo que hay adentro. Están narradas con un lenguaje tan desnudo y una forma tan sencilla, que algunos creen que ahí no pasa nada.

En ‘Los abismos’ la mamá le puso los cachos al papá, se fueron a una finca y luego volvieron a Cali, eso fue todo lo que pasó. Pero lo que pasó fue que la niña se hizo adulta y descubrió que el mundo era una mierda, que de pronto no fue una niña deseada, y todos a esta edad sabemos que ese es, quizás, el momento más terrible de nuestra vida, cuando despertamos al mundo y decimos: “mi mamá es falible y no es perfecta, mi papá tiene un monstruo adentro y el abismo es horrible y fascinante, y de pronto algún día me voy a tirar ahí”. ¡Pasó que a una persona se le instaló su trauma!

En Coleccionistas les pasaron unas peripecias a unos personajes, contadas de manera complicada. Es un libro interesante y yo lo quiero mucho porque me sirvió mucho, pero es una novela más joven donde lo que está puesto es un afuera, la sociedad hipócrita y clasista, la desesperanza social… todo eso está dicho, pero no estamos metidos en el interior de un ser humano. Ahí está la diferencia: la otra es una novela más de afuera, que nos narra una sociedad, y las otras son novelas sobre el individuo y, en ese sentido, son sobre nosotros mismos en la violencia que nos habita, el dolor profundo que tenemos.

—¿Qué sigue después de ‘Los abismos’?

Hice la Biblioteca de Escritoras Colombianas, que fue un trabajo tremendo. Escribí una obra de teatro con Antonio García Ángel, que se estrena el 27 de octubre. Estamos trabajando en un guion y estoy escribiendo una nueva novela. Ya terminé el primer capítulo de seis. La vengo trabajando desde que terminé ‘Los abismos’, por los laditos, y está muy bien planeada; me está fluyendo la escritura.

Eventos de Pilar Quintana en la FIL Cali

Sábado
Mujeres de letras: a las 10:30 a.m. en el Auditorio Bienestar, la escritora caleña, junto a Natalia Mejía y Camila Charry, realizarán un taller en torno a la Biblioteca de Escritoras Colombianas.

Novela: a las 6:30 p.m. en el Auditorio Bulevar, se realizará la presentación de ‘Coleccionistas de polvos raros’.

Domingo
Teatro: la escritora estrenará su obra teatral en el Teatro Esquina Latina, este domingo a las 7:00 p.m.