Gran parte de su vida siguió los votos y principios religiosos, asumidos como una ley en la doctrina de la Iglesia Católica, para construir una espiritualidad que tuviera el poder de guiar a otros. Así lo hizo Alberto Linero, durante 25 años, como sacerdote de la comunidad Eudista. Múltiples libros comprueban su vocación religiosa. No obstante, en 2018, cuando decide abandonar el ministerio sacerdotal, esto no fue un límite para continuar sus investigaciones y reflexiones sobre la naturaleza de la espiritualidad, solo que ahora realiza sus estudios y analiza desde su condición de hombre, de quien comparte las mismas esperanzas, deseos, libertades, miedos y responsabilidades que el ciudadano común.

De esa nueva etapa, en la que Alberto Linero abandonó el tono evangelizador, para asumir un rigor más filosófico al analizar los dilemas existenciales y religiosos que actualmente inquietan a las personas, se cuentan libros como ‘Amar es ganarlo todo, incluso si no te queda nada’ (2021), y su más reciente ‘Espiritualidad para humanos, un camino sublime’ (2022), en el que aborda la vida espiritual como una experiencia abierta —y necesaria— para todos los seres humanos, aun cuando no profesan un credo religiosos, o no son creyentes.

—¿Por qué el énfasis de “para humanos” en el título del libro?

Porque no es un ejercicio proselitista, no busca atraer personas, sino que es una propuesta para todo aquel que tenga corazón y cerebro. Es decir, yo no estoy escribiendo para religiosos, no estoy escribiendo para ciertas categorías de personas, estoy escribiendo para todos los seres humanos. Creo que la espiritualidad es una capacidad humana que todos tenemos que desarrollar.

En ese sentido, el libro no es para ángeles. Porque a veces la espiritualidad pareciera que fuera para ángeles. Tampoco estoy escribiendo para plantas, estoy escribiendo para seres humanos que viven una cotidianidad concreta, que tienen unas virtudes y unos defectos, unas necesidades y unas posesiones. Para seres humanos como los que me puedo encontrar en el MÍO o en las calles de Cali.

—También aclara que lo religioso no es lo espiritual, ¿por qué se confunden comúnmente ambos conceptos?

Quiero desmitificar con este libro, y me da miedo que la gente crea que es un carretazo religioso, me da susto que crean que mi ejercicio es evangelizador en las páginas de ese libro. Y no, lo que el texto quiere es recordarles a los seres humanos que tienen que saber por qué y para qué viven, que tienen que tener conciencia del propósito de su existencia, que tienen que tener conciencia del valor y del significado de lo que hacen a diario.

Eso es espiritualidad, y la espiritualidad es humana, la desarrollan todos los seres humanos, el que hace arte es espiritual. El que escribe un poema, un verso de esos profundos en los que uno se ahoga, es espiritual; el que compone una canción o el que hace una manifestación musical sublime, es espiritual; el que baila y lo expresa artísticamente, es espiritual.

Necesitamos que la espiritualidad sea una propiedad de todos, no de unos cuantos, no de unos que van a un templo o los que van a un culto, o de los que hacen tal o cual manifestación, no, es de todos los seres humanos.

En religión soy católico, apostólico y romano. Lo sigo siendo y llevando mi vida sacramental, es una de las maneras como se concreta la espiritualidad, es una de las maneras, pero no es la única.

Entonces, lo primero que quiero desmitificar es eso, porque mucha gente detesta lo espiritual porque detesta lo religioso, y como la religión tiene su historia de luces y sombras, a veces la gente tiene razón en detestar su experiencia religiosa, porque han vivido experiencias amargas y muy duras. Pero eso no significa que tenga que detestar la espiritualidad, porque negándose a ella cercena una dimensión de su ser que le permitiría crecer y ser feliz. La espiritualidad es condición de posibilidad para ser feliz.

—En ese sentido, plantea que actualmente debemos “reconciliarnos con lo espiritual”, ¿en qué consiste esa reconciliación?

Tres maneras de reconciliarse con la espiritualidad:

1. Desmitificando relatos que nos hacen sufrir. Es que hay algunos mitos religiosos o aún venidos desde las experiencias religiosas que nos cercenan dimensiones importantes del ser.
2. Entendiendo que la espiritualidad se vive en la cotidianidad, en lo ordinario de la vida. ¿Dónde soy espiritual? En el MÍO. ¿Dónde soy espiritual? Subiendo al Cerro de Las Tres Cruces. ¿Dónde soy espiritual? En la Sexta, ¿Dónde soy espiritual? En el estadio Pascual Guerrero o en el de Palmaseca. ¿Dónde soy espiritual? En la vida cotidiana.
3 Descubriendo que la espiritualidad no me quita, sino al contrario, la espiritualidad me da y desarrolla mis habilidades para ser feliz. Durante mucho tiempo se ha hecho una propuesta de la espiritualidad, mostrando lo que no debemos hacer, pero no, más bien tenemos que mostrar son los beneficios, eso es lo importante.

—El libro también es un testimonio de su propia búsqueda espiritual y hay momento donde se expresa en parábolas, ¿para escribir se guía por el estilo expositivo del Jesús de los Evangelios?

En primer lugar, amo a Jesús de Nazaret y él es el maestro de mi vida, entonces no sería extraño que yo, humildemente, haya intentado mostrar en la existencia, en las historias y en las anécdotas que cuento, las manifestaciones de lo sublime, lo hago con mucha humildad.
Pero, además, creo que el discurso espiritual tiene que ser cotidiano. Es que para qué hablamos de la teofanía escatológica que sustenta, radicalmente, la ontologicidad de mi ser, si eso, que es técnico y profundo a la vez, no le dice nada a mi mamá, no le dice nada a mi tío. En cambio, cuando tú cuentas las cosas con la vida diaria, muestras la profundidad de la espiritualidad.

Estoy pensando en un autor, en Jerome Bruner, quien dice que el cerebro tiene dos modalidades de pensamiento: la lógico-matemática, que sirve para los datos, con la que entendemos cosas y la narrativa, para mostrar las intenciones y los valores; entonces yo echo mano de las anécdotas, de las historias, de lo que me ha pasado y he vivido para tratar de mostrar lo sublime de la vida.

—Una de esas historias expresa claramente un prejuicio frente a la espiritualidad, es cuando menciona a una señora que se le acercó al finalizar la eucaristía, y se quejó de que en la misa hubo mucha alegría… ¿Necesariamente lo espiritual debe ser una experiencia solemne o dolorosa?

Fue una experiencia difícil. De hecho, no me invitaron nunca más a esa parroquia. Creo que yo era muy feliz para la espiritualidad que ellos tenían. Creo que cuando el ser humano necesita descubrir sus precariedades para tener algo qué hacer, allí hay un error. Tal vez lo que necesitamos es encontrar nuestras capacidades y habilidades para construir. Allí hay una diferencia, porque no solo miro mis necesidades que son muchas, me concentro más en mirar lo que sí tengo para lograr enfrentar esas necesidades.

La espiritualidad no puede quedar atrapada en la tristeza, la espiritualidad no puede ser asimilada al dolor, no puede ser confundida con sufrimiento. Desde luego que nosotros, de alguna manera, nos centramos en La Pasión, por la experiencia judeocristiana, o más bien cristiana, pero ¡se nos olvidó que el “Man” resucitó!

Necesitamos recordar que la espiritualidad es fuente de alegría, de hecho en el libro hay un capítulo donde analizo esa relación de alegría y sufrimiento.

Pero, yo sospecho que el ser humano amargado no es espiritual, que quien vive triste no es espiritual, el ser humano que no sabe reír no es espiritual, a quien no le guste la vida no es espiritual. A mí me encanta la vida, y recuerdo que a mi abuela le encantaba bailar, además que bailaba bien, y ella me decía que la espiritualidad le hacía mover los hombros, y los movía muy bien, porque tenía ese gen africano tan valioso.

Necesitamos desmitificar eso, para que la espiritualidad sea fuente de alegría en tu vida. No le tengas miedo al placer, no le tangas miedo a la felicidad, no le tengas miedo a eso que te hace sonreír y reír a carcajadas.

—En el libro plantea abiertamente la idea de la espiritualidad asumida desde la diversidad. ¿Por qué es posible la espiritualidad alejándose de las posiciones religiosas que rechazan las sexualidades divergentes?

Allí tenemos una discusión. En primer lugar, porque yo no creo que la espiritualidad se defina en los genitales, en qué haces tú con ellos. Creo que la espiritualidad tiene que ver con los valores de tu vida, con las decisiones que has tomado y las opciones que has hecho.

Lo segundo es que yo creo que el religioso que discrimina a las personas que tienen opciones sexuales distintas a las de ellos, no ha entendido a Jesús de Nazaret. Hoy en día, si nosotros revisamos los textos, nos encontramos con que hay experiencias distintas, y no me vayan a citar a 1 Corintios, porque no lo voy a aceptar, ni voy a entrar a esa discusión con personas que no conocen los textos en griego y que no han hecho un estudio en el contexto histórico del autor, no hoy, porque es que esa es la desgracia, la de coger ese término y traducirlo hoy. Cuidado con eso.

No creo que Jesús haya rechazado a nadie. A mí no me salgan con ese cuento de un Jesús discriminador. En esa época la religión discriminaba a los leprosos y Jesús los tocó, discriminaban a los publicanos y Jesús los puso como ejemplo, discriminaban a los paganos o a los romanos, como el Centurión, y Jesús los puso como ejemplo. Entonces, Jesús no es un discriminador, al contrario, es el amor. Si algo hay algo que realmente discrimina Jesús es la injusticia.

A mí me impresiona la gente que discrimina a alguien por su opción sexual, pero no discrimina a los que hacen injusticias, a los que se roban el erario y destruyen. No, yo creo que la experiencia religiosa es una experiencia de amor. La espiritualidad nos acoge a todos. No me imagino al Padre en el cielo preguntando: ¿qué hiciste con tus genitales? No me lo imagino, tiene uno que ser muy reduccionista para pensarlo.

Lo que sí creo es que la sexualidad tiene que vivirse con responsabilidad, que la sexualidad tiene que estar alineada a un proyecto de vida, que tiene que hacerme crecer y no puede dañar a otro. Eso es otra cosa, ¿verdad? Soy heterosexual, y por ello no me siento mejor que nadie.

—En el libro propone llegar a la espiritualidad desde la contemplación del mundo, es allí cuando reflexiona sobre la relación con los animales, ¿podría profundizar en este aspecto?

Nosotros tenemos que movernos del antropocentrismo al geocentrismo, hemos creído que el ser humano es el centro del universo y eso no es verdad, el centro del universo es el planeta. Por eso necesitamos cuidarnos a nosotros, pero nos cuidamos a nosotros cuando cuidamos el sistema todo en el que estamos. Para lograrlo necesitamos desmontar cualquier relato o cualquier discurso que le haga creer al hombre que depredando puede ser feliz. Si no valoramos a los animales, no vamos a poder subsistir, si no valoramos todo este mundo tan hermoso que tenemos, no vamos a poder subsistir.

De alguna manera intento mostrar, desde el Papa Francisco, con su ‘Encíclica Laudato Si’, desde las palabras de San Francisco de Asís, así como desde la experiencia bíblica; que Dios está presente en la creación. No entiendo, entonces, cómo alguien puede despreciar algún aspecto de la creación si acepta a Dios como creador.

Necesitamos descubrir en los animales a Dios, en las plantas a Dios, en el mar a Dios, en el otro a Dios, es decir, necesitamos entender que contemplar este planeta del que somos parte, no en el que estamos, ese un camino de espiritualidad también.

—Y, ¿cómo analiza la relación entre las personas y sus mascotas? ¿Hay allí espiritualidad?

Si no humanizamos a los animales, yo veo espiritualidad. Los animales pueden ser parte de nuestra familia, nos llenan de ternura, nos permiten encontrarnos, y yo creo que eso es una experiencia espiritual. Quien trasciende a amar a un animal de compañía está viviendo espiritualmente. Pero ¿cuál es el límite para mí, para Alberto José Linero Gómez? Es no humanizarlos, cuando yo comienzo a tratarlos como humanos y quiero que se comporten como humanos, ahí los estamos maltratando, ese es mi discernimiento personal.

—Finalmente sugiere que las diferencias religiosas deberían quedar a un lado cuando se trata de la supervivencia de la especie. ¿Podría explicar más su posición?

Esa idea no es mía propiamente, es del filósofo suizo Hans Küng, uno de los grandes teólogos del Segundo Concilio Vaticano, quien escribió un libro famoso ‘La ética mundial’ y después el papa Francisco ha insistido sobre algunos de esos planteamientos.

Si se trata de la supervivencia de la especie humana, lo que necesitamos es encontrar puntos que nos ayuden. Para qué tener un discurso religioso que me enfrente a otros, cuando lo que está en juego es el nosotros humano, eso no tiene sentido, solo es el fanatismo en que algunos se mantienen. Estamos a puertas de una guerra nuclear, y cuando veo que algunas experiencias religiosas apoyan eso, digo: “no entendimos nada”. No hemos entendido que el sentido de la espiritualidad es que los seres humanos seamos felices, y para ser felices no tenemos que eliminarnos, sino encontrar trascendentales que nos junten. Yo creo que se trata de eso, hay textos preciosos donde se nos muestra cómo el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el budismo, pueden encontrar puntos cercanos, próximos que les ayuden a plantear una experiencia espiritual, y nos ayuden a seguir subsistiendo, porque yo sí creo que estamos en riesgo de desaparecer.