“Así, ha surgido el texto acompasado con la búsqueda del paisaje de los mitos, a la luz radiante del sol de septiembre y con el marco azul incomparable del mar de Creta. Si el sentir maravillado que ha guiado mis pasos en estos días puede transmitirse al lector, ‘Historias de la Atlántida’ habrá cumplido su cometido”. María García Esperón
Este sentir maravillado al que hace alusión la autora es, sin duda, una de las principales características que despliega ‘Historias de la Atlántida’ a lo largo de sus p áginas, así como en las descripciones, diálogos y testimonios de sus protagonistas. Aquí hay una narrativa amena al lector, que se configura en una colección de mitos sobre la Grecia Antigua y sus inicios heroicos, que tiene como punto de partida la gran intención del titán Atlas, descrito acá como rey de Mauritania, de formar un proyecto político llamado la Atlántida.
En reacción a la intención de Atlas, aparecen algunos reyes, como Egeo, que da su nombre al mar homónimo, y que cuenta como uno de aquellos colaboradores y estrategas que contribuyeron directa o indirectamente en la empresa del soberano atlante. Al margen de dichas alianzas encontramos al monarca Minos, el padre de Androgeo –el bello atleta– y de Ariadna, y padrastro de Asterión, el minotauro.
En estas fascinantes historias también nos podemos enterar de las empresas y construcciones de Dédalo, aquel creador genial que colaboró con sus ingeniosos inventos en la puesta en marcha de las ideas de Minos. Así, por ejemplo, podemos maravillarnos con la construcción del mítico Laberinto y con Talos, el gigantesco guardián metálico protector de ciudades; también nos maravillaremos con alas fabricadas apenas con plumas y cera, que imitaban a las de las aves, o máquinas que se asemejaban a otros animales, como una vaca mecánica que podía albergar a un ser humano en su interior. El sentir maravillado de María también se transmite en las narraciones sobre las proezas de héroes como Heracles o su primo Teseo, semidioses que maravillan por sus acciones ejemplares y míticas.
Ese sentir maravillado que ilumina al libro y que conecta las historias para darle sentido, también lo podemos sentir y percibir en las narraciones que funcionan como testimonios: así, podemos conocer de la boca de la hechicera Circe su historia de amor con Odiseo, a la propia Medea lamentando su fortuna y el trágico destino que les depara a quienes confían en ella –como fue el caso de Jasón o el mismo Egeo–. También podemos enterarnos de las consecuencias que tiene la fijación de Pasífae con el regalo de Poseidón, o de Ariadna con Teseo.
Esta obra es una invitación a disfrutar de la mitología griega, narrada una vez más por la voz amable de María García Esperón, que seduce a sus lectores, pequeños y grandes para profundizar con ella en una fuente inagotable de sabiduría.
El libro en su conjunto se configura como una construcción, una ilación, que, a modo del mítico hilo de Ariadna, siempre estará acompañándonos para que no nos perdamos a la hora de embarcarnos en esta aventura por la mítica comunidad de los atlantes, que, a imagen del laberinto, siempre nos estará llamando para que lo podamos recorrer. Así nos lo anuncia la autora, que abre y cierra su obra con dos epígrafes de dos diálogos que Platón dedica a la mítica civilización de la Atlántida: Critias y Timeo.
En últimas, el sentir maravillado se revela en una narrativa que quiere plasmar una sensación de carácter nostálgico por una civilización querida y nunca agotada que, pese al devenir de la historia, siempre estará presente con nosotros en sus relatos heroicos y míticos que nunca nos dejan atrás y siempre nos estarán acompañando.