Más que atraer a las fuerzas ocultas y la hechicería, como advirtieron en su momento los pastores y algunos párrocos, la saga de Harry Potter es una historia que despierta el amor por la lectura, y valga aclarar que esto pasa igual en niños y adultos. Sus protagonistas —Harry y Hermione, incluso Ron que al principio parece reacio a los libros— terminan por convertirse en verdaderos lectores, que ayudados de la grandiosa biblioteca de Hogwarts resuelven los misteriosos hechos ocurridos a lo largo de sus siete libros. Para descifrar un enigma, estos magos prefieren consultar antes una enciclopedia que invocar a Satanás. Y es que el inventario de libros sobre artes mágicas y otros libros mágicos en sí mismos, que se citan durante toda la saga, de no ser ficticios resultarían más interesantes de leer que la misma obra de J. K. Rowling.

Al cumplirse 23 años de la publicación del primer libro de Harry Potter, y cuando el personaje, que según la cronología de la novela nació el 31 de julio de 1980 —el mismo día que su autora—, habría cumplido 40 años en 2020; es apenas suficiente tiempo, y un buen motivo, para que un especialista salido de alguna prestigiosa universidad, publique una necesaria bibliografía crítica, reseñando cada uno de los libros inventados por J.K. Rowling dentro de su mundo mágico. Al menos mis hijas y yo estaríamos interesados en leerlo.

La falta de reconocimiento no ha impedido que el estudio de libros imaginarios sea ya un área fecunda dentro de la crítica literaria, empezando por los diversos investigadores del ‘Necronomicón’, el libro de magia antigua más poderoso de todos, inventado por H. P. Lovecraft. También existen bibliografías y enciclopedias de la Tierra Media, y aunque en el mundo de J. R. R. Tolkien no haya demasiadas referencias librescas, es satisfactorio comprobar que Bilbo y Frodo Bolsón, y al final Sam, terminen siendo los autores de ‘Historia de una Ida y de una Vuelta’, el libro donde los Hobbits cuentan su propia versión de la historia del Señor de los Anillos. Se han escrito innumerables tesis de doctorado sobre los 32 libros que tenía Don Quijote en su biblioteca —entre ellos La Galatea del mismo Cervantes—, y otras más sobre los libros ficticios de Borges —¿quién no ha preguntado por El Quijote de Pierre Menard en las librerías?— y su Biblioteca de Babel. Incluso en Los Simpson la bibliografía imaginaria es extensa, ya que muchos de sus personajes son escritores, como cuando Marge escribe una versión romántica de Moby Dick llamada ‘El corazón arponeado’, o ‘Aullando a una luna de cemento’, el poemario de Moe Szyslak —editado por Lisa—. Por ello, mientras llega ese excéntrico bibliófilo de libros imaginarios, yo saciaré la curiosidad de mis hijas —y la mía—, comentando algunos de esos libros que integran la biblioteca de Harry Potter.

Desde la primera parte de la saga: ‘Harry Potter y la piedra filosofal’ (1997), el joven huérfano empieza a descubrir sus poderes mágicos a través de los libros. En una de las primeras cartas que llegan a la casa de los tíos de Harry, en el número 4 de Privet Drive, se encuentran los primeros libros que conformarán su biblioteca. Se trata de los libros obligatorios para entrar al curso de primer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Además de otros elementos indispensables para un mago como una lechuza, una túnica, un sombrero puntiagudo, una varita y un caldero, aparecen los siguientes títulos: ‘Libro reglamentario de hechizos, primer curso’ de Miranda Goshawk, ‘Historia de la magia’ de Bathilda Bagshot, ‘Teoría mágica’ de Adalbert Waffling, ‘Guía de transformación para principiantes’ de Emeric Switch, ‘Mil hierbas y hongos mágicos’ de Phyllida Spore, ‘Filtros y pociones mágicas’ de Arsenius Jigger, ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ de Newt Scamander, y ‘Las fuerzas oscuras, una guía para la autoprotección’ de Quentin Trimble. Como sabemos, Harry y Hagrid compran estos libros en la fabulosa tienda Flourish y Blotts del callejón Diagon. Cabe destacar que en 2001, Rowling publicó realmente el libro ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’, ampliando de forma libresca su propio universo ficcional.

Pero volvamos a Flourish y Blotts, allí el joven mago quedó tan impresionado por la variedad y vida de esos libros que su amigo tuvo que detenerlo para que no leyera algunos títulos tal vez demasiado peligrosos, así describe Rowling la escena en la tienda: “donde los estantes estaban llenos de libros hasta el techo. Había unos grandiosos forrados en piel, otros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de símbolos raros y unos pocos sin nada impreso en sus páginas. Hasta Dudley, que nunca leía nada, habría deseado tener alguno de aquellos libros. Hagrid casi tuvo que arrastrar a Harry para que dejara ‘Hechizos y contrahechizos’ (encante a sus amigos y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Pérdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y más, mucho más) del profesor Vindictus Viridian”. Es cierto, estos libros más allá de los hechizos y recetas que ofrecen, buscan principalmente despertar el interés de los lectores, reforzando el aura misteriosa de los libros en general. Por ello no es raro, como me ha sucedido, cuando leyendo con mis hijas algunos pasajes de la saga, en el momento que se citan estos libros, alguna de ellas y yo mismo, digamos: “Me gustaría leer ese libro”. Incluso el cretino primo Dudley, como observa la narradora, un joven obsesionado por la televisión, no dudaría en apagar el aparato por descubrir lo que enseñan estos libros.

Desde ese momento, incluso antes de llegar a Hogwarts, Harry se transforma en un ávido lector. “Se quedaba en su habitación, con su nueva lechuza por compañía. Decidió llamarla Hedwig, un nombre que encontró en ‘Una historia de la magia’. Los libros del colegio eran muy interesantes”, dice la narradora. Pero, ya en Hogwarts, Harry descubre que hay alguien mucho más apasionado por los libros que él, se trata de su compañera de curso, Hermione Granger. Será ella quien con sus amplios conocimientos bibliográficos ayudará a revelar el misterio de Nicolás Flamel, en la primera parte de la saga. En uno de los muchos libros que por curiosidad había sacado de la biblioteca del colegio, Hermione encontró la biografía del misterioso personaje y su relación con la piedra filosofal: “Se ha hablado mucho de la Piedra Filosofal a través de los siglos, pero la única Piedra que existe actualmente pertenece al señor Nicolás Flamel, el notable alquimista y amante de la ópera. El señor Flamel, que cumplió seiscientos sesenta y cinco años el año pasado, lleva una vida tranquila en Devon con su esposa Perenela (de seiscientos cincuenta y ocho años)”. Descubrir esto será fundamental para Harry Potter llegado el momento de enfrentar al profesor Quirrel, ayudante de Lord Voldemort.

Incluso Hagrid, un personaje en apariencia alejado de las actividades intelectuales, recurre a los libros para conocer más sobre animales fantásticos, en algún momento los jóvenes magos lo ven sacando de la biblioteca un tomo de ‘Especies de dragones en Gran Bretaña e Irlanda’ y otro de ‘Del huevo al infierno, guía para guardianes de dragones’. Después confiesa que también ha estado leyendo ‘Crianza de dragones para placer y provecho’. De modo que la sección de dragones en la biblioteca de Hogwarts debe ser muy completa, seguro tendrán allí un ejemplar del ‘Manual de zoología fantástica’ de Jorge Luis Borges.

Una característica, a veces inverosímil y, por ello, distintiva del mundo mágico de J.K. Rowling, es que los libros son indispensables hasta para ejecutar los actos más cotidianos. Comprobar esta naturaleza libresca de los magos, sorprende con frecuencia a Harry, quien creció con sus tíos muggles y se ha acostumbrado a realizar todo por sí mismo y usando sus propias manos. Así sucede cuando en la segunda parte de la saga, ‘Harry Potter y la cámara secreta’ (1998), visita a la familia de su amigo Ron, los Weasley, y observa que encima de una repisa están los libros: ‘La elaboración de queso mediante la magia’, ‘El encantamiento en la repostería’ y ‘Por arte de magia: cómo preparar un banquete en un minuto’, cuyos autores no son nombrados, pero dejan claro que en ese mundo el arte de la gastronomía no es muy valorado.

Después de terminar los siete libros de la saga, J.K. Rowling ha continuado escribiendo nuevas historias que complementan el mundo mágico de Harry Potter, publicando realmente algunos libros que eran inicialmente imaginarios.  Otros libros imaginarios de la saga de Harry Potter, son: ‘La historia de Hogwarts’, ‘Dos formas de infalibles de hechizar a una bruja’ y ‘Los secretos de las artes oscuras’.​

Tampoco puede olvidarse la extensa obra de divulgación mágica escrita por Gilderoy Lockhart, un verdadero ‘best seller’ en el mundo de los magos, ganador del Premio a la Sonrisa más Encantadora, concedido por la revista Corazón de Bruja. Entre sus reconocidos títulos se encuentran una ‘Guía de las plagas en el hogar’, que guarda con aprecio la señora Weasley en su casa, y también: ‘Recreo con la banshee’, ‘Una vuelta con los espíritus malignos’, ‘Vacaciones con las brujas’, ‘Recorridos con los trols’, ‘Viajes con los vampiros’, ‘Paseos con los hombres lobo’ y ‘Un año con el Yeti’, todos estos encargados a los alumnos del segundo curso de magia en Hogwarts, pero que finalmente se descubrirá que ninguno se basaba en las experiencias directas de Lockhart, sino de otros magos a quienes él robo sus historias y las hizo pasar por propias. Tal vez, después de 30 años, Harry aún conserve en su biblioteca el ejemplar de ‘El encantador’, la autobiografía que Lockhart le firmó en Flourish y Blotts. ¿Cuánto pagaría un bibliófilo por esa rareza, si existiera?

A medida que avanza la historia, las referencias a libros de magia aumentan de forma prodigiosa, por lo que no pretendo hacer un examen exhaustivo de todo ellos. Pero sería valioso hacer ese inventario y esperar que en algún momento J.K. Rowling los escribiera realmente, tal vez como una necesidad de ir recreando has en el más mínimo detalle su mundo ficticio, así como ha hecho con ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ (2001) citado en la primera parte de la saga, y ‘Quidditch a través de los tiempos’ (2001) donde reúne toda la historia del juego favorito de los magos. Al respecto, podemos mencionar que en la biblioteca de Harry Potter, quien fuera en sus años de estudiante el mejor buscador del equipo de la casa Gryffindor, hay dos preciados libros sobre Quiddicht: el primero es ‘Volando con los Cannons’, regalo de Ron Weasley, reconocido aficionado del equipo Chudley Cannon, y el otro libro es ‘Equipos de quidditch de Gran Bretaña e Irlanda’, regalo de Hermione Granger.

Pero algunos libros de la saga son mágicos en sí mismos, de hecho están vivos y pueden atacar a sus lectores. Y entre estos, el más curioso es sin lugar a dudas ‘El monstruoso libro de los monstruos’, que aparece en la tercera parte de la saga: ‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’ (1999). Es memorable la descripción que hace Rowling del momento cuando Harry ve cómo guardan estos libros en Flourish y Blotts: “Había una gran jaula de hierro que contenía cien ejemplares de El monstruoso libro de los monstruos. Por todas partes caían páginas de los ejemplares que se peleaban entre sí, mordiéndose violentamente, enzarzados en furiosos combates de lucha libre”. Es un libro agresivo por naturaleza, que no se deja leer fácilmente, por lo que Harry y sus compañeros deben sujetarlo como a un animal salvaje, con cuerdas y encerrarlo para controlarlo. Ninguno de ellos descubrió, como solo la sensibilidad de Hagrid podía hacerlo, que para leerlo tranquilamente “tienen que acariciarlo”. Asimismo hay otros libros encantados cuya lectura resulta peligrosa, como aquellos de los que cuenta Ron a Harry, los cuales son guardados en el Ministerio de Magia, donde trabaja su padre, Arthur Weasley. Según cuenta Ron: “Te sorprendería saber que entre los libros que el Ministerio ha confiscado había uno que les quemó los ojos. Me lo ha dicho mi padre. Y todos los que han leído ‘Sonetos del hechicero’ han hablado en cuartetos y tercetos el resto de su vida. ¡Y una bruja vieja de Bath tenía un libro que no se podía parar nunca de leer!”. Este último espécimen bibliográfico me recuerda a eso otro libro monstruoso de un relato de Borges, ‘El libro de arena’. También se menciona otro libro en la saga, que nadie ha podrá leer nunca debido a su materia tan específica, se trata del ‘Libro invisible de la invisibilidad’, que según un empleado de Flourish y Blotts, “trajeron los doscientos ejemplares. Costaron una fortuna y nunca los encontramos”.

Dentro de esta nómina podría incluirse el diario de Tom Ryddle, y aunque este es un objeto producto de artes oscuras, y no un libro exactamente, también fue material de lectura. En la última parte de la saga se comprueba que el diario es uno de los seis horrocruxes de Lord Voldemort, donde dejó parte de su memoria escondida, y cuya característica más sorprendente es que en apariencia permanece en blanco, salvo que cuando se escribe en él una pregunta comienza a revelar el contenido a su lector. Funciona como el asistente de voz de Google, solo que la interacción es siempre por escrito, tal vez la tecnología tenga mucho de magia negra.

Ya en ‘Las reliquias de la muerte’ (2007), el último libro de la saga, pocos días después de la muerte del gran mago Albus Dumbledore, Harry se entera que han publicado un libro muy polémico sobre la vida de su maestro, escrito por una tal Rita Skeeter, a quien buscará luego para conocer algunos secretos del pasado de Dumbledore. Sin embargo, el libro clave en esta parte de la historia serán ‘Los cuentos de Beedle el bardo’, un libro de relatos infantiles para magos donde está el cuento de los tres hermanos y las reliquias de la muerte, de nuevo el misterio final se resuelve con un libro en la mano. Y una vez más, J.K. Rowling decidió escribir realmente este libro imaginario, publicado en 2008, en una edición limitada de siete copias, una de las cuales se subastó en 3,98 millones de dólares que fueron destinados a una fundación infantil. Este recurso de traer a la realidad esos libros imaginarios permite a la autora seguir despejando dudas sobre el pasado y futuro de Harry Potter y su mundo mágico. Pero conociendo la vocación pedagógica de Rowling, intuyo que esa bibliografía imaginaria busca algo más elemental y poderoso: contagiar a los lectores de su gran afecto por los libros, ella creó un juego de espejos para que leyendo la historia de unos magos lectores, a su vez cada uno descubra que la verdadera magia es ese acto tan simple: la lectura, un encantamiento que puede darle vida a cualquier libro, real o imaginario.