Por Juan Moreno Blanco* / Especial para El País
Después de haber leído En agosto nos vemos, la novela más corta del autor, siento que, en primer lugar, en torno a la aparición de esta novela no hay lugar a hablar de infidencias, traiciones, abusos o accidentes, sino que, más bien, como pasa con el Chapulín Colorado, García Márquez “lo tenía fríamente calculado” –como todo lo que siempre hizo. La época de publicación es perfecta y, sobre todo, el lugar que esta novela ocupa en la obra garciamarquiana también es perfecta porque viene a cerrar o a completar lo que, a mi manera de ver, es el último ciclo de esta obra literaria.
Creo que antes de la publicación de esta novela no nos habíamos dado cuenta de que a la literatura garciamarquiana le faltaba algo, y esto era lo que le faltaba: esta novela En agosto nos vemos. ¿Por qué? En mi opinión esta novela hace comprender mejor la anterior novela, Memoria de mis putas tristes (2004), porque, para generalizar, ellas dos representan un último periodo de la literatura de garciamarquiana que habría que llamar algo así como la literatura de la razón erótica.
Y es que, sin esta novela póstuma no entendíamos muy bien Memoria de mis putas tristes; nos parecía que, en primer lugar, había en ella la violencia simbólica del patriarcado; también que no se parecía a la otra literatura de García Márquez y que estaba llena de obsesiones y de una sexualidad con la que guardábamos distancias. Nos parecía muchas cosas, dispersas y centrífugas.
En cambio, ahora que leemos esta novela que acaba de aparecer, logramos ver el contrapunteo entre dos elementos de un ciclo. En él, Memoria de mis putas tristes sería la conciencia del personaje masculino que se despliega en la experiencia sexual, erótica y amorosa en una novela donde los contextos sociales históricos y políticos son mínimos, mientras que En agosto nos vemos trata de la conciencia erótica ya no de un sujeto masculino, sino de un sujeto femenino. Con esta última novela que García Márquez nos debía, se cierra bien su obra, dejándonos el sabor de que en su última etapa el escritor estaba sobre todo concentrado en eso que, copiando a Michel Maffesoli cuando habla de la razón sensible en la posmodernidad, yo llamo la razón erótica.
Ahora, para las relecturas estudiosas de esas dos novelas que se imponen, habría que trabajar o responder a la pregunta: ¿cómo es esa razón erótica en la una y en la otra?, siendo la una, novela de la conciencia masculina, y la otra de la femenina. Sin haber hecho esas relecturas, este es el anticipo que yo puedo hacer después de mi primera lectura de En agosto nos vemos.
Eso es lo feliz de la publicación de esta novela: al fin comprendemos que García Márquez cerró su literatura con ese último ciclo compuesto por estas novelas donde, al fin, se pone en primera escena la conciencia experimentada por sus personajes ante las vivencias del amor.
*Profesor-investigador de la Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle.