Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
1. Regreso a la ficción
A sus 60 años, consagrado como uno de los escritores más populares del siglo XXI en Colombia, Mario Mendoza no se conforma y demuestra que conserva intacto su poder visionario y crítico, que no se agotó en novelas como ‘Scorpio City’, ‘Satanás’, ‘Buda blues’, ‘Apocalipsis’, ‘Diario del fin del mundo’, entre otras, donde personajes marginales, traumados y anárquicos buscan formas de sobrevivir en un mundo a punto de colapsar.
Su más reciente novela, ‘Los vagabundos de Dios’ (2024), es prueba de la madurez que ha alcanzado el escritor bogotano, y marca su regreso a la ficción literaria después de 5 años.
En esta novela, un escritor llamado Adán Santana sucumbe al delirio colectivo provocado por la pandemia, viéndose obligado a hacer un descenso a los infiernos de la locura y la fe, para hallar de nuevo el sentido en una sociedad autoengañada por simulacros de felicidad.
Antes de su presentación en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que se realizará entre el 17 de abril y el 2 de mayo, Mario Mendoza habla del difícil, aunque satisfactorio, camino que debió recorrer para volver a sentirse con la seguridad de escribir una ficción literaria.
¿Cómo fue el proceso para regresar a la novela de ficción?
En 2019, cuando se publicó ‘Akelarre’, culminé una década entera con el mismo personaje, que es Frank Molina, protagonista de la tetralogía que acaba con esa novela. Creo que después de mantener tanto tiempo con un personaje así, un detective autodestructivo, alcohólico y bipolar, no es fácil abandonarlo y cuando logré dejarlo ir me sentí completamente incapaz de volver a la ficción. Además, en 2018 también había acabado un proyecto de largo aliento con una saga juvenil de 10 volúmenes, en la que me gasté escribiéndola casi 7 años.
De modo que no tenía cuerpo para poder soportar una nueva novela, menos mal que en ese momento se cruza el cómic y la novela gráfica en mi camino, un género en el que aprendí a expresarme muy bien, así adaptamos, con Keko Olano, mi novela ‘Satanás’ y surgieron las series ‘El último día sobre la Tierra’ y ‘Mysterion’.
No podía hacer literatura como venía acostumbrado, por eso decidí tomar por el otro lado escribiendo libros de no ficción, de ahí salieron ‘Bitácora del naufragio’ y ‘Leer es resistir’.
Los escritos de largo aliento, con personajes que debía sostener a lo largo de muchas páginas, no me sentía capaz de enfrentarlos. Fue pasada la pandemia cuando empiezo a sentir la necesidad de volver a la ficción, pero me pareció muy difícil, incluso pensé que me iba a retirar de la novela y quedarme solo con el cómic. Al final todo consiste en saber escuchar las voces internas que tenemos, dejar que tomen forma y se expresen, pero sin forzarlo, porque no es una obligación, la historia y los personajes deben fluir con naturalidad.
¿Y cuándo aparece este nuevo personaje, Adán Santana, protagonista en ‘Los vagabundos de Dios’?
Cuando me doy cuenta, en medio de la pandemia, de que me estoy enloqueciendo, que realmente no estoy bien, que no me encuentro en mis cabales y, por lo tanto, acepto hacer un descenso al extravío, pero pensando siempre como escritor, alguien que debe dejar constancia de esa caída al abismo y contarlo. Y Adán Santana, en la novela, es el escritor que abre a los lectores la puerta hacia el abismo y una caída vertiginosa desde la página 1.
El personaje, evidentemente no soy yo. Mi temperamento y manera de ser son distintas a las de Adán Santana, pero sí lo considero un álter ego, al que presté buena parte de mis dolencias y de mi existencia. Se las entregué para que él encarne mejor y sea más verosímil, con algo de autenticidad para que el lector lo sienta cercano. Los personajes son como una procreación, fantasmas que se van saliendo de uno y quedan en una realidad intermedia. En el caso de Adán, es un personaje para mí muy misterioso, a veces fascinante y a veces muy desagradable, porque él toma decisiones con las que no siempre estoy de acuerdo, aunque me sigue pareciendo de todos modos un personaje bueno.
¿La novela también demuestra cómo un escritor busca devolver el sentido perdido al oficio literario?
Sí, exactamente, porque uno pierde el vínculo con el oficio, que debe ser una praxis cotidiana, como en el caso de los atletas, que están acostumbrados a entrenar todos los días, a pensar en su deporte, en cómo se alimentan y se cuidan. Me parece que un artista es igual de disciplinado. Por eso, alejarse del oficio es muy doloroso. La mayoría de los atletas, por ejemplo, cuando sufren lesiones complicadas y deben mantenerse lejos de su disciplina, casi siempre entran en depresión, lo mismo sucede con un artista.
¿Cómo fue el proceso de escritura para esta novela?
Para mí lo más importante es la estructura, que en un libro son como los planos cuando vas a construir una casa. Hay gente que construye casas improvisando, que dicen hagamos un primer piso, aquí va la cocina y acá el baño, por eso vemos por allí un montón de casas horribles. Pero hay gente que diseña antes, que construye guiándose por un plan, con cuidado y sensibilidad, que se demoran un poco más, y yo soy igual.
Como un arquitecto, primero tengo que dibujar la estructura de mi historia y en la medida que voy definiéndola, voy entendiendo el libro que voy a escribir.
También establezco una hoja de ruta, que incluye un cronograma con el número de semanas, horas al día y páginas de texto que debo avanzar, es decir, un plan sumamente estricto, como hacen los estudiantes con sus tesis al final de las carreras. En mi caso, cuando estructuro todo esto, empiezo a escribir y respeto a carta cabal el plan diseñado.
Otra herramienta que me ayuda son las escaletas, como las que se hacen en el cine. Para escribir una novela, hago mi escaleta y voy avanzando por escenas, a veces voy de corrido y otras veces salto escenas, bien sea más adelante o atrás, viajo por toda la estructura y voy fijándome si funciona o no la secuencia, editando donde sea necesario. Parece un trabajo muy dispendioso, es realmente muy difícil, pero a mí me encantó escribir esta novela.
¿Y cómo supera el enfrentamiento con la página en blanco todos los días?
La ventaja de trabajar con escaleta es eso, que como no hacen secuencia, no vas escribiendo lineal, puedes elegir por dónde continuar cada día. Según mis estados de ánimo voy eligiendo qué escena puedo narrar, puedo tener abiertas 250 o 300 escenas en una cartelera, no necesariamente debo escribir la que viene después del día de ayer, puedo trabajar desordenadamente, pero ese desorden tiene un sentido que de todos modos yo conozco, gracias a la estructura que definí.
Otra cosa es que ahora trabajo en los horarios del día, pese a que durante muchos años trabajé de noche y a la madrugada, pero mi salud salió muy afectada, la garganta se me fue deteriorando por los cambios de clima. Tengo una rutina muy organizada cuando estoy escribiendo, empiezo en horas de la mañana y, después del almuerzo, trabajo otra jornada y terminó temprano en las horas de la tarde.
Entonces, esta novela fue su terapia de rehabilitación, en el sentido deportivo del término...
La escribí para liberarme de todo lo que había sucedido en los últimos cuatro años, durante la pandemia, y me parece que fue un ejercicio terapéutico importante. A mí me gustaría que ojalá el lector también la entienda de ese modo.
¿En qué momento pone el punto final?
Después de las últimas correcciones, cuando ya superaste el proceso de pulir y corregir, que es agotador. Pero cuando uno termina y el libro se va para la imprenta, en mi caso, me desprendo por completo de él, ahí queda en manos de los lectores. Es como una resignación, tienes que entregarlo y tienes que acostumbrarte a recibir todo tipo de opiniones sin descomponerte, respetando la posición de todos los lectores.
2. El “best seller” y la autocrítica
En total, 46 publicaciones entre libros, novelas gráficas y cómics, acumula Mario Mendoza en 30 años de carrera literaria, contados desde su primera novela ‘La ciudad de los umbrales’ (1994), ganadora del Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, y que, con la más reciente ‘Los vagabundo de Dios’, hacen del conjunto de su obra uno de los fenómenos editoriales más populares en Colombia durante el siglo XXI.
En 2023, Mario Mendoza fue el escritor que tuvo mayores ventas dentro del catálogo nacional de la Editorial Planeta, a pesar de no publicar ninguna obra nueva, solo un volumen de sus ‘Cuentos completos’ (2023) y una reedición de su libro de ensayos ‘Leer es resistir’ (2022). Precisamente este último libro ocupó el segundo lugar entre los más venidos de Colombia durante el 2022, quedando por encima de ‘Violeta’, la novela de Isabel Allende, y superado solo por un indistinguible libro de autoayuda.
Pero no hace falta acudir a las estadísticas para comprobar que Mario Mendoza es un auténtico ‘best seller’ colombiano, basta contar los primeros 300 lectores, entre niños con sus padres, adolescentes y adultos con sus hijos, que se forman en cada Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), esperando por una firma y una ‘selfie’ con el escritor. Es un fenómeno de masas impresionante, incluso conmovedor, como cuando en la FILBo de 2022, apenas regresando de la pandemia a la presencialidad, aún con restricciones, con distanciamiento y uso de tapabocas, llegaron miles de lectores a la sesión de firmas, portando cada uno un ejemplar de ‘Bitácora del naufragio’, libro de crónicas tremebundas y sorprendentes, que estuvo entre los más vendidos del 2021.
Después de Gabriel García Márquez, son escasos los escritores de obras literarias, en estricto sentido, que se hayan convertido en ‘best sellers’ colombianos. En la improbable lista, podrían incluirse a Laura Restrepo, Héctor Abad Faciolince, Juan Gabriel Vásquez y Piedad Bonnett, por novelas muy exitosas que, sin embargo, sus propios autores no volvieron a igualar en ventas con sus libros posteriores.
El caso de Mario Mendoza es atípico, por cuanto las ventas de sus libros se han mantenido o superado en algunos años. Su primera obra en ocupar un lugar destacado entre los libros más vendidos fue ‘Satanás’ (2002), novela que recrea —desde la ficción— los asesinatos perpetrados por Campo Elías Delgado en Bogotá, en el año 1986. ‘Satanás’ ganaría el Premio Biblioteca Breve el mismo año de su lanzamiento y, para el año 2007, se estrenó la película adaptada del libro.
Más adelante vendrían ‘Buda blues’ (2009), ‘Apocalipsis’ (2011), y después la tetralogía de Frank Molina, una serie de novelas del género detectivesco, protagonizadas por un periodista desequilibrado que descubre las relaciones oscuras entre el poder y el bajo mundo. Compuesta por ‘Lady masacre’ (2013), ‘La melancolía de los feos’ (2016), ‘Diario del fin del mundo’ (2018) y ‘Akelarre’ (2019), son la apuesta más ambiciosa y prolongada de Mario Mendoza por crear su propio universo literario. A lo que los lectores respondieron con entusiasmo, ‘Akelarre’ se ubicó entre los más vendidos del 2019.
Todo indica que el escritor no ha sufrido jamás de bloqueos creativos, por el contrario, entre 2015 y 2023, amplió su alcance, sumando a su trabajo literario publicaciones en nuevos géneros y formatos, como la serie de 10 novelas juveniles ‘El mensajero de Agartha’.
Con los años, el nombre de Mario Mendoza comenzó a tener el peso no solo de un estilo, también de una marca que puede crear en colectivo y fusionarse con otras expresiones.
Como afirma Santiago Gamboa, escritor y amigo de Mario Mendoza, “desde sus primeros libros, él ha ido entrelazando ciertos elementos, que se constituyen como en su marca de estilo. En casi todas su obras encontramos personajes solitarios, que de algún modo van a contracorriente de los valores que imperan en la sociedad moderna, que se sienten excluidos, y a través de ellos, por lo general, hay una reivindicación de los derechos universales, el derecho a una vida mejor o a la libertad, en el caso las orientaciones sexuales diversas”.
Y resalta que “detrás de su estética, el escritor propone una ética de la libertad y del humanismo, es decir, donde los valores centrales son el respeto de los derechos de los demás y la protección de la diversidad en las personas. Mario nunca ha escrito una novela donde el protagonista sea alguien acomodado en lo económico, social o político”.
Después de publicar una adaptación en novela gráfica de ‘Satanás’ (2018), Mario Mendoza estableció una relación creativa con el ilustrador caleño, Keco Olano. Juntos emprendieron una serie de 10 cómics, llamada ‘El último día sobre la Tierra’, que revivió el interés general por este género. Además, publicaron tres novelas gráficas originales, llamadas ‘Mysterion’.
No obstante su apabullante éxito, así como la heterogeneidad de su obra, en algunos sectores académicos y entre la crítica más esnob, se tiende a descalificar la obra de Mario Mendoza por popular, fácil y excesiva, características que, desde otra perspectiva, podrían considerase virtudes.
Ante esto, el escritor responde: “Yo vengo de la academia, fui profesor de literatura por una década entera en el Departamento de Literatura de la Universidad Javeriana, estudié literatura como pregrado y maestría, vengo de la línea académica más ortodoxa, pero rápidamente comprobé que es un mundo muy soso, lleno de pedantería y arrogancia. Por eso me aparté, como un músico que deja el conservatorio y los salones de conciertos para irse a tocar en las calles. Obviamente, si a uno lo ven en la calle o en el metro, de inmediato consideran que no eres el gran artista. Pero a mí no me interesa satisfacer a la academia o a la crítica, yo estoy en otra búsqueda”.
“Estamos en una democracia y la gente tiene derecho a opinar, no hay que satanizar a nadie. Lo único que les pediría a mis detractores sería que me critiquen con la verdad, están en todo su derecho de expresar que no les gusta mi literatura, pero que no mientan, que no la desechen diciendo que a mí me interesa ser comercial, algo completamente falso. Cualquiera que me escuche y analice mi carrera se dará cuenta que he tomado decisiones creativas completamente anticomerciales, como el cómic y la novela gráfica, con lo que no tengo grandes ventas ni mucho menos, ni hay grandes lectores de cómic en Colombia como en Estados Unidos. Y, con la novela juvenil, que es un género de pocos, también me arriesgué. No tengo grandes ventas, sin embargo, me demoré más de una década construyendo esa saga juvenil, que yo amo y me parece de lo mejor que he escrito. No es cierto de que yo esté buscando temas comerciales para vender mucho, uno no puede pretender gustarle a todo el mundo, pero sí pedir que hagan críticas reales”, complementa.
3. La filosofía del escritor
La popularidad de la obra creó una sombra muy larga sobre el escritor, por lo que, Mario Mendoza, su vida y su pensamiento son quizá uno de los mayores misterios para sus lectores. Hasta donde se puede confirmar, nunca se casó y no tiene hijos, dejando su soltería como objeto de múltiples especulaciones.
Pero lo cierto es que hoy, a sus 60 años, el escritor conserva su mirada inquisitiva y severa, así como una voz templada, seria y amable, pero educada en no exhibir sentimentalismo.
En algún momento afirmó que “lo más importante para mí era la obra, todo fue sacrificado en aras de poder hacerla”. Y, sin duda, el volumen de su trabajo literario evidencia toda su dedicación.
Tampoco pueden dejarse de lado las películas basadas en sus libros, que son tres producciones a la fecha: ‘Satanás’ (2007), ‘Los iniciados’ (2023) y su continuación ‘Los iniciados 2′, que se estrenará en 2024. De hecho, la fecha de su publicación en Prime Video será confirmada en el marco de la próxima FILBo, donde Mario Mendoza hará el lanzamiento de esta nueva producción.
Es sabido que puede firmar libros y hablar con sus fans por horas, hacer entrevistas con diversos medios de comunicación al mismo tiempo, centrado en su creación, jamás en su vida. Sin embargo, en sus libros de no ficción, el escritor revela momentos determinantes de su vocación literaria, que son experiencias de su pasado y dejan entrever parte de su personalidad.
En ‘Leer es resistir’, Mario Mendoza cuenta que a los 7 años enfermó de peritonitis gangrenosa, pasando varios meses internado en un hospital, donde descubrió su amor por la lectura, puesto que los libros fueron su único medio para fugarse de la realidad de muerte que lo rodeaba.
“Leemos porque sabemos que un día moriremos, que somos finitos y que necesitamos un poco de trascendencia en medio de tanta banalidad y tanto sinsentido”, escribe en el preámbulo.
Pero no se queda con una reflexión neutra, luego toma una posición más fuerte ante el poder de la lectura: “Leemos porque somos sensibles a un poder invisible que los libros nos transfieren. No creemos en la fuerza bruta, sino en aquella que viene del pensamiento y la creatividad (...) Leemos porque estamos hartos de un mundo agobiante que nos acorrala hasta asfixiarnos. Leemos porque no creemos en las balas ni el terror. Porque no queremos hacer parte de la brutalidad general que vocifera sin argumento alguno (...) Leemos como un gesto de protesta contra toda esa horda de políticos y militares que son analfabetas funcionales y corruptos, y que han sido cómplices de todas las masacres, los genocidios, los falsos positivos y los crímenes (...) Leemos para alejarnos del totalitarismo y de los discursos fanáticos”, expresa como en un manifiesto.
En este sentido, Santiago Gamboa, conocedor en detalle de su obra literaria, considera que “como escritor, Mario Mendoza siempre ha criticado esa serie de valores con los cuales las sociedades modernas tienden a juzgar a la gente, los estándares que sobrevaloran el triunfo económico, el éxito personal, que llega a ser angustiante y oprobioso, en tanto empuja a la gente a la corrupción y a la superficialidad, a la pérdida del humanismo”.
“Mario ha ido haciendo cada vez más sofisticada esta mirada crítica, proponiendo desde la austeridad en la vida, hasta la renuncia a lo que él, con una influencia muy grande de las doctrinas filosóficas orientales, llama el desistimiento o el alejamiento del yo, la destrucción del ego que en muchos de sus libros aparece como el centro de todas las desgracias, el generador de esa necesidad de figurar en todo momento, la obsesión de mirarse al espejo y sentirse orgulloso de que los demás lo reconozcan”, argumenta Gamboa.
Dentro de la estética y ética que Mario Mendoza desarrolla en su obra literaria, ‘Los vagabundos de Dios’ profundiza en el aspecto más espiritual, y aun religioso, que constituye una de los vacíos más flagrantes de la sociedad actual.
Siguiendo con el análisis de Santiago Gamboa, “en su nueva novela, con su conocimiento de la narrativa, nos presenta un escritor que en muchas de sus actuaciones, puede ser muy parecido a la propia figura de Mario Mendoza, pero con la debida protección de la de la ficción. Aquí, a través de su personaje, vemos a un escritor que busca responder con responsabilidad y compromiso a la sociedad que decidió escucharlo, proponiendo ideas y lanzando debates incómodos, surgidos después de la pandemia, pero el personaje, que tiene una vida destruida, va más allá y encuentra a personas también excluidas que han encontrado verdades espirituales, unas delirantes y otras más sensatas, reivindicando las ideas y prácticas de los primeros cristianos, esa fe primitiva que nació entre las catacumbas y la pobreza, cuando sus seguidores no tenían afán de riqueza, sino la plena conciencia de estar participando y compartiendo unos valores superiores a ellos”.
La interpretación es acertada, en tanto, el mismo Mario Mendoza afirma que “yo practiqué meditación con Densho Quintero, que es un maestro zen colombiano, el director de la comunidad Soto Zen de escuela japonesa. Con él me acerqué mucho a esta filosofía, somos grandes amigos y en una época compartimos un dojo, donde yo escribía y meditaba, pero luego con mis accidentes y mis problemas de espalda no pude continuar, cosa que lamento mucho, pero he sido muy cercano al budismo y se nota en los cómics y en la novela gráfica ‘Kaópolis’. Y, en esa búsqueda, a mí también me interesa el cristianismo primitivo, en la medida que tiene una relación con el budismo, porque tiene unos fuertes componentes lúdicos, como la práctica del hesicasmo (doctrina y práctica ascética meditativa), todo esto se nota también en mi última novela, donde exploro el tema del pensamiento religioso”.