Por Juan Camilo Rincón, especial para El País
La poeta, ensayista, antóloga y profesora, Luz Mary Giraldo, regresa a las librerías con una nueva selección de voces literarias. Se trata de ‘Contar la vida como contar los pasos. Antología de cuentos de escritoras colombianas’ (Sílaba, 2023).
Pilar Quintana, Andrea Mejía, Cindy Herrera Estrada, Juliana Javierre, María del Mar Escobedo y Andrea Salgado son algunas de las sesenta y dos autoras contemporáneas que componen este conjunto de textos con los que “hablan, cuestionan, indagan, desnudan, construyen y proponen” desde su existir en y con la literatura.
Nuevas formas de erotismo, exploraciones en la ciencia ficción, el horror y el weird, historias entre lo fantástico y lo grotesco, y el efecto de las violencias son algunos de los terrenos que exploran las letras de las escritoras seleccionadas. “Cada vez más, las autoras se han ido tomando la palabra” afirma Giraldo. Esta antología es una extraordinaria muestra de eso.
¿Cuál fue su punto de partida para construir esta antología? Usted tiene un importante recorrido como antologadora.
Desde hace varios años he preparado antologías de autoras y autores colombianos, de cuento y poesía. De ahí que me inspiré en mis trabajos anteriores, específicamente en ‘Ellas cuentan. Relatos de escritoras colombianas, de la Colonia a nuestros días’ (Seix Barral, 1998) y ‘Cuentan. Relatos de escritoras colombianas contemporáneas’ (Sílaba Editores, 2010), ambos con muy buena recepción.
Desde que elaboré la primera me interesó ver cómo han pensado, sentido y escrito las mujeres a lo largo del tiempo, cómo han ido expresando su mundo personal y cómo dialogan con su época y con la historia o la cultura a la cual pertenecen, y especialmente cómo fueron apropiándose de su propia voz. Cuando preparé la primera, ‘Ellas cuentan’, evidencié que desde siempre las mujeres han tenido qué contar y han sabido hacerlo. De ahí el título: saben contar y hay que tenerlas en cuenta, cuentan porque existen y hay que reconocerlas, lo que se reitera en el título puntual de la segunda: Contar.
¿Cómo fue el trabajo con la primera antología?
Con asesoría de algunos expertos hice un seguimiento desde la Colonia, pasando por el siglo XIX hasta llegar al siglo XX, y en ese rastreo pude detenerme en distintos momentos históricos y lugares consignados en los cuentos y relatos, y encontré verdaderos tesoros. Percibí no sólo las miradas a la interioridad y al mundo doméstico que definían épocas y sensibilidades, hasta ver cómo las autoras han expresado inquietudes políticas, sociales, culturales, religiosas y morales de cada época. Igualmente pude captar distintos temas de interés y las maneras de apropiarse del lenguaje para construir una voz personal, un pensamiento propio. Me quedaron claras las dificultades de encontrar un lugar en un universo invariablemente masculino, donde hasta avanzado el siglo anterior se las replegaba al silencio del hogar y acaso a la escritura de poemas intimistas y confesionales, con los cuales a muchas no se les reconocía su valor literario, perspectiva que en muchos sectores aún persiste. Aprendí también que muchas autoras siempre han querido pronunciarse para ocupar un lugar en el mundo y en las letras pero, sobre todo, han tenido una conciencia crítica que cada vez se agudiza más.
¿Cuáles fueron sus criterios para escoger los cuentos que hacen parte de ‘Contar la vida como contar los pasos’?
No quiero desconocer que estas dos antologías han sido muy importantes en los estudios de narrativa colombiana escrita por mujeres, lo que se evidencia tanto en la recepción como en la amplia reimpresión, especialmente de Contar. Precisamente fue esto lo que nos motivó a Lucía Donadío como editora y a mí como antóloga a medir el pulso a la escritura reciente de las mujeres y preparar una nueva selección. Después de veinticinco años de publicada la primera, y casi quince años después de la aparición de la segunda, no sólo se reconoce el surgimiento de nuevas escritoras, sino la vigencia del universo creativo de aquellas que desde finales del siglo anterior iniciaron su aventura narrativa. No es un secreto la proliferación de escritoras que entre cuento, novela y poesía, se abren paso en el mundo de la literatura y de las expresiones artísticas. De ahí la necesidad de complementar lo que ya se había publicado y asumir el reto de volver sobre las narradoras, mientras simultáneamente concluía una antología de poetas hispánicas contemporáneas, recientemente publicada por Sílaba.
Retomando sus propias palabras, ¿cómo identificó “el mundo y el lenguaje que ofrecen los textos” para reunir estos cuentos?
El encierro causado por la pandemia facilitó la consulta con editoriales y narradoras. Me di a la tarea de leer, releer y definir un amplio corpus de cuentos, para luego seleccionar y confrontar los que me parecieron más representativos o sugestivos en calidad temática y formal, más contemporáneos en atmósfera y lenguaje, más a tono con la generación o época a la cual responde la experiencia vital y verbal de cada autora.
Debía tener en cuenta asuntos propios de la contemporaneidad, no sólo colombiana, sino del mundo actual, para incluir cuentos donde están por igual la vida cotidiana, las preocupaciones amorosas o sociales, los miedos y las angustias que suscita un país en guerra, las búsquedas de mundos alternativos o de temas disruptivos, la exploración en el terror y el horror, en universos fantásticos, ficticios y detectivescos, en fin, realidades, fantasías y fantasmagorías que definen la condición humana. El resultado fueron dos nuevos tomos con cuentos de mayor o menor extensión, de autoras nacidas entre los cuarenta y los noventa, que a su manera cierran el círculo abierto de Cuentan, en la que se incluyeron autoras nacidas entre finales de los treinta y comienzos de los sesenta. La editorial decidió publicar estos dos tomos junto al primero, en tres tomos en uno, con sesenta y dos cuentos, bajo el título ‘Contar la vida como contar los pasos’.
Cuéntenos sobre la poeta mexicana Clara del Carmen Guillén, la autora del texto en el que se inspiró el título ‘Contar la vida como contar los pasos’.
El título surgió precisamente de mis lecturas poéticas. Lucía Donadío y su editorial Sílaba, que acogen muy bien a los autores colombianos y han abierto las puertas a la escritura de mujeres, habían publicado una antología de poetas hispánicas titulada ‘Ojos de par en par’ (2021). Al prepararla me encontré con la poeta mexicana Clara del Carmen Guillén, cuentista, compositora de textos y canciones para niños, nacida en Chiapas, y me llamó poderosamente la atención el tono narrativo, el ritmo, la música aún para cantar la muerte y la violencia. Leyéndola mientras pensaba en cómo titular estos tres tomos en uno, prodigiosamente me llegó la cadencia de su poema “Raíces del miedo”. Ahí estaba el título entre sus catorce versos, cito un fragmento: “Contar la vida / como contar los pasos / mientras siento crecer o descrecerme / como el ferrocarril carril carril / que anuncia en el juego de niños / una paz que se busca en retroceso. / Sus tres pasos atrás ya no se encuentran: / la paz entre zancadas / en las calles de infancia, se pervierte…”. Ahí están concentrados muchos de los cuentos, en ese caminar que es la vida misma, todas sus travesías, su rítmico hacerse, ser y estar.
Usted retoma a la autora feminista Angélica Gorodischer en la necesidad de una literatura escrita por mujeres que rompa con esquematismos y arquetipos. ¿Cuáles son los que rompen las escritoras de esta antología?
Aquí debo agregar que para comprender mejor el mundo de las mujeres estudié un poco sobre lo que se ha escrito acerca de sus conquistas en todos los ámbitos y reconocí la construcción de pensamiento y de poéticas, y los procesos de toma conciencia de su ser histórico y creativo, lo que me permitió definir más claramente el criterio de lectura y selección de las diferentes autoras y cuentos.
Fueron invaluables las reflexiones de Angélica Gorodischer, Josefina Ludmer, Silvia Molloy, Julieta Campos, Rosario Ferré, Fabienne Bradu, Tununa Mercado, Montserrat Ordóñez, Luisa Campuzano y otras autoras con conciencia de género y solvencia creativa. A ellas les interesan los campos de acción, las transformaciones históricas, las maneras de pensarse en el mundo y ante el mundo. Podríamos decir, a la luz de Ludmer, que les interesa mirar “las tretas” de quienes han sido subalternos y salen del silencio, mostrando la tensión existente entre acatar un orden y enfrentarse proponiendo otro, un orden que no sea defender los valores femeninos del pasado sino coherente con modos de ser más contemporáneos.
La elaboración de estas antologías de escritoras me llevó a situarme mejor en la contemporaneidad y darme cuenta del empoderamiento de las mujeres. Han conquistado muchos espacios y en literatura ya no hay temas ni experimentaciones que no quieran hacer. Si entre las décadas de los sesenta y los ochenta se asumió una actitud de rebeldía -a veces rabiosa- contra la mordaza de las instituciones, vista en el afán de desprenderse del intimismo y apelar a denuncias sociales, políticas, al cuestionamiento o señalamiento de la violencia partidista y de las estructuras patriarcales, al lado del reconocimiento del cuerpo erótico. Conquistado lo anterior, y con otros problemas históricos, sociales y culturales tanto regionales como globales, todos los temas y tendencias son susceptibles de ser expresados: hay que decir que el intimismo y lo amoroso que caracterizaron su mundo doméstico y creativo es lo que menos parece interesarles, y que los efectos de las violencias en la vida cotidiana siguen a la orden del día, el erotismo se expresa más naturalmente, se recrean temáticas y universos que eran explorados básicamente por los hombres como lo policial, la ciencia ficción y las experiencias fantásticas y grotescas. Sobra decir que en estos terrenos las autoras se mueven como peces en el agua.