La colonización no ha terminado de concretar sus planes siniestros. Creemos que las cándidas guerras de independencia ante el invasor europeo de finales del siglo XIX nos entregaron el dominio de este nuevo mundo. Error. Las potencias coloniales no han dejado de serlo. A través de nuevas figuras se sigue perpetuando la idea de un primer mundo que oprime y subyuga a otros mundos.
Este año celebramos los 100 años de la publicación de una novela definitiva en la historia literaria latinoamericana: ‘La vorágine’, escrita por el huilense José Eustasio Rivera (1888 – 1928). Esta obra inaugura lo que expertos han llamado el realismo social latinoamericano. Tendríamos que ser más directos, ‘La vorágine’ es un brutal testimonio de lo que en su momento se conoció como “el holocausto del caucho”.
La Amazonía colombiana, peruana y brasileña fueron testigos del exterminio sistemático de comunidades indígenas enteras (Uitotos, Okainas, Yukunas y Sionas) en nombre del progreso y el desarrollo económico de potencias extranjeras. El caucho desató la codicia y convirtió este extenso territorio en lo que el cronista inglés W. E Hardenburg llamó, “El paraíso del diablo”, por allá en 1912.
Tierra del fuego, Isla grande, sur del continente en la frontera de lo que hoy es Chile y Argentina. En la playa de Santo Domingo en 1910, el administrador escocés Alexander Mc Lennan, conocido por los indígenas selkman y onas como el “Chancho Rojo”, citó a las comunidades que había perseguido y aniquilado a un pacto de paz auspiciado por la empresa en la que trabajaba: La Sociedad Explotadora de las Tierras del Fuego (SETF), propiedad de la firma: Menéndez Behelty. La celebración fue un engaño.
La comida y el licor abundante que ofrecieron, sirvió de distractor para que los empleados del “Rey del oro blanco”, así llamaban al pujante negocio de exportación de lana para Europa, exterminaran a cerca de 300 hombre, mujeres y niños, ante la mirada impune de los que buscaban limpiar la isla de sus habitantes originales por orden del poderoso hacendado, de origen español, José Menéndez Menéndez, al que llamaban “El Rey de la Patagonia”. Hoy, a través del cine, se pide cuentas de este capítulo oculto de la historia Latinoamericana.
‘Los colonos’ es una película chilena del 2023, opera prima de Felipe Gálvez. Es un western que utiliza la convención del género para hacer una denuncia histórica. ‘Los colonos’ cumple con el requisito de estas historias de vaqueros: el espacio como protagonista, reduccionismo simple del bien y el mal y la violencia como forma de autoridad.
De manera hábil, el director confecciona un fresco de un territorio imponente, solitario y silencioso. La isla grande que hay que limpiar, es un lugar inexpugnable. Los tres personajes que tienen la misión de exterminio son seres disímiles: McLennan, un europeo peligroso e ignorante, Bill, un mercenario norteamericano dispuesto a todo y, Segundo, un mestizo que se debate entre su miedo y la voluntad de ayudar a los suyos.
‘Los colonos’ es una historia oculta. Hoy, en pleno siglo XXI, se retoma la conciencia social de revisar nuestra historia reciente. El cine latinoamericano es el espacio para ajustar cuentas con nuestra historia social y política.
Con fortuna, películas como ‘Los colonos’, nos dejan clara la importancia de contar las historias desde el punto de vista de las víctimas. Rosa, la esposa de Segundo, una sobreviviente de la tragedia de su etnia, guarda un silencio lapidario cuando un hombre del gobierno le dice que cuente su historia ante una cámara. Rosa calla.