Esta fue la última entrevista que concedió Luis Ospina al diario El País en el marco del pasado Festival Internacional de Cine de Cali, del cual fue director, y que se publica nuevamente luego de conocerse su sensible fallecimiento el 27 de septiembre de 2019 en la ciudad de Bogotá.
Hay seres humanos, escribió el ensayista escocés Thomas Carlyle, cuya biografía comprende también la biografía de un pueblo, de una ciudad.
Luis Ospina es uno de esos hombres. No es posible comprender la historia de Cali, en la segunda mitad del siglo XX, sin comprender la biografía de Luis Ospina ni la historia de ese grupo de artistas y cineastas que surgieron en esta ciudad a principios de la década del 60 del siglo pasado y que se llamó ‘El grupo de Cali’: Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez, Andrés Caicedo, Eduardo Carvajal, Karen Lamassone, Fernell Franco, Miguel González, Ever Astudillo.
Fueron ellos quienes crearon una cinematografía, una literatura, un conjunto de pinturas y fotografías y obras de vanguardia que se convirtieron luego en el origen, en la explosión primera de la que derivaron la mayor parte de las expresiones artísticas que con los años empezaría a dar esta ciudad, que sigue dando esta ciudad.
Los norteamericanos tienen un nombre que no carece de cierto patetismo iluminador para eso: los llamarían ‘padres fundadores’.
En Cali, como se acostumbra, hemos ejecutado un cierto parricidio vulgar: renegamos de Andrés Caicedo, renegamos u olvidamos muchas de las películas de Mayolo y Ospina, mantenemos en un olvido desalentador las fotografías de Fernell.
Pero es indiferente si lo aceptamos o no, y no solo en Cali, sino en Colombia: el ‘Grupo de Cali’, a cuya cabeza estuvo Luis Ospina, es un hito fundador, un fulgor de sentido. El cine colombiano empezó con ellos, con películas como ‘Agarrando Pueblo’, ‘Oiga Vea’, ‘Cali ayer,
hoy y mañana’, ‘Un tigre de papel’, ‘Pura sangre’, ‘Todo comenzó por el fin’, que son también la memoria cinematográfica de esta ciudad amnésica.
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Ospina, director de más de 30 películas, cineasta estudiado e investigado y homenajeado en países como Francia, Portugal, España, Argentina, Chile, Estados Unidos, Italia, viene a Cali -de donde salió cuando sintió que esta era para él una ciudad irreconocible- para la décima versión del Festival Internacional de Cine de Cali, del cual es el director y que se celebra entre el 8 y el 12 de noviembre.
Este año se cumplen 40 años de ‘Agarrando pueblo’, que se ha convertido en una película de culto. Personalmente, creo que es una de las películas más importantes del cine colombiano. ¿A 40 años de haberse estrenado, hace usted un análisis de lo que ha significado esa película, de lo que hubo alrededor de ese rodaje?
‘Agarrando pueblo’, la película que hice hace 40 años con Carlos Mayolo, es quizá la obra más conocida y controversial del llamado Grupo de Cali o Caliwood. Alejados deliberadamente del izquierdismo militante de denuncia, Mayolo y yo lanzamos en 1978 lo que podría considerarse nuestro manifiesto político-cinematográfico: “¿Qué es la pornomiseria?”, como respuesta al cine miserabilista que explota la miseria como mercancía, así como en el cine porno se explota el sexo con fines mercantilistas. De ahí el origen de la palabra inventada por nosotros, que ahora no solo se aplica al cine, sino también a las artes plásticas, la fotografía y la literatura. Contrainformativa de principio a fin y en todos los sentidos, ‘Agarrando pueblo’, quizá el primer falso documental latinoamericano, es una mezcla entre puesta en escena y documental, sobre un típico grupo de rodaje que por encargo de la televisión alemana persigue horrores sociales arquetípicos, pasando por encima los principios más elementales de la ética profesional, del sentido de la información y -por supuesto- de la investigación sociológica.
Precisamente porque, entre otras cosas, se refiere a la ética de filmar al otro, su temática sigue vigente hoy en día y la película ha circulado por el mundo y se ha vuelto fundamental para la enseñanza en escuelas de cine y facultades de comunicación social. Durante estos 40 años la película se ha exhibido en festivales, galerías de arte, museos y encuentros académicos nacionales e internacionales.
En Cali hay una tendencia a romantizar la década de los 70, cuando justamente el llamado ‘Caliwood’ estaba en plena ebullición. Pero, para ustedes que vivieron esos años, ¿cómo era realmente esa Cali?
No solo en Cali sino también en todo el mundo hay una tendencia de mitificar la década de los 70. Casi se podría decir que los años 70 comenzaron en mayo del 68, evento del cual este año se celebra su cincuentenario. Para Cali los años setenta fueron fundamentales porque la ciudad entra de lleno en la modernidad a raíz de los VI Juegos Panamericanos y de una actividad en la cultura inusitada hasta ese momento. Para dar un solo ejemplo local, este año el Museo La Tertulia ha organizado una exhaustiva exhibición sobre esa década, en la cual surgieron artistas y personalidades fundamentales de la cultura de Cali: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo, Eduardo Carvajal, Ramiro Arbeláez, Óscar Campo, Karen Lamassonne, Hernando Guerrero, Óscar Muñoz, Ever Astudillo, Fernell Franco, Miguel González, etc. ¿Cómo era Cali en los años 70? Creo que a lo largo de toda mi filmografía he registrado cómo era esa ciudad de provincia que durante las década de los años 70 y 80 estaba en plena ebullición cultural. Mi último largometraje ‘Todo comenzó por el fin’ es un retrato exhaustivo de esa generación.
Pienso ahora en 'Adiós a Cali–Ah, diosa Cali’, que también puede ser leído como una metáfora de la destrucción de una ciudad que no volvió a ser la misma. ¿Cómo analiza usted lo que las alianzas de la sociedad con el narcotráfico le hicieron a Cali?
Como es sabido por todos, la ciudad de Cali cambió radicalmente en 1971 con motivo de los VI Juegos Panamericanos. Cali pasó de ser una pequeña ciudad de provincia y se convirtió, por diversas razones, entre ellas la violencia política, en una ciudad moderna, con todos sus defectos y conflictos. Por un lado los Juegos Panamericanos cambiaron la fisonomía de la ciudad, ya que se destruyó gran parte de su patrimonio arquitectónico, como dan cuenta mis series documentales ‘¡Adiós Cali!’ y ‘Cali: ayer, hoy y mañana’. Luego el narcotráfico del llamado Cartel de Cali permeó todos los estratos de la ciudad, siendo la cultura una de sus principales víctimas. Una ciudad que fue el centro de la vanguardia del arte y el cine durante más de 20 años, en los año 90 se volvió un desierto cultural.
Hay un cierto sector intelectual caleño que reniega de Andrés Caicedo. ¿Cómo ve usted esa especie de reaccionismo que hay en Cali contra muchos de sus propios grandes artistas?
Yo no le doy mucha importancia a eso que llamas “cierto sector intelectual caleño” que reniega no solo de Andrés Caicedo sino también de toda una generación que, quiéranlo o no, ya hace parte fundamental de la cultura regional y nacional. Creo que la obra de Andrés Caicedo, a lo largo de estos 41 años, ha ido ganando la importancia que se merece; sus libros se conocen en todo el mundo y se han traducido a varios idiomas, entre ellos el inglés, el francés, el italiano, el finlandés, el alemán y el portugués. ¿Qué otro escritor caleño ha surgido desde entonces que supere lo que él hizo y lo que él representa? De unos años para acá está de moda criticar a Andrés Caicedo pero su obra ya pasó la prueba del tiempo. Desde luego que hay quienes quieren quitarle méritos a su obra pero lo que pasa es que Cali es la madrastra de sus hijos; la envidia y, sobre todo, la envidia sin talento, producen ese “reaccionismo intelectual” del que hablas.
Usted ahora vive en Bogotá, ¿cómo es su relación con Cali? Se lo pregunto porque creo que todo el llamado Grupo de Cali ha tenido una relación conflictiva con la ciudad, cosa que se ve en ‘Todo comenzó por el fin’.
Mi relación con Cali ha cambiado desde que abandoné la ciudad en 1995, cuando sentí que ya era un extraño en mi propia ciudad pues no la reconocía, había crecido tanto y los sitios que yo quería fueron desapareciendo y muchos de mis amigos fueron emigrando a Bogotá, cuando las posibilidades de hacer cine en Cali se cerraron, a fines de los años 80. Y no es que me sienta muy a gusto en Bogotá tampoco, ya que nuestra capital es un sitio hostil, violento, caótico y lleno de tráfico. Pero el haber cambiado de ciudad me dio la oportunidad de hacer un giro en el curso de mi carrera. Me olvidé de la ciudad y seguí con mis otras dos obsesiones, que son la memoria y la muerte. Es decir, mi cine dejó de ser una ventana al mundo y se volvió una ventana al alma. En Bogotá, nunca he salido a la calle a filmar como lo hacía en Cali; por un lado por la inseguridad que significa sacar una cámara y, por otro lado, para mí los bogotanos son como seres de otro mundo. Un mundo que no conozco y que no me interesa filmar.
En Bogotá vivo de puertas para adentro y siempre filmo en sitios cerrados o en mi propia casa, como hice en ‘Todo comenzó por el fin’. Por eso me he vuelto un retratista de personas que me interesan y con las cuales me siento muy identificado, como el pintor Lorenzo Jaramillo, el escritor Fernando Vallejo, el precursor del collage Pedro Manrique Figueroa y, desde luego, mis amigos. La verdad no me siento a gusto en ninguna parte. Todo el mundo se ha vuelto un territorio hostil, atestado de gente y de políticos corruptos. Como decía don Luis Buñuel: no vivimos en el mejor de los mundos. Aparte de unos pocos buenos amigos, mi otro vínculo con Cali es el Festival Internacional de Cine de Cali FICCALI, el cual veo como una continuación de ese trabajo cinéfilo que creamos los del Grupo de Cali a partir de 1971, con la fundación de Ciudad Solar, el Cine Club de Cali, la revista Ojo al Cine y nuestras producciones cinematográficas. Guardadas las proporciones, hacer un festival de cine es como tener un cine club.
Y tocando ese tema, ¿qué trae para este año el Festival Internacional de Cine?
Gracias a la Alcaldía y a la Secretaría de Cultura y Turismo Municipal, podemos contar con el sueño, antaño improbable, de un festival de cine que hace visible lo invisible, que exhibe películas que de otra forma no llegarían a la ciudad. Hace años, ir a un festival de cine era un lejano sueño para los privilegiados. Este año el FICCALI cumple 10 años y, con el apoyo, de Acción Cultural Española AC/E, tendremos un foco España–Colombia que nos permite traer una docena de personalidades del cine español y una exposición de fotos.
Por otro lado, la Filmoteca de Cataluña, el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), Videomercury y algunos productores y realizadores independientes nos han apoyado para traer filmes de nuevos directores, así como películas clásicas y básicas del cine español, que van desde la que es considerada la mejor película de habla hispana, ‘Viridiana’, de Luis Buñuel hasta películas míticas como ‘Arrebato’, ‘El espíritu de la colmena’, ‘El desencanto’, ‘El verdugo’, ‘El mundo sigue’, ‘Furtivos’ y ‘Ocaña, retrato intermitente’.
Especial mención se le debe hacer al Legado Val del Omar por permitirnos introducir a Colombia la obra del gran visionario y místico de la imagen José Val del Omar. Como de costumbre la Embajada de Francia y su Departamento Audiovisual nos han colaborado este año para traer al realizador Romain Goupil, director de ‘Morir a los 30 años’, la película emblemática de mayo 68, cuyo cincuentenario vamos a celebrar con filmes de Philippe Garrel, Louis Malle, Vera Chytilová y otros realizadores.
¿Qué otros clásicos veremos?
Para conmemorar el Centenario de Ingmar Bergman proyectaremos varios clásicos de su inmensa filmografía, acompañados de una exposición dedicada al más importante cineasta sueco. Y como Cali y el FICCALI tienen una tradición cinéfila de vieja data, en nuestra sección ‘El cine y su espejo’ incluiremos películas sobre el cine de grandes directores como Jean Luc Godard, Guy Maddin y Bigas Luna.
¿Qué otros directores destaca el Festival?
En ‘Plano General’ exhibiremos obras recientes de conocidos directores como Hong Sang-soo, Nobuhiro Suwa, Agustí Villaronga, Marc Recha y Carmen Guarini. En ‘Primer Plano’ haremos una muestra en torno a la obra de Luis Buñuel y otra de los diarios de David Perlov. Y, como en años pasados, tendremos secciones competitivas para el premio ‘María’ en las categorías de Largometraje Internacional, Largometraje Nacional y Cortometraje Nacional. También habrá encuentros académicos, coloquios, así como un Taller de Guion y un Salón de Productores. Y habrá Cine sin Límites para todos los sectores de la región.
Volvamos a su obra. En su cinematografía hay un intento por crear una memoria de Cali. ¿Qué tanto le falta al arte contar de esta ciudad?
Yo dediqué prácticamente la totalidad de mi obra a hacer memoria sobre mi ciudad natal, desde ‘Oiga vea’ en 1971 hasta 1995, cuando terminé los 10 capítulos sobre la historia de Cali que hacen parte de la serie ‘Cali: ayer, hoy y mañana’.Muchos años después, en el año 2015, vuelvo al tema de la ciudad en ‘Todo comenzó por el fin’, que es como la summa cinematográfica de mi relación de amor y odio con la ciudad que me vio crecer y que yo vi crecer.
Al cine colombiano se le reprocha desde ciertos sectores que se ha vuelto muy conceptual, y que eso en gran parte explica que no le vaya muy bien en taquilla...
No estoy de acuerdo en llamar a cierto cine contemporáneo colombiano como “conceptual”. La palabra “conceptual” se refiere más bien al movimiento en el arte que aparece a finales de los 60 con manifestaciones muy diversas y fronteras poco definidas. La idea principal que subyace en dichas obras es que la verdadera obra de arte no es el objeto físico producido por el artista, sino que consiste en conceptos o ideas. El hecho de que no les haya ido bien en taquilla a muchas de las mejores películas colombianas se debe más bien a que nuestro público ha sido muy mal educado por el cine que predomina en la cartelera nacional, que en su gran mayoría es el pésimo producto hollywoodense carente de todo interés, y además nuestro público está muy mal acostumbrado por la televisión y por las series que están tan en boga ahora. Pero ese no es solo un fenómeno nacional...
Sucede en todo el mundo que las películas comerciales de Hollywood tienen copadas la mayoría de las pantallas y el cine, que por falta a una palabra adecuada se llama “arte”, está reducido al gueto de unas pocas salas especializadas y a los festivales de cine.
¿Cómo es posible tener realmente una industria cinematográfica sólida y posicionada en Colombia?
Colombia nunca ha podido tener realmente una industria cinematográfica. Para esto se necesita de medidas proteccionistas, como existen en Francia, y una cuota de pantalla para el cine nacional, como existe en muchos países del mundo. Mientras una película colombiana no recupere sus costos en la taquilla nacional, es muy difícil que surja una verdadera industria nacional. Yo siempre he dicho que en Colombia no hay una industria cinematográfica, sino películas, unas buenas y otras malas.
Y hablemos de la televisión colombiana...
Sobre la televisión colombiana es poco lo que puedo decir porque lo único que veo son noticieros, que cada vez son peores y responden al poder político. Nunca veo telenovelas, series, realities ni esos horribles programas de la mañana. Uso la televisión para ver algunas cosas, muy pocas en Netflix, y joyas que uno a veces logra encontrar en YouTube. De resto uso el televisor como un medio para ver DVD’s originales y piratas. Para mí la televisión es una aparato de reproducción, que cuando no está en uso es un mueble, un mueble incómodo.