Tímido, amable, introvertido, Quino se identificaba con su personaje Felipe, el mejor amigo de Mafalda. De niño comenzó a dibujar rostros en la mesa del comedor, de madera de álamo. Contó el periodista colombiano Daniel Samper Pizano que fue así como el dibujante argentino empezó a albergar reflexiones, angustias, ternuras y alegrías sin edad.
A través de Mafalda y sus amigos: Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad, y su hermanito Guille, Quino sentó su posición política y social sobre el mundo.
Defensora de la democracia, la cultura y la paz, desde la sencillez, la alegría, la ironía y una ácida ingenuidad, su tira cómica, según Quino, “está sembrada de tópicos argentinos”, por eso siempre se preguntó: “¿Cómo pueden entenderla en otras culturas?”.
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“He decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda me avisan”, dice Felipe de espaldas, mientras que una superficial Susanita sale con uno de sus apuntes: “Todo ha cambiado y el mundo es hermoso”, después de comprarse un nuevo par de zapatos.
Razón tenía el Nobel portugués José Saramago cuando le dijo a Quino en una Feria del Libro de Frankfurt: “Mafalda fue mi maestra de filosofía y debería ser de lectura obligatoria, pero no en los colegios: en las universidades”. Ya Gabriel García Márquez había dicho que una de las formas de la felicidad era la “Quinoterapia”.
Mafalda obtuvo título en filosofía con frases como: “Dicen que el hombre es un animal de costumbres, más bien de costumbre el hombre es un animal”. “Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre”, y la inolvidable “Hoy entré al mundo por la puerta trasera”.
“Los países desarrollados viven cabeza arriba y por vivir cabeza abajo, a nosotros las ideas se nos caen”, es otra de esas frases de antología de la tira cómica. O cuando Manolito argumenta que “los billetes son best-sellers: son de los que más ejemplares se imprimen y las ediciones que más pronto se agotan”.
Qué seguidor de la caricatura no recuerda imágenes como la de Mafalda columpiándose feliz y su rictus cambiando por completo para ponerse serio en cuanto el columpio se frena: “Como siempre, apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión”.
O la pequeña leyendo un aviso en un parque: “Prohibido pisar el césped”, para preguntarse en voz alta: “¿Y la dignidad no?”.
También es inolvidable la caricatura de Mafalda colgando sobre un globo terráqueo un cartel que anuncia: “¡Cuidado! Irresponsables trabajando”.
Hasta la Real Academia Española lamentó la muerte de este latinoamericano universal, que hizo de la imagen el mejor vehículo contra las formas de opresión.