1. Museo cercano
Cuando Ana Lucía era niña, un día visitó el Museo La Tertulia. Allí, ante ese edificio monumental, se sintió maravillada pero también intimidada.
“Vino a mi mente la imagen de un muro”, confiesa, un muro que separa lo que no es para todos, lo que es para otros, un lugar deseado repleto de tesoros que no son para uno.
Pasaron los años y esta caleña, comunicadora social de la Universidad Javeriana de Bogotá, quien hizo una exitosa carrera en la red de bibliotecas públicas y trabajó en equipo con los mejores contadores de historias de un momento dorado de la televisión nacional, estuvo de nuevo frente a ese “muro”.
Había regresado a Cali en busca de un nuevo aire para su familia, cuando una amiga le contó: “En La Tertulia buscan a una nueva directora, tú tienes el perfil para serlo”. A Ana Lucía jamás se le había ocurrido una idea semejante, era casi un “atrevimiento” pensar en dirigir semejante ícono cultural que es La Tertulia.
Ella era comunicadora social y no administradora; con más experiencia en bibliotecas que en museos, y más horas trabajo en producción de televisión que en producción de exposiciones.
Por la insistencia de todos los que conocían su enorme capacidad de trabajo en equipo y su minuciosidad personal para llevar a cabo las tareas más exigentes, se presentó al proceso para el cargo convencida de que jamás sería la elegida. “Sentía miedo, no de que me rechazaran sino de que me contrataran”, dice con humor.
El muro no estaba en La Tertulia, como había creído. El muro a derribar estaba en su propia mente, que debió abrirse a ese nuevo reto cuando entre muchos perfiles el suyo fue elegido para hacer parte de una tradición muy importante de directoras, en el Museo más querido por los caleños.
“Lo primero que me propuse como nueva directora de La Tertulia, hace 5 años, fue lograr que nadie en Cali sientiera ese muro que yo sentí cuando niña. Me propuse romper la distancia. Alimentar la cercanía. Me di a la tarea de ayudar a construir un ‘museo de todos y para todos’, pues esa frase estaba entre los principios rectores de los fundadores del Museo, y la tomé como bandera”, explica Ana Lucía.
Los resultados de esa cercanía son evidentes. Es imposible, hoy en día, pasar frente a La Tertulia sin verla llena de jóvenes, de skaters, de familias que reclaman en la entrada del museo un mantel, gratis, y se sientan en el prado a vivir una tarde de picnic y leer un libro.
A los alrededores de La Tertulia volvió la música. También descubrió -como una investigadora privada- de dónde provenían las bolsas de basura que contaminaban la calle del Museo y corrigió el asunto. Los horarios se extendieron para permitir, por ejemplo, que en los tiempos del Festival Petronio Álvarez locales y extranjeros tengan más tiempo para visitar la colección del Museo, en horarios más asequibles.
En tiempos de Feria de Cali, la programación artística sumada a horarios más amistoso logró el milagro de atraer al gran público salsero a las exposiciones del Museo. Salsa y rumba en Cali, sí, pero también cultura pictórica, gráfica, cinéfila...
Se alió con los festivales de danza, literatura, cine, música, poesía, entre otros que a lo largo del año proponen una agenda muy diversa y nutrida para la ciudad. Ayudó a crear un Museo mucho más alineado con otras entidades culturales y dispuesto a trabajar en equipo.
Ana Lucía hace parte de esos gestores culturales de Cali que, en alianza con los medios y con el sector público, han logrado que la ciudad sea reconocida como el Mejor Destino Cultural de Suramérica 2019, honor que competía con ciudades como Bogotá, Medellín, Santiago, Lima, Quito y Río de Janeiro.
Pero no todo puede basarse en “percepciones” y “sensaciones”. Hay que hablar de tareas ejecutadas, de nivel de cumplimiento de metas, de resultados en cifras, de personas alcanzadas. Y allí la labor de Ana Lucía y su equipo también revela puntos importantes.
Se incrementó en 103 por ciento el número de visitas al Museo, en los últimos cinco años. En 2012 entraban al año 53.470 personas, y en 2018 fueron 105.140 visitantes.
Solo a las exposiciones artísticas entraron en el año 2014 más de 23.000 personas, y en 2018 esta cifra creció hasta superar los 42.000 visitantes. La Cinemateca marcó otro hito en estos años: el Museo pasó de recibir 10.000 personas en 2014, a 24.000 personas en 2018.
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El público asistente no proviene principalmente de colegios, como podría pensarse. El 30% de las personas que van al museo son adultos menores de 65 años, que no tienen ninguna obligación de ir y sin embargo lo hacen por placer y gusto. Los ingresos del Museo también se han multiplicado en estos años, pues pasó de $1.402 millones en 2004 a percibir $2.328 millones en 2018, y estas cifras esperan superarlas en 2019.
Los recursos propios también crecieron, de tal suerte que el Museo depende menos de los recursos del Estado hoy en día. Si en 2014 los recursos propios del museo eran de solo 19% del presupuesto, estos subieron a 33% en 2019.
Parte de la razón está en las alianzas que ha buscado con prestigiosos centros culturales como el Goethe Institut, que financió la exitosa exposición ‘Carretera al mar’, una de las más vistas el año pasado.
Con la Universidad de los Andes obtuvo el apoyo para otra exposición muy exitosa: ‘Graficas Molinari’, que mostró cómo los íconos religiosos de las estampitas que circularon por toda Colombia en los años 70 y 80 fueron hechos por la imprenta Molinari, en Cali.
Por esta vía de crear redes y alianzas, la Embajada de los Países Bajos financió la muestra fotográfica con las imágenes ganadoras del World Press Photo 2019, que atrajo a miles de caleños por su sentido de la actualidad sumado al de una profunda sensibilidad estética.
Y cómo olvidar muestras tan queridas por los caleños como la exposición de Tejadita, o la gran muestra de la ilustradora caleña Power Paola, cuyos dibujos han sido llevados al cine con gran éxito.
Una mezcla de riesgo y apertura, sin perder de vista la apuesta por la calidad artística, además de un juicioso manejo de las finanzas y un estilo cercano y abierto, han hecho que los muros que pudieran existir, ya fuera por desconocimiento, por “percepción”, o por timidez del gran público, cedan para dar paso a un gran puente que hace sentir a los caleños más cercanos a su Museo.
Dice su colaboradora cercana Claudia Bastidas, jefe de Mercadeo del Museo: “Me gustaría que ella fuera más creída con sus logros, porque es una berraca, pero es muy humilde. A la vez esa sencillez suya es el secreto de su éxito”. Si algo se le critica es que el museo “se volvió más popular”, “dejó de ser tan exclusivo”, “ahora va otra gente”. Lo que, para Ana Lucía, es todo un elogio.
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2. Lo que la desvela
Para poder lograr las cifras y los resultados que el Museo enarbola hoy, muchas noches en vela se han requerido. Un cargo de tanta visibilidad como el que ostenta Ana Lucía Llano le da acceso a muchas puertas, pero también la altísima responsabilidad que tiene sobre los hombros la convierte a veces en blanco directo de las críticas.
Ha habido momentos de tensión, como las quejas de los vecinos por el ruido, las tutelas para que se limiten los horarios y decibeles de los eventos masivos; cartas insultantes que la acusan de ‘atraer el populacho’ e incluso amenazas temerarias, entre otros. “Porque es un alma sensible le duele todo esto, pero Ana Lucía es una dama, una trabajadora incansable que vive para elMuseo; ella sabe que la visibilidad de su cargo tiene un costo”, explica su colaboradora Claudia Bastidas.
“Mi motivo de desvelo número uno es la lluvia”, explica Ana Lucía, y la razón es que el talud de la montaña amenaza siempre con venirse abajo causando desastres en las instalaciones del Museo, por lo que han hecho grandes labores de reforzamiento de muros en los últimos años.
Otro fundamental motivo de angustia es conseguir los recursos económicos que el Museo requiere para seguir funcionando. Grandes aliados han sido el Ministerio de Cultura, la Alcaldía y Comfandi, pero también empresas antioqueñas como Bancolombia y Celsia.
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Bancolombia, con el programa Museo +Escuela, forma a miles de niños y permite irradiar diferentes territorios y comunidades educativas del Valle. Por su parte el programa C, de Celsia, creado en la capital paisa en asocio con el Museo de Arte Moderno de Medellín, apoya a artistas emergentes del Valle a través de La Tertulia.
“Necesitamos que el apoyo de la empresa privada de Cali sea mucho más grande, no solo en exposiciones puntuales sino de manera sostenida en el tiempo”, explica Llano, y destaca la donación de la casa Obeso-Mejía que le ha servido a La Tertulia para ampliar su actuar.
3. En la intimidad
En pocas palabras:
¿Qué aprendió de su familia?
Mis hermanos son mi orgullo permanente, nacimos en las lomas empinadas de Juanambú, y adentro de la casa nueve hermanos creando, todos universos distintos. Hoy unos tienen Manitoba, otros tienen otros emprendimientos, pero desde niños estaban creando. La mesa era infinita, se ampliaba para recibir a un amigo más, además de papá y mamá.
¿Cuál es su gran talento?
Conectar.
¿Qué pérdida marcó su vida?
Que mi padre Álvaro Llano se hubiera muerto de infarto siendo un hombre joven y fuerte, una maravilla de padre presente, que me cargaba para llevarme a la cama a la hora de dormir. Eso lo cambió todo, y aún hoy en día no termino de superar ese vacío. Él murió cuando yo tenía 12 años, mi madre nunca había firmado un cheque y tomó las riendas de la casa, ella nunca dejó de amarlo, mi recuerdo de ellos es que siempre se estaban besando. Mis hermanos eran adolescentes cuando él murió. Nuestra red, la familia, los amigos de mi papá, todo el mundo nos rodeó.
¿Qué tipo de niña fue...?
Una muy tímida. Mis siete hermanos hombres son muy alegres y divertidos, entonces la voz de nosotras nunca se oía.
Un director de cine indispensable para usted
Almodóvar.
La música que busca por instinto
El rock español de los 80 y 90.
El viaje de su vida
Trabajábamos todo diciembre y en enero nos íbamos los cinco hermanos menores, cogíamos el carro de Manitoba, un Susuki sin carpa, y nos íbamos a Salinas, Ecuador; otra vez llegamos a Coveñas... son viajes que recordamos muertos de la risa.
El lugar donde recarga energía
Bitaco, nuestra finca, que nunca está sola, vive llena de personas pero allí estoy en casa. Siento la potencia del pasto húmedo, el sabor del chontaduro, la sabiduría de las frutas y en especial la fuerza de un zapote: por fuera el zapote es áspero, rústico, pero tiene un sistema para abrir, adentro contrastan el café y el naranja, se sostiene de algo tan frágil, y solo cae si está podrido. Para admirar el arte hay que empezar por admirar la sabiduría de la naturaleza.
Se dice...
Tomás llano, hermano:
“Ana Lucía es una hermana incomparable, sus hermanos la admiramos por su mezcla de inteligencia y humanidad. Es humilde y sencilla al extremo, no conoce el elitismo. La razón es que fuimos una familia de muchos hermanos, pasamos por momentos duros, y aprendimos que hay que compartir y trabajar en equipo. En casa había una señora que ayudaba a mi mamá, y tenía una hija. Ana Lucía siente a las dos como sus grandes amigas, para ella no hay empleados sino amigos, es igual con los más sencillos y los más ricos, respeta al campesino, a la persona de la calle, trata con igual respeto a todos”.