No cabe duda alguna de que Julio César Londoño es uno de los escritores más interesantes y más reconocidos de lo que se podría llamar el canon contemporáneo de la literatura que se hace en el Valle del Cauca.
El de Londoño es un estilo inconfundible. Una literatura erudita con ecos borgianos -citas constantes a los clásicos, enunciación de paradojas matemáticas o filosóficas-, un finísimo sentido del humor y una tendencia lacónica en la que nada está de más.
El escritor palmirano presentó este jueves el libro ‘Sacrificio de Dama’, publicado por la editorial Random House, un compendio de cuentos y ensayos en los que su identidad como narrador erudito se manifiesta en una de sus más agudas formas.
Hablemos de la historia de este libro, ‘Sacrificio de Dama’. ¿Cómo surgió?
Se trata de un compendio de cuentos y ensayos que yo he venido escribiendo desde hace muchos años. No son cuentos que tenía guardados en un cajón esperando por publicar, no. Gran parte de ellos ya se publicaron en un volumen llamado ‘Cuentos Exactos’, y parte de los ensayos también se publicaron en ‘Los pasos del escorpión’. Lo que hicimos con Random House fue retomar varios de esos cuentos y ensayos para publicar este nuevo volumen.
El cuento que le da título al libro cuenta la historia de un hombre
que consigue una máquina de jugar ajedrez y se obsesiona con ganarle. ¿Cómo le llegó esa historia?
Hace unos 20 años yo trabajé como almacenista en una obra civil y allá
me regalaron una máquina para jugar ajedrez, con la que me aficioné muchísimo. Encontrar una máquina que juega ajedrez fue para mí muy sorprendente. Yo soy un aficionado a este juego y creo que, contrario a lo que piensa mucha gente, el ajedrez implica unos profundos principios de inteligencia, casi unos principios artísticos, más allá de tener toda una biblioteca de aperturas, como creen otros. Y encontrar esta máquina fue una gran sorpresa.
En el cuento el narrador le gana a la máquina. ¿En la vida real también lo logra?
Bueno, la verdad es que jugué muy buenas partidas, pero siempre perdí contra la máquina.
En toda su literatura hay una fuerte influencia de Borges. ¿En qué se traduce?
Leer a Borges me marco mucho. Caer en las manos de un señor que escribe y hace crítica de una manera tan deliciosa y que tiene la capacidad de llevarte de la mano por los clásicos fue una gran fortuna.
Creo que Borges es un escritor que influye muchísimo en quien lo conoce. A mí, además, me ayudó a tener una muy buena relación con la crítica, que es un género que muchos escritores miran muy mal.
Usted, a diferencia de muchos otros cuentistas, plantea en sus cuentos problemas abstractos, metafísicos. ¿Por qué no, siguiendo la corriente actual, se decidió por contar historias más personales?
Cuando yo escribí estos cuentos la tendencia en la narrativa era más del cuento fantástico e imaginativo. Ahora, como dices, la tendencia es de la literatura vivencial, historias de amor, de soledad, conflictos personales.
Yo creo que escribir ese tipo de historias es muy complicado, hay que tener un gran pulso de escritor para narrar un cuento en el que el argumento sea relativamente simple. Yo no me siento una gran pluma y por eso me he decidido a construir argumentos más ingeniosos, que atrapen al lector por los conflictos y los giros en esos conflictos que se plantean.
Usted es un gran lector, cosa que cualquiera puede notar al leer sus columnas en El País y El Espectador. A su juicio, ¿qué no debe faltar nunca en un buen cuento?
La tensión. Un buen cuento debe tener siempre la tensión, no puede ser una narración flácida que dé la impresión de no dirigirse a ninguna parte. Ese para mí es el elemento esencial para todo gran cuento.
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