Hoy, 9 de abril, se conmemora unas de las fechas más importantes de Colombia. Esta fecha, pero en 1948 marcó un punto de inflexión no solo en la historia política de Colombia, sino también en la transformación urbana de Bogotá. Recordado como el Bogotazo, este día sucedió el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder político, y favorito para la presidencia de ese año.
Juan Roa Sierra, quien fue señalado como el responsable del asesinato de Gaitán, fue capturado por una turba enfurecida en las calles de Bogotá. La muchedumbre, llena de ira no dudó en tomar la justicia en sus propias manos y asesinar a Roa.
Fue tal la violencia social que se vivió ese día que su cuerpo desnudo y destrozado fue arrastrado por las calles y finalmente dejado frente al Palacio Presidencial, donde permaneció expuesto durante dos días como un una especie de recordatorio de la violencia que sacudió a la nación.
El asesinato de Gaitán fue un punto de inflexión de la violencia en Colombia, pues él destacaba por su extraordinaria destreza como orador y por su sólido compromiso con las causas populares, esto se evidencio con su participación en eventos como el debate sobre la Masacre de las Bananeras en 1928. Su trayectoria política abarcó diversas funciones, entre las que se incluyen la alcaldía de Bogotá, el desempeño como ministro de Educación y Trabajo, así como múltiples periodos como congresista, y era el candidato favorito a la presidencia colombiana.
Sin embargo, el impacto del Bogotazo trascendió más allá de los eventos políticos y la violencia desenfrenada. También marcó el comienzo de una nueva era en la planificación urbana de Bogotá. Durante años, diversos actores, como la Sociedad Colombiana de Arquitectos y los editores de la revista Proa, habían abogado por transformaciones significativas en la ciudad.
En lugar de las antiguas estructuras coloniales y las edificaciones de estilo tradicional, se propusieron nuevas formas arquitectónicas que reflejaran la modernidad y el progreso. Estas incluían edificios construidos con concreto y acero, con fachadas de vidrio que permitían una mayor luminosidad y transparencia. Además, se priorizaba la integración de equipos técnicos y tecnológicos de vanguardia, como ascensores, sistemas sanitarios y eléctricos avanzados, y otras comodidades modernas.
Estos cambios se inspiraron en las ideas del arquitecto Le Corbusier, quien propuso las cuatro funciones esenciales de una ciudad moderna: habitar, trabajar, recrearse y circular. La necesidad de reconstruir y modernizar Bogotá tras el Bogotazo impulsó la implementación de estas ideas, llevando a una transformación radical en la apariencia y la funcionalidad de la ciudad.