Cuando hace casi un año se pospusieron los Juegos de Tokio, los organizadores prometieron que su celebración en 2021 sería la prueba de la victoria sobre el covid-19, pero a seis meses de la cita olímpica el triunfo todavía parece lejano.

El largo camino hacia los segundos Juegos en la capital japonesa está lleno de obstáculos, desde las acusaciones de corrupción al temor por el calor veraniego en Tokio.

Pero ninguno ha cobrado el protagonismo de la pandemia, que ya forzó a aplazar los Juegos por primera vez en la historia olímpica en tiempos de paz y que ahora amenaza directamente con su cancelación definitiva.

Públicamente, los organizadores siguen manteniendo que los Juegos se celebrarán de manera segura aunque la pandemia no esté controlada cuando se encienda el pebetero el 23 de julio.

"Precisamente porque estamos en esta situación que necesitamos recordar los valores del Olimpismo, que la humanidad puede convivir pacíficamente a través del deporte", aseguró a la AFP el director general de Tokio-2020, Toshiro Muto.

El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, dijo este jueves a la agencia japonesa Kyodo que los Juegos se disputarán según lo previsto y que "no hay un plan B".

En estos momentos, Tokio y otras partes del territorio japonés se encuentran en estado de emergencia por el virus y crece el desencanto entre los ciudadanos del país asiático a la celebración de los Juegos en estas condiciones.

Un sondeo de hace un mes reveló que el 80% de los japoneses se opone a la celebración de los Juegos en 2021, con el 35% favorable a la cancelación y un 45% pidiendo un nuevo aplazamiento.

Antiguos deportistas también se han mostrado favorables a esta posición, como el británico Matthew Pinsent, excampeón olímpico de remo, que consideró "ridículo" celebrar los Juegos e instó a un aplazamiento a 2024.

Los máximos responsables de Tokio-2020 ya han asegurado que otro aplazamiento es "absolutamente imposible" y planean medidas contra el nuevo coronavirus que, según ellos, garantizarán la celebración segura de los Juegos, incluso sin vacunas.

Un informe interno de 53 páginas publicado en diciembre describe medidas que incluyen desde prohibir la presencia de público a realizar regularmente test a los deportistas y limitar las estancias en la Villa Olímpica.

La esperanza de las vacunas

A todo ello se añade el incremento de los costes de los Juegos.

Las medidas sanitarias y el aplazamiento han incrementado el coste previsto en 294.000 millones de yenes (2.800 millones de dólares) para un total, mínimo, de 1.640.000 millones de yenes (15.800 millones de dólares), lo que haría de Tokio-2020 la edición de los Juegos de verano más cara de la historia.

Los esfuerzos por reducir costes, como 'abaratar' la ceremonia de apertura o 'retocar' a la baja la imagen de los Juegos, no han servido más que para lograr ahorros mínimos.

A medida que los casos de covid-19 aumentan en todo el mundo, muchos deportistas están luchando aún por conseguir su clasificación, con numerosas pruebas preolímpicas aplazadas o alteraciones de los planes de entrenamiento por la pandemia.

Los miles de voluntarios que planean colaborar en la organización de los Juegos también han quedado en el limbo, pese a que se mantiene el recorrido de la antorcha olímpica a través de todo el país a partir de marzo, aunque con refuerzo de las medidas de distanciamiento social.

Japón lucha contra el reloj por no perder por tercera vez en la historia la organización de unos Juegos, después de las ediciones de Verano e Invierno de 1940 por la Segunda Guerra Mundial.

La cancelación supondría un duro golpe para el movimiento olímpico y un ataque al orgullo nacional japonés, sin hablar del enorme impacto financiero.

Los responsables de Tokio-2020 están convencidos de que el entusiasmo popular regresará en los próximos meses, cuando el número de vacunas disponibles sea mayor.

Las autoridades japonesas tienen que aprobar aún la vacuna contra el covid-19, pero el primer ministro Yoshihide Suga anunció que espera que las primeras inyecciones puedan aplicarse a partir de finales de febrero, dando prioridad en la vacunación a los ancianos y al personal sanitario.

Responsables japoneses y olímpicos han asegurado también que la vacuna no será un requisito para los atletas y los eventuales espectadores, aunque el presidente del COI, Thomas Bach, declaró que la instancia "realizará grandes esfuerzos" para asegurarse que los participantes en los Juegos estén vacunados.

Esta posición ha generado críticas sobre el hecho de que los deportistas puedan pasar por delante de otras personas más vulnerables a la hora de ser vacunadas, un requisito que el ejecutivo del COI Dick Pound calificó de necesario para celebrar los Juegos de manera segura.