Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
La Selección Colombia Femenina de Fútbol de Amputados viaja en un bus por Barranquilla. Junto a una ventana está la referente del equipo, Yady Fernández. La conocí una década atrás, cuando entró a un banco repleto en su ciudad natal, Palmira.
Apenas abrió la puerta, Yady caminó segura y directo hacia el cajero pese a la extensa fila. Nadie protestó. En cambio, todos la miraban en silencio. Miraban hacia sus piernas.
Hacía menos de un año, Yady era futbolista. Jugaba en el Club Deportivo Achamán de España. También formaba parte de la Selección Colombia. Sin embargo, sufrió un siniestro de tránsito. Un carro estrelló la moto en la que viajaba con su primo. Debieron amputarle su pierna izquierda.
En el banco, Yady llevaba puesta una camiseta y unos pantalones cortos. Todos en la fila seguían mirando hacia sus piernas. En realidad observaban su prótesis. Los pantalones cortos eran a propósito, me contó después. Mostrar la prótesis hacía parte del proceso de adaptación a su nueva vida, enfrentar todos los días el miedo a ser mirada con detenimiento. Por esos días Yady se preparaba para formar parte de una academia de modelaje exclusiva para personas con alguna condición de discapacidad física.
– Desde niña me gustaba la idea de ser modelo. Nunca lo hice porque no tenía el valor de dejar el fútbol. Y aún, de hecho, no lo tengo. Pero debo seguir. Por eso acepté la invitación del diseñador de modas Guío Domínguez para ser parte de su agencia de modelaje para personas en condición de discapacidad, personas con capacidades diferentes. Ser modelo también es una manera de hacerse fuerte ante las miradas de la gente – me decía Yady en aquel entonces.
Tras una participación corta en el modelaje, se dedicó al ciclismo adaptado. Es campeona nacional. Hasta que hace unos meses Édgar Blanco, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol de Amputados, la invitó para que hiciera parte de la Selección Colombia que disputará el primer Mundial Femenino de Amputados que se inició el 2 de noviembre en Barranquilla y finalizará el 11, con la participación de 12 países.
En el bus, Yady dice:
– Ser parte de este equipo significa muchas emociones para mí. Yo pensaba que la vida me había quitado para siempre el deporte que he amado, el fútbol, y ahora la vida me vuelve a poner en él en condiciones muy diferentes. Eso lo hace aún más retador, con ganas de dar lo mejor. El accidente de tránsito que sufrí en esa moto fue un cambio muy brusco, pero resultó todo un aprendizaje: la tragedia la convertí en un impulso para lograr el éxito.
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La historia dice que el fútbol de amputados nació en 1982 en Seattle, Estados Unidos, y quienes lo practicaban no eran futbolistas: era un entrenamiento de esquiadores en condición de discapacidad física durante los meses de verano para mantener la forma.
Sin embargo, aquello se fue volviendo popular, sobre todo en los países donde la guerra dejaba miles de mutilados, como Colombia.
Los equipos los conforman siete jugadores, incluido el arquero, que solo puede atajar con un brazo y no puede salir de su área. Los futbilistas juegan en muletas o bastones, que se considerados extensiones de sus manos; no pueden tocar el balón con ellos. Los saques de banda se hacen con el pie. Los partidos duran 25 minutos cada tiempo, con diez de descanso.
En el Mundial que se disputa en Barranquilla, Colombia está en el Grupo A junto a Brasil, Polonia y Camerún.
– Anoche vi a Polonia. ¡Las peladas son como de tres metros! Espero que la altura les reste. Aunque a mi equipo lo veo muy bien. Me gusta mucho lo que veo – dice Yady.
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En el bus, en el asiento donde no cae directo el aire acondicionado, viaja Emily Clavel, la arquera de la Selección. Contadora pública, con maestría en gerencia financiera en Inglaterra, a Emily le amputaron su brazo izquierdo cuando era una bebé de apenas dos meses. Fue la forma que encontraron los médicos para detener un cáncer agresivo en sus tejidos que desarrolló en el vientre de su madre: fibrosarcoma. La cirugía fue un éxito. El cáncer no había hecho metástasis.
– Los tratamientos que se hicieron después se debieron al crecimiento natural de mi cuerpo. El hueso donde estaba el muñón crecía y trataba de romper la piel, buscando salir. Entonces los médicos tenían que hacerme constantemente operaciones, abrir el muñón, cortarme el hueso, volver a cerrar. Así durante un montón de años, hasta que dejé de crecer. Fue una situación difícil.
Desde niña, Emily se enfrentó a las miradas de sus compañeros del colegio. No tener un brazo la hacía diferente, foco de atención, muchas veces de bullying. Ella, resiliente siempre, se apoyaba en sus padres. También en su fortaleza mental.
– Crecí creyendo que lo que me pasó no me definía como persona, sino las actitudes que podía tener frente a ese episodio. Uno es el que decide si lo que le pasa le afecta o no, si es feliz o no. Yo ignoré los comentarios que algunos me hacían y seguí adelante.
En el deporte de alto rendimiento, Emily, que es venezolana y se encuentra en el trámite para nacionalizarse – ser la arquera de la Selección Colombia ya debería ser un motivo para serlo – encontró su lugar en el mundo.
En Barranquilla, donde vive hace 8 años, fundó un gimnasio, el Sprint Fitness Club, donde se prepara para las competencias de triatlón de media distancia. Ya ha corrido nueve ‘Ironmans’, las carreras que organiza la World Triathlon Corporation, en las que los atletas deben nadar en mar abierto, recorrer decenas de km en bicicleta y otras decenas de maratón.
El fútbol, que alguna vez practicó en el colegio como diversión en los recreos, se lo encontró de casualidad.
– Estaba preparándome para el más reciente Ironman en el que participé en Punta Cana. Manejaba mi bicicleta por la vía al mar aquí en Barranquilla, y alguien que practica fútbol de amputados masculino me vio. Sabía del mundial femenino, y me contactó con el señor Édgar blanco, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol de Amputados. Fue él el que mi invitó a formar parte de la Selección Colombia y dije: ¿por qué no?
Emily es una de las líderes del equipo. El carácter, le dice su preparador, el arquero de la Selección Colombia Masculina de Amputados, Alfonso Visbal, es fundamental en un arquero. Es el encargado de transmitirle tranquilidad al equipo, a pesar de ser el único en el campo que siempre está solo. Los delanteros cuentan con los volantes, los volantes con los defensas, los defensas con el arquero, el arquero mira para atrás y no hay nadie.
– Esas habilidades las he desarrollado con mis compañeras, me he ganado su respeto con humildad, trabajando mucho igual que ellas y se ha hecho una hermandad. En la Selección Colombia tener una amputación no es una limitación. Eso dice mucho de la resiliencia que tenemos cada una. Si nos caemos, o enfrentamos algo complicado, o cometemos un error que afectó el equipo, entre todas nos abrazamos, nos apoyamos. Eso se ve a diario. Si estamos almorzando y llega una botella de agua que yo no puedo abrir, una compañera al lado deja lo que está haciendo y me la abre. Y si a ella se le cae el bastón, yo lo recojo y se lo paso. Es una hermandad. Hemos aprendido a trabajar en equipo y ser muy empáticas entre nosotras. Nadie está por encima ni por debajo de nadie. Recuerdo las palabras del arquero del Junior, Santiago Mele, con quien conversé y me regaló sus guantes. Me dijo: disfruta lo que está pasando. Ten presente en cada oportunidad dónde estás, de dónde vienes. Esto es un juego y como tal hay que disfrutarlo. Es lo que hago.
El bus donde viaja la Selección está a punto de estacionarse en el Malecón de Barranquilla, y Emily, mientras se alista para bajarse, concluye:
– La Selección Colombia Femenina de Fútbol de Amputados representa una puerta que se abre para las mujeres que tienen alguna condición de discapacidad, y se atrevan a mejorar su vida a través del deporte. El deporte es calidad de vida, es inclusión, somos capaces de ser agentes de cambio para nuestras familias, el hogar, donde trabajamos, la sociedad. Los vecinos, cuando ven que uno juega, entrena, hace empresa, vive sin ponerse excusas, reflexionan. Con la resiliencia que hemos desarrollado a través de los años le demostramos al mundo que la vida no se acaba con una amputación, con un problema que se nos presente. Es simplemente tomar la decisión. Uno puede ser feliz sin importar la condición en la que esté. Se necesita una habilidad mental, espiritual y física que se engrana perfectamente para irradiar una energía positiva a nuestro alrededor.