Por Andrés Felipe Cárdenas

Reportero de El País

Mide 1.60, pesa 48 kilos y tiene un corazón gigante. Así es Erika Lasso, una judoca que a punta de venta de tamales, arroz con leche, de pedir dinero en el colegio y con muchos sacrificios, esquivó el oscuro camino que la rodea en Jamundí, una población azotada por la violencia, para conquistar su gran sueño: clasificar a unos Juegos Olímpicos.

La menuda atleta, contra todos los pronósticos, obtuvo un tiquete a París 2024, en una impresionante contrarreloj. Nueve meses fueron suficientes para alcanzar su anhelo, ese que ya muchas judocas en el mundo habían logrado en un ciclo de cuatro años, pero para la jamundeña fue diferente porque comenzó tarde su proceso.

Sin embargo, un camino espinoso ha atravesado Lasso para convertirse en la heredera de Luz Adiela Álvarez, la actual Presidenta de la Liga Vallecaucana de Judo, también de la tierra del Cholado, quien hoy, infortunadamente, está amenazada de muerte a pesar de realizar una gran labor social.

Eso ha impulsado más a la ‘pequeña gigante’ para enaltecer las enseñanzas de Luz Adiela, quien le dijo: “serás mejor que yo. Lo tienes todo”. Palabras que llegaron al corazón de Erika.

Erika Lasso durante un combate ante la judoca española Martínez, a quien domina en una de las competencias que le dio la clasificación a los Juegos Olímpicos París 2024. | Foto: El País

Catorce años combatiendo

Desde los 10 años comenzó Erika Lasso su andar en los tatamis. Estudiando en el Colegio La Rosalía Mafla, en donde hizo la primaria y luego el bachillerato en la sede Camacho. Fue detectada por el mejor ‘ojeador’ del judo colombiano: el profesor Ruperto Guauña, forjador de grandes talentos de Jamundí como Yuri Alvear, Luz Adiela Álvarez y Francisco Balanta, entre otros.

Allí Gauña descubrió un diamante en bruto, Erika Lasso, ese que fue brillando hasta llegar a las manos de los profesores de la selecciones Valle, para terminar de ser pulida por Yuri.

“Nos decía que si no íbamos a los torneos internacionales con nuestro dinero, no volvíamos a entrenar, entonces uno de niña se azaraba”, dice.

Ese estilo del entrenador llenó de valentía a Erika para alcanzar sus metas.

Para viajar y ganar medallas, vendía tamales y arroz con leche, gracias a la sazón de su madre, doña Jackeline Arias Motato, quien tiene un restaurante. Jackeline, junto a la abuela María Motato, son el motor de la judoca.

Así celebró la medalla de oro que ganó Erika en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2023, en la categoría de los 48 kilos. | Foto: El País

Pero esto no fue lo único que hizo Erika para competir fuera del Valle y del país.

Gracias a su talento, encontró apoyo en el rector del colegio La Rosalía Mafla, quien en temporadas ‘jean day’ recolectaba dinero, se lo donaba a Erika con el fin de participar en los eventos. Cobraban 500 y 1000 pesos para que el estudiante asistiera con ropa de calle.

Pero lo más difícil que hizo Erika Laso fue pedir dinero. Iba de salón en salón buscando ayuda y con alcancía en mano, recogía fondos.

Otra de las cosas más duras fue cuando tenía que ir, a los 15 años, a recoger el permiso firmado por su padre, Jhon Jairo Lasso, quien vive en Cartago, documento que llegaba a la terminal de Cali, para poder salir del país. Del Coliseo El Pueblo iba rumbo a la terminal.

Una vez tomó el rumbo equivocado. Se subió a un bus, se durmió y cuando despertó veía montañas y sintió frío. No iba de regreso a Jamundí, el camino la dirigió a Dagua.

Eran las 10:30 de la noche, su celular se había descargado, ya no tenía plata, pero como toda una verraca, fue caminando y pidiendo dinero; le tendieron la mano, recogió lo suficiente y tomó un bus hasta Jardín Plaza.

Allí pidió regalado un minuto para llamar a la mamá, se montó en un pirata, y tras un extenso viaje, por fin volvió al calor de su hogar.

Erika Lasso combatiendo en el Gran Slam de París, en el que obtuvo puntos para obtener su tiquete a las olimpiadas 2024. | Foto: El País

La valentía la llevó a triunfar

El coraje y el temperamento forjado por Guauña y Yuri Alvear en Erika, más su forma de ser ‘carro loco’, la condujeron a vencer cuanto obstáculo se cruzaba, incluso, por fuera del país, en donde tuvo que consumir alimentos poco comunes para su paladar, comunicarse mediante señas y balbuceando el inglés.

Esas preseas impulsaron a Erika a luchar por un cupo a los Juegos Olímpicos París 2024, logrado después de mucho sudor y lágrimas, tras participar en dos Gran Slam y un Gran Prix, acumulando los puntos suficientes para obtener el tiquete hacia Europa.

Ahora Erika Lasso sueña con subirse al podio de las olimpiadas y emular a su ‘sensei’, Yuri Alvear, quien ganó un bronce y una plata en dos Olímpicos o por que no, conquistar el oro.