María Paz Mora Silva, la pequeña portera de diez años de la que todo el país está hablando, tiene una historia curiosa: le gustó el fútbol en un hogar en donde poco se hablaba de este deporte.

La historia típica del pequeño o la pequeña que se hace hincha de un equipo por tradición familiar, no fue el caso de María Paz, quien comenzó a jugar a los tres años luego de ver una serie de entrenamientos de Juan Sebastián, su hermano mayor.

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A partir de ese momento, según cuenta su familia, ella empezó a afiebrarse por el fútbol y, particularmente, por un equipo: el Millonarios de su natal Bogotá.

Su historia en las canchas comenzó en el Colegio, cuando, antes de un torneo en la primaria, dijeron que el rol de las niñas iba a ser el de porristas. María se rehusó y dijo que quería ser jugadora, y así fue. Sin embargo, no comenzó en el arco, sino que sus inicios fueron de delantera.

Le fue tan bien en ese torneo que los profesores le dijeron a sus padres que aprovecharan ese talento y la metieran a una escuela formativa, para que así pudiera empezar a pulir todas sus cualidades.


Esa escuela fue Dinhos, precisamente el equipo con el que participó en el Ponyfútbol del 2018, cuando la descalificaron.

Fue allí donde la pequeña María Paz encontró su vocación: atajar. Ella reemplazó en un partido a un niño que tenía miedo de jugar como portero, y lo hizo de una manera extraordinaria, ganándose todos los elogios.

Aunque en su entorno familiar cuentan que nunca se les ocurrió que a su hija le fuera a gustar el fútbol, aseguran que la apoyan totalmente con su “sueño” de ser jugadora profesional.

“Tenemos claro que queremos que ella sea jugadora profesional y que, paralelo a eso, haga su carrera”, indicó Álvaro Mora, su padre y fiel hincha.