El sacrificio, la voluntad y disciplina son aspectos que se conjugan para alcanzar el éxito. Situaciones que son muy comunes en las grandes estrellas del fútbol que ven en este deporte un proyecto de vida.
Eso aplica para Gisela Robledo, la delantera nacida en Guacarí y que se proyecta como una de las figuras de la Selección Colombia Sub-20 que acaba de clasificar al Mundial de Costa Rica.
A su corta edad (18 años), la habilidosa atacante ya sabe lo que es ser campeona en la Liga Profesional (con América) y vivir todo el proceso de selecciones Colombia, donde ha vestido la casaca ‘Tricolor’ en las categorías Sub-17, Sub-20 y mayores.
Pero detrás de esos logros, Gisela ha pasado por momentos complicados donde incluso, en algún momento, estuvo a punto de tirar la toalla.
Su condición de ser mujer, sumada a la situación económica, fueron los obstáculos que la atacante vallecaucana debió sortear para brillar en el fútbol.
Su familia, pilar fundamental en sus sueños de grandeza, ha sido el motor para impulsar la carrera de Gisela.
“El gusto de Gisela por el fútbol comenzó desde muy pequeña, cuando la llevaba a la guardería. Inició jugando con un balón, yo le decía: ‘eso no es para ti’. Los niños del sector iban a buscarla y yo hasta los regañaba y les gritaba ‘aquí no me vengan a buscar a Gisela porque ella no va a jugar fútbol’. Ellos me decían que yo jodía mucho y ella salía, les silbaba y se iba a jugar”, comentó Aida Milena Gil, madre de la actual jugadora del Tenerife de España.
Por mucho tiempo no fue bien visto que una niña tuviera la pasión por el fútbol. En el caso de Gisela, su talento hizo que superara esa barrera del género en un deporte que con el paso del tiempo ya ha ganado espacios importantes para las mujeres.
“A los 7 años ya vimos que ella tenía un gran talento. Jugaba en la cancha de acá del corregimiento de Guabitas, llegaba descalza, embarrada y tarde a la casa, pero desde esa época fue siempre muy apasionada por el fútbol”, agregó José Alberto Gil, tío de la vallecaucana.
No fueron fáciles los primeros años para Gisela en el fútbol. La no existencia de equipos femeninos para niñas de su edad la obligó a competir de igual a igual con niños que le exigieron tener carácter y temperamento para hacerse respetar como mujer y jugadora.
La práctica del balompié, que es también un deporte con características de roce físico y potencia, hizo que las mujeres fueran vetadas porque existía una percepción errada de que no cumplían con las condiciones físicas para sobresalir.
“Creo que jugar con niños fue algo muy bueno para mí porque me dio para aprender cosas que hoy en día me sirven para mi carrera. Me enseñó a ser fuerte. Muchas veces los niños me pegaban muchas patadas y yo me levantaba y seguía jugando sin decir nada. Fueron situaciones que me han hecho crecer”, explicó la propia Gisela.
Esa pasión desbordada de la jugadora vallecaucana por los guayos y balones llevó incluso a tener el rechazo de su propia madre, que no avalaba que su pequeña hija practicara un deporte que históricamente, y hasta hace unos años, fue catalogado solo para hombres.
“Yo me fui a la iglesia a pedirle a Dios que me perdonara porque le estaba diciendo a mi hija que era un hombre porque jugaba, pero hoy en día es normal que las mujeres se dediquen a esa profesión”, confesó entre lágrimas la madre de Gisela.
Hoy en día el número de mujeres futbolistas ha crecido de forma notoria, pero el trato sigue siendo desigual, especialmente en un deporte que por tradición han sido del dominio masculino, como es el fútbol.
“Muchas veces me hicieron sentir incómoda porque era la única niña, todo el mundo me decía que yo parecía un hombre por jugar fútbol. En algún momento eso sí me afectó; incluso, le dije a mi hermano James David que ya no quería seguir jugando, pensaba que esto no era para mí, pero él nunca me dejó decaer y gracias a mi hermano fue que me incliné por esta profesión”, acotó Gisela.
Cuenta James David que una vez su hermana, en un partido, le propinó una trompada a un niño que se había dedicado solo a darle patadas.
“Estábamos en el municipio de Calima-Darién y en un partido la mamá de un niño le dijo: ‘péguele a esa niña’. Ese niñito comenzó a golpearla y hasta arañarla. Gisela siempre ha tenido un gran temperamento, se paró y le pegó una trompada”, relató James David.
La propia Gisela se refiere a esa situación como algo jocoso, pero recuerda que en su momento fue un episodio que nunca olvidará.
“Yo le preguntaba a mi hermano por qué ese niño me perseguía tanto en la cancha. James me gritaba que era un marca personalizada, le dije que ‘si no se me quitaba de encima, lo iba a golpear’ y así fue. Yo terminé llorando de la rabia y hasta me expulsaron (risas...)”.
Su familia, el apoyo incondicional
Los primeros años de Gisela en el fútbol fueron llenos de dificultades, sobre todo en el aspecto económico.
Fueron muchos años de sacrificio para cumplir con las obligaciones deportivas de una niña que desde pequeña ya se robaba las miradas de los entrenadores de las selecciones Valle del Cauca.
Cuenta su tía Olivia, una de las personas que más ha apoyado la carrera de la delantera, que era toda una odisea llevarla desde su pueblo natal hasta el sur de la capital vallecaucana, donde se entrenaba con el equipo departamental.
“Muchas veces nos íbamos a las 4:00 o 5:00 de la mañana de aquí. Nos tocaba coger carro de Guabitas a Guacarí, luego hasta Cali y de allí hasta las Canchas Panamericanas. Nos transportábamos en vehículos piratas para llegar más temprano. El regreso era de igual forma, un gran sacrificio, llegar acá a la casa a eso de las 9:00 de la noche y de una a hacer tareas para cumplir en el colegio”, dijo doña Olivia.
Lo anterior, sumado a un tema económico que no era el mejor, y más cuando Gisela no tuvo cerca la figura paternal y su familia fue la que la arropó para que cumpliera sus sueños.
“Para ayudar a Gisela con sus gastos, nosotros en la familia hacíamos para la venta sancocho de gallina, arroz con leche, entre otras cosas, y así la apoyamos. Una tía aportaba 10 mil pesos, otra 20 mil y entre todos le dábamos para los pasajes”, agregó Olivia.
El tema económico y las ocupaciones de sus familiares hicieron que con el tiempo Gisela se arriesgara a irse sola a sus entrenos en Cali, toda una aventura para una niña de 12 años.
“Cuando me fui sola por primera vez a Cali a entrenar junto con mi hermano, le mentimos a mi mamá. Él me dijo en qué bus debía subirme y cuál era la ruta. Gracias a Dios nunca me pasó nada y desde ese momento comencé a ser independiente. Eso me sirvió luego para estar en concentraciones y viajes”, apostilló Gisela.
Los 15 y su niñez fueron diferentes
Para cualquier niña, su etapa de infancia y adolescencia está marcada por celebraciones especiales y una de ellas es la tradicional fiesta de los 15.
Sin embargo, para Gisela no fue su prioridad y aunque la pudo disfrutar, lo hizo de una forma diferente.
“Yo no pude quemar etapas como hubiera querido. Me he perdido fechas especiales de estar con mi familia, con mis amigas, de ir a fiestas, no he pasado por ello, pero seguro en el futuro habrá tiempo para disfrutar”, explicó la jugadora.
Confiesa Gisela que no quería la fiesta de los 15 años. Sin embargo, su familia le organizó una reunión donde estuvieron sus seres queridos y sus compañeras de fútbol.
“Invité a mis amigas cercanas al fútbol como Kelly Caicedo, Linda Caicedo, casi todas las compañeras que eran de Cali fueron a mis 15”.
Papá Fernando, un ángel en el cielo
La ausencia de un padre desde muy pequeña y de sus inicios en el fútbol fue reemplazada por Fernando, el esposo de la tía Elba, quienes fueron las personas que ayudaron en la crianza de Gisela y a los que perdió hace un poco más de un año por culpa de la pandemia del Covid-19.
Cuenta la jugadora, entre lágrimas, que “fue un apoyo súper lindo. Sé que desde allá en el cielo están orgullosos de mí. Ellos dos me criaron y, como dicen por ahí, papá no es el que engendra, sino el que cría”.
Gisela seguirá por ahora recorriendo su camino en el fútbol europeo, adonde llegó a comienzos de este año para jugar en el Tenerife, y es consciente de que es un primer paso en una carrera que quiere consolidar dando más adelante el salto a un club grande del Viejo Continente.
Otra de sus metas es ser tenida en cuenta para la Selección Colombia que disputará en julio la Copa América en nuestro país y en donde ella anhela que la familia Robledo Gil la apoye desde la tribuna, “con mucha alegría y sabor”.
Datos
Gisela Robledo nació en Guacarí el 13 de mayo de 2003.
La delantera se formó en el Club Atlas, con Carolina Pineda, quien luego fue su compañera en el América.
En la temporada 2019 llegó al cuadro ‘escarlata’, equipo donde jugó hasta 2021, y alcanzó un título en su primer año vestida de rojo.
En 2021 tuvo un paso fugaz por Independiente Santa Fe, a donde fue como refuerzo para una Copa Libertadores.
Gisela disputó dos finales de Libertadores. En 2020 con América y un año más tarde con Santa Fe; cayó en ambas finales.
Robledo disputó ya un Mundial. En 2018 jugó el de la categoría Sub-17 que se realizó en Uruguay.
Aspira a disputar el Mundial Sub-20, que será en agosto.