Pocas veces un baño de realidad se pareció tanto a una tormentosa pesadilla. Porque este martes, durante casi los noventa minutos, se disputó un partido que se liquidó desde los primeros minutos, cuando una alegre y veloz selección de Ecuador bailó y humilló a un equipo colombiano de trote cansino y sin siquiera un libreto claro para sortear el desastre.

¿Equipo? ¿Libreto? ¿Catar 2022? Esas son las preguntas que tendrá que re-pensar la Federación Colombiana de Fútbol, porque la herida de la derrota sufrida  ante el equipo de Alfaro por 6-1 será una cicatriz dura de sanar de cara a un 2021 que estará cargado de retos y partidos definitivos.

La evaluación del desastre es clara: Colombia no perdía dos partidos seguidos por eliminatorias desde el 2009, mismo año en el que había recibido por última vez cuatro anotaciones, contra la Chile de Marcelo el ‘Loco’ Bielsa.

Esos son recuerdos que hablan de una época oscura para la Selección, que finalizó esta doble fecha en el penoso séptimo lugar de la tabla, con cuatro puntos y una diferencia de gol de menos cuatro.

Si hay un aspecto que pueda explicar el descalabro es el pobre trabajo colectivo del equipo del portugués Carlos Queiroz, que literalmente se quedó viendo cómo los ágiles jugadores ecuatorianos vulneraban a su placer la portería de Camilo Vargas.

Primero fue Arboleda. Que tras una pelota quieta aprovechó un poco efectivo despeje de Duván Zapata para definir a placer empalmando la bola de primera a los siete minutos.

Pero ese fue solo un pequeño aviso de lo que se iba a venir. Porque instantes después, un mal saque de Vargas produjo una recuperación rápida de los locales, que encontraron el segundo con un mano a mano de Ángel Mena definiendo con categoría, con Jeison Murillo trotando a su lado, ajeno a todo, como si lo ocurrido no tuviera nada que ver con él.

Pero la misma pasividad de la zaga central se vio también por los costados, esos sectores del campo en el que los ecuatorianos son especialistas picando y dejando roncha.

Con toques precisos y de primera intención, los locales anotaron un par de tantos más antes del final del primer tiempo por medio de Estrada (32) y Arreaga (39), y lo único que pudo hacer Colombia fue descontar de la única manera posible que se podía cuando no hay juego colectivo: un penal que James Rodríguez cobró ajustado a un palo.

En el segundo tiempo el rival bajó el ritmo y una Colombia sin brújula y llena de cambios se las arregló para mantenerse en pié un rato más, como esos boxeadores decaídos que a pesar de saberse derrotados evitan el nocaut.

Pero el KO llegó en los minutos finales, cuando Gonzalo Plata (80) y Estupiñán (90) marcaron un para poner un 6-1 doloroso y sin precedentes en el último tiempo para un equipo colombiano que en las últimas dos eliminatorias se había acostumbrado a estar lejos del sótano.

¿Pesadilla o baño de realidad? Quizá eso fue lo único que logró Colombia este martes, que esas dos sensaciones se mezclaran como si fueran una, para mostrarnos un mensaje claro y contundente: así no vamos a Catar.