El gol que descrestó a todos el martes, anotado por Jorge Carrascal en el minuto 25 ante Ecuador en el Centenario de Armenia, por el Preolímpico de fútbol, no sorprendió a nadie en Cartagena, cuna del crack que lleva la camiseta 8 en la Selección Colombia.
“Ese gol yo lo había hecho en un partido de microfútbol porque yo fui futbolista y todavía juego; incluso el martes, cuando Jorge logró ese gol ante Ecuador, le dije que si se acordaba del que yo había hecho una vez”.
Quien asegura eso es Jorge Carrascal, docente universitario en la Universidad de Pamplona en Cartagena, y profesor en el colegio Comfamiliar, también en la ciudad heroica. Para más señas, padre de Jorge Carrascal, la figura de la Selección Colombia Sub 23.
“A nosotros no nos sorprendió el gol a Ecuador. Acá lo hizo muchas veces en torneos de liga, con la Selección Bolívar infantil y en muchos otros partidos. Es que a ese 'pelao' desde chiquito se le veía hasta dónde iba a llegar”, recuerda con su fuerte acento cartagenero Alfredo Jay, formador y quien tuvo a Carrascal en la Academia de Fútbol de Crespo, desde el 2007 hasta el 2009.
Jorge nació hace 21 años en el populoso barrio Chiquinquirá de Cartagena. Pero desde muy niño sus padres, Jorge y Olga, decidieron mudarse para el Escallón Villa, otro barrio cerca de Zaragocilla y de Los Calamares, dos sectores con alta influencia futbolera en la capital bolivarense.
Con apenas dos años recibió el regalo más grande de su vida, a la postre el que definiría precisamente su rumbo: cinco balones de fútbol.
“Como yo soy licenciado en Educación Física y siempre he estado metido en el fútbol, ese muchacho no hacía sino pedir un balón, o cuando veía uno nadie lo aguantaba; por eso le di cinco balones, y ahí empezó el amor por el fútbol”, recuerda el padre del jugador que hoy brilla en el Preolímpico del Eje Cafetero.
En la cancha de Los Calamares pasaba horas jugando y correteando detrás de un balón. Fue tanto su apego al fútbol, que una vez se les perdió a sus padres y estos, desesperados porque no aparecía, empezaron su búsqueda por las 20 canchas que tenía el barrio, sabiendo que en una de ellas estaría.
“Esa vez que no aparecía lo busqué en ese poco de canchas, preguntándoles a los 'pelaos' y vecinos, y lo encontré en una de ellas. Pero le soy sincero: nunca hubo reproches por eso, porque no estaba haciendo nada malo. Yo apenas lo encontraba, me quedaba viéndolo jugar, y ya después nos íbamos juntos a la casa”, dice Jorge padre.
Carrascal hijo comenzó entonces a mostrar condiciones desde pequeño. “Él siempre pintó cara desde 'pelao'. Era encarador, con personalidad y hacía muchos goles; por eso siempre lo llevábamos a jugar en categorías superiores”, recuerda Alfredo Jay, entrenador de la Academia de Fútbol de Crespo.
“Jorge llega a mi Academia porque lo lleva un tío, Rafael Guardo. Apenas lo vimos con el balón en los pies sabíamos cuál iba a ser su futuro. Muchas veces después de los entrenamientos me lo llevaba para la casa porque era muy amigo de mi hijo”, asegura Jaime Arcila, dueño de la Academia de Crespo.
De allí Carrascal pasó a la escuela Heroicos Fútbol Club, fundada por su padre y sus tíos Rafael Guardo y Éder Novoa. Con ellos siguió dando pasos gigantes en el deporte, porque en el estudio “era más bien regularcito”.
“En el estudio Jorge daba el mínimo porque su cabeza estaba puesta en el fútbol. Estudió primero en Fe y Alegría, y después pasó a Comfamiliar. Había que darle la mano”, dice Carrascal padre.
Luego vinieron más partidos, intercambios y el zonal clasificatorio en Barranquilla, vistiendo la camiseta de Bolívar, donde se dio el contacto para llegar a Millonarios.
Neis Nieto, cartagenero y quien trabaja en el cuadro azul, fue quien se encargó de todo para llevarlo a Bogotá. A los cinco meses, con apenas 16 años, ya estaba entrenando con el equipo profesional y a esa misma edad se dio su debut profesional con los azules.
“En los primeros tres entrenamientos que lo vi le dije al presidente de Millonarios que había visto a un chico que tenía mucho futuro, con unas condiciones parecidas a las de Juan Román Riquelme. Era alto, pero gambeteaba en velocidad. Millonarios estaba eliminado en aquella ocasión, y en un partido ante Tolima en ese 2014 lo hice debutar al lado de Máyer Candelo y de Javier Reina, porque sabía que iba a ser importante en el fútbol internacional”, le dijo a El País, desde Argentina, Ricardo Lunari, entonces técnico del cuadro azul de Bogotá.
Con Millonarios no logró consolidarse; solo cinco partidos, porque muy rápido apareció una sorpresiva y rápida transferencia al Sevilla de España.
Parecía quedarse en solo promesa o prospecto porque con el cuadro andaluz apenas jugó un partido.
De allí pasó en el 2017 al Karpaty Lviv de Ucrania, en otro paso que pintaba ser un retroceso grande para su carrera deportiva, por lo poco conocida la liga de ese país y por el nulo peso a nivel internacional del que sería su nuevo club.
Luego de 41 partidos con los ucranianos, se le apareció la virgen vestida de River Plate. Aterrizó en Argentina ante la sorpresa de la prensa de ese país, que no conocía nada de Carrascal.
Lo que más llamó la atención fue su apodo, el 'Neymar colombiano', y por allí titularon todos los medios después de su presentación con los de la banda roja.
Pero en River también encontró un gran aliado en el técnico Marcelo Gallardo: “No lo llamen el 'Neymar colombiano'. Cada quién labra su camino y Jorge vino a mostrar su fútbol y de lo que es capaz. Es un buen futbolista, tiene descaro, atrevimiento y personalidad”, dijo el 'Muñeco' de su jugador.
River lo compró en 3 millones de euros y le hizo firmar un contrato con una cláusula de rescisión de 25 millones de la misma moneda. Los argentinos saben lo que tienen.
Jorge, entre tanto, sigue tranquilo en el Eje Cafetero, esperando darle otra mano importante a Colombia en el Preolímpico, como lo hizo el martes ante Ecuador, con un golazo que la prensa argentina calificó de 'maradoniano', pero que a los cartageneros no sorprendió.
Dicen que no tiene techo futbolístico y eso es bueno porque podría llegar a igualar o superar a James Rodríguez. El ídolo de los barrios Chiquinquirá y Escallón Villa de Cartagena toma las cosas con mucha tranquilidad, esperando dar pasos hacia adelante, como cuando los dio en esas peladas canchas de Los Calamares, en su ciudad, cuando era un chico.