Cuando Juan Guillermo Cuadrado se despertó una tarde, después de un largo y pesado sueño, se encontró sobre el césped del estadio de la Juventus convertido en el mejor lateral del fútbol italiano.

Sus piernas, ahora embarnecidas, parecían dos pilares custodiando el sector derecho de la defensa de la ‘Vecchia Signora’, mientras los elogios en los portales deportivos y las redes sociales no paraban de llegar: “Es ahora un defensa de óptimo nivel”, “Es la mejor temporada de Juan desde su llegada a la Juve”, “Está muy concentrado, pero no ha perdido su calidad técnica”.

Con 25 partidos como titular de los 29 disputados por la Juventus en el campeonato, empezó a parecerle lejano ese sueño de hace un momento, o quizá el mismo de toda la vida: él, con 13 años, viajando desde el Urabá Antioqueño hasta Barranquilla para probarse frente a Agustín Garizábalo y Nelson Gallego, veedores del Deportivo Cali.

Recuerda el miedo. Había llegado tarde y el entrenamiento estaba por expirar, pero al enterarse de esa larga travesía, Agustín y Nelson decidieron alargar la práctica cuarenta minutos más, un pequeño lapso donde el chico de 1,40 de estatura y cabello ensortijado lograba su primer triunfo. —Era muy bueno, pero muy pequeño todavía, entonces le dije que me buscara dentro de un año—, recordaría tiempo después Gallego.

En esa proyección de sí mismo mientras dormía, Juan Guillermo recuerda el amor a los amagues y las gambetas. Ahora, despierto, también las hace, pero se da cuenta hoy de una fortaleza más, de otra habilidad ganada: su talento para defender.

En los 2366 minutos disputados en la temporada con ese equipo histórico del fútbol mundial, Cuadrado contabiliza 154 balones recuperados y, según un informe del Observatorio del Fútbol (CIES), es el tercer lateral de mejor rendimiento de los últimos meses en el mundo, solo por detrás de Joshua Kimmich y David Alaba, ambos del Bayern Múnich de Alemania.

En la realidad, en esa realidad en donde ya está en la élite, también aparece Nelson Gallego, orgulloso. —En esa posición él juega fácil, se gasta mucho menos. Defiende primero y en momentos determinados asegura bien la pelota para irse al ataque, le va mejor así que siendo un volante ida y vuelta—, dice.

En el sueño largo y pesado del cual despertó, Juan Guillermo había llegado al profesionalismo a los 19 años en el Independiente Medellín como lateral derecho, pero por su habilidad, su desparpajo y su manía de buscar cuadrados con la pelota en sus guayos, poco a poco empezó a jugar más adelante, como volante por derecha, como extremo y hasta de falso nueve.

Por eso se fue muy jovencito a Italia, en donde el Udinese le abrió las puertas de Europa, pero al principio no sintió que esa fuera su casa.
—Amá, me quiero devolver; amá, yo me siento muy solo acá—, le decía ese Juan Guillermo del sueño a su madre, Marcela Bello Guerrero, quien lo calmó y viajó a establecerse en la ciudad de Údine con un solo objetivo: el bienestar de ese muchacho siempre tan enfocado y responsable, pero abrumado por el peso de no sentir a nadie cerca.

Pero la parte más bonita del sueño fue esa, con Marcela acompañándolo no solo en Údine, sino también en Lecce, en Florencia, en Londres y, finalmente, en Turín.

Tito Puccetti, periodista, alaba ese largo recorrido. —En ese periplo tuvo a excelentes entrenadores como Massimiliano Allegri, Antonio Conte y José Mourinho, maestros cuyo primer objetivo es mantener el cero en su arco para luego salir a atacar, y eso ha ayudado a madurar a Cuadrado—, dice.

En la Fiorentina y luego en el Chelsea, Cuadrado se vio como un extremo, y los asuntos defensivos parecían un lejano recuerdo, pero en la Juve, Allegri fue el primero en repensar su posición para ubicarlo, eventualmente, como lateral derecho.

Pero allí el sueño no ha terminado todavía: con Allegri, Cuadrado juega, permuta posiciones, a veces marca goles, pero no es titular indiscutible.

Entonces, antes de su despertar, todo cambia con la llegada del bueno de Maurizio Sarri a la dirección técnica de la escuadra de Turín. Allí se juntaron una cantidad de factores aprovechados por ese Juan Guillermo para al fin, después de mucho tiempo, volverse una necesidad para el equipo.

—Con la confianza de Sarri, bien rodeado y establecido como lateral derecho por la cantidad de jugadores disponibles para integrar la ofensiva, Juan Guillermo demuestra ser un futbolista polifuncional, a la altura de los mejores del planeta—, afirma Puccetti.

Nelson Gallego, ese primer entrenador en apostar toda su confianza en él, volviéndolo su hijo prácticamente, advierte que el éxito va más allá de si es lateral derecho o no.

—Juan decidió vivir para el fútbol. En Colombia casi no me paran bolas cuando lo pongo de ejemplo como uno de los pocos jugadores que nunca ha ingerido licor, y eso lo hace cada día un mejor futbolista—, relató.

Doña Marcela Bello también le atribuye a su hijo virtudes más allá de las encontradas por un analista en un pizarrón con una cancha dibujada con tiza.

—Su principal característica es la tranquilidad y tener a Dios tan presente en su vida. Eso lo ha llevado a ser ese jugador de hoy. Si soy sincera, siempre lo vi como futbolista, pero no lo imaginé en este nivel internacional y eso es una satisfacción y una alegría muy grande—, cuenta.

Ahora, Cuadrado está totalmente despierto. Asegura primero su banda y, cuando puede, un extraño ‘deja vu’ le pide que tome la pelota y avance unos cuantos metros hacia adelante para hacer lo del principio, eso de deslumbrar en las canchas del Urabá y del Torneo Las Américas de Cali, donde a punta de filigranas y amagues empezó a construir ese sueño, ya no tan sueño, en donde de repente aparece clarito Cristiano Ronaldo para recibir un pase suyo y marcar un gol como el de hace días en Milán.

O de repente ocurre algo similar, pero con unos cambios sutiles, con él siendo más atrevido para ingresar al área del rival y recibir el pase cercano de un Cristiano expectante para la devolución del balón, pero Juan Guillermo no se la regresa y hace la de él, zigzaguea a un defensa y luego mete un remate cruzado con la derecha para vencer al arquero del Torino. Y allí, solo allí, el mejor lateral de la Serie A desea no volver a soñar nunca más.