Por Francisco Henao Bolívar, reportero de El País
El 29 de junio es el ‘día mundial’ para Roberto Cejas, un argentino que se puede dar el lujo de decir que cargó, durante varios minutos, todo el peso, la historia y el brillo del fútbol representado en un jugador: Diego Maradona.
Sobre sus hombros, en un estadio Azteca atiborrado de aficionados ese 29 de junio de 1986, estuvo uno de los futbolistas más grande del mundo, Diego Maradona, dando la vuelta olímpica después de ganar el Mundial de México y de hacer el que es considerado el gol más bonito en la historia.
Pero no solo eso logró el 10 en aquel Mundial: le anotó a Inglaterra un gol que fue bautizado ‘La mano de Dios’, y fue elegido, además, Mejor Jugador de México 86. Ese 29 de junio Argentina alcanzó un sufrido triunfo 3-2 sobre Alemania en la final del Mundial. Una victoria que valió un campeonato del mundo y que dio inicio a una multitudinaria vuelta olímpica.
Allí, en plena cancha, estuvo Roberto Cejas, quien voló tres días antes desde Santa Fe, su tierra natal en Argentina, hasta la capital mexicana, para ver al equipo de Bilardo en la gran final. “La idea nació estando en el trabajo en la Lotería de Santa Fe, antes de que Argentina jugara la semifinal. Dije que si pasábamos esa ronda me iría a México a ver la final. Cuando el equipo logró el objetivo, pedí el permiso y viajé al día siguiente a Buenos Aires y posteriormente a Ciudad de México”, recuerda Cejas en entrevista con El País.
Al llegar a la sede del certamen, faltaba lo más difícil: la boleta. Algo que parecía difícil por la cantidad de argentinos que querían ver la coronación de su equipo, por los miles de alemanes que se ilusionaron con el título, pero también por cientos de mexicanos que estaban deseosos de ver a Maradona nuevamente.
“Antes de llegar contacté a un argentino que tenía una boleta, pero cuando ya estaba en México me dijo que la había vendido. El día del partido nos reunimos siete amigos, y cinco de ellos ya tenían sus entradas. Yo no tenía todavía la boleta. Pero había que ir al estadio para ver qué hacíamos. Estando en las afueras del estadio, les dimos unos dólares a unos mexicanos que estaban en una de las porterías de acceso, y nos dejaron pasar. Fuimos a dar detrás de uno de los arcos”, dice Cejas.
Ya en el estadio, con 114 mil aficionados vibrando por la final, se dio un partido, primero cómodo y después dramático para los argentinos, porque su Selección ganaba 2-0, pero a 10 minutos del final los alemanes lo empataron 2-2. Sin embargo, a los 84 minutos vino el pelotazo de Maradona, la corrida de Burruchaga, su definición y el gol para el 3-2 y para el título Mundial. Minutos después, cuando el árbitro brasileño Romualdo Arppi Filho decretó el final, el estadio Azteca fue una verdadera locura.
Y Cejas no lo pensó dos veces: “Estábamos celebrando y vi que todo el mundo comenzó a saltar a la cancha, entonces yo también me tiré, fuimos hasta la mitad de la cancha... había mucha gente”.
Hasta que llegó el momento menos pensado que marcó su vida: “Los jugadores comenzaron a dar la vuelta olímpica y nosotros íbamos detrás; de un momento a otro el aficionado que iba al lado mío levanta a Pasculli (jugador argentino), y el Diego se frena, da la vuelta y con eso me da a entender que debía cargarlo”.
Cejas recuerda que con una mirada él y el 10 entendieron lo que debían hacer. “Él no necesitó decirme nada, lo llevé sobre mis hombros... al principio no me daba cuenta de las cosas, de lo que sucedió, pero en realidad fue lo mejor que me ha pasado en la vida, poder compartir con Diego y estar en la historia del fútbol por lo menos en Argentina, saber que yo lo alcé... para mi es imposible de olvidar”, dice sobre una postal que le dio la vuelta al mundo.
Cejas no recuerda cuántos metros o minutos llevó sobre sus hombros al mejor jugador de la historia, pero asegura que, a pesar de ese momento, no se quedó con alguna prenda de Maradona. “Yo lo ví quitándose los guayos y le dije que si me regalaba uno, pero me contestó que eran para su vieja, que todo lo tenía prometido. No lo presioné y tampoco quise quitarle algo sin su consentimiento”, dice.
Dos días después, pasando por un quiosco de periódicos aún estando en México, vio que estaba en las portadas de los diarios con el mejor jugador del Mundial del 86 sobre sus hombros. “Yo no había caído en cuenta de esa situación, pero como me quedé en México unos días más, vi que en los quioscos aún tenían los periódicos de la celebración y ahí estaba yo. Luego mi señora en Santa Fe me dijo que había salido en todos los periódicos del mundo y en la tele... eso fue una locura”.
Cejas señala que tuvieron que pasar muchísimos años para volverse a encontrar con Maradona. “Fue en el Mundial de Brasil 2014, Diego tenía un programa con el periodista Víctor Hugo Morales, y una vez hablando de finales, Diego dijo que quería saber quién era el que lo había cargado en la celebración de México 86. A mi me llevaron al programa de sorpresa, él no sabía nada, y cuando le dijeron quién era yo, me saludó, me abrazó y al final les dijo a los productores que me hicieran llegar una camiseta, y la verdad fue que nunca me llegó. Pero no me importa, me dejó un recuerdo para la eternidad, fue algo grande en mi vida”, dice el hombre que llevó sobre sus hombros al mejor futbolista de la historia.
Cejas guarda esos recuerdos como un tesoro y, aunque pasen los años, sabe que el 29 de junio es su día, un día mundial. Precisamente porque no todos los días se tiene el privilegio de cargar a uno de los deportistas más grandes de la historia. Y menos ahora que está prohibido el que los aficionados se lancen a la cancha.
Roberto lo logró y eso, para él, es como dar la vuelta olímpica en un Mundial.