Cuando la invitaron a participar a su primera competencia deportiva, Caterine no tenía un par de tenis para correr. Tuvo que llevar los de doña Francisca, su mamá y primera patrocinadora, su motor para emprender un camino que hoy la tiene como la número uno del mundo en el triple salto y entre las cinco mejores del atletismo en la temporada 2018.
Con ese par de tenis de la mamá, la confianza del profesor del colegio, su entusiasmo propio y el valor agregado de la sonrisa que la caracteriza, Caterine entendió por donde debía direccionar su vida, una larga senda que tras alcanzar los logros destacados en el deporte, como la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Rio-2016, su máximo logro deportivo, pero también estar nominada entre las cinco mejores atletas del 2018, para confirmar que “los tiempos de Dios son perfectos”.
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“Mi mamá y mi abuela formaron lo que soy como persona, a la medida de lo que pudieron. Primeramente me enseñaron el valor de las cosas, que cada cosa se lucha para conseguirse, que todo llega a un tiempo preciso, por eso las amo con mi vida”, reconoce Caterine, para quien su fortaleza es que “siempre que estoy parada en la línea para buscar mi salto, primero me encomiendo a Dios y luego pienso en mi familia, mi madre y mi abuela, para recibir las fuerzas necesarias para cumplir con mi objetivo deportivo, pensando en la frase de mi mamá: ‘los tiempos de Dios son perfectos’”.
Nacida en Apartadó, Antioquia, el 12 de febrero de 1984, desde niña conoció las dificultades, aunque fue consentida por las dos madres que tuvo, su mamá y su abuela, quienes fueron superiores a las dificultades económicas y a punta de trabajos domésticos le dieron lo básico para salir adelante, primero en la vida y luego el deporte. Su madre debió salir de Apartadó para vivir en Chigorodó, como empleada en casas de familia, para poderle enviar a su niña de sonrisa amplia y alegría desbordante, lo suficiente para estudiar y vivir con decoro los primeros años.
En el atletismo empezó a los 12 años, en el salto alto, gracias a sus 1.80 metros de estatura, y dirigida y aconsejada por su primer técnico, Wilder Zapata. Se trasladó a las residencias de la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancourt, en Medellín, para intentar comenzar una carrera, que pronto la llevó a los primeros lugares, en esa competencia.
Corría el año de 1996, cuando llegó al lugar de encuentro de los atletas de altos logros de Antioquia y pasó a manos del primer cubano que ha dirigido su carrera, Luis Alfaro, quien le pulió los conocimientos para esa muy técnica competencias. La también cubana Regla Sandino fue su tercera conductora, y bajo su mando ganó en el año 1999, el título del alto, en los Juegos Bolivarianos de Ambato, Perú.
Dada su velocidad, sus largas piernas, su potencia y su temperamento, Sandino le aconsejó cambiarse a los saltos largo y triple, cambio que dio sus resultados en el resto de su carrera. Pero antes de abandonar el salto alto, logró su primera participación en los Juegos Olímpicos, los de Atenas, en 2004, en los cuales quedó por fuera en la primera ronda.
En el año 2002 apareció fuerte en el salto triple, al lograr la marca nacional, con un registro de 13,28.
Su estreno en un mundial ocurrió en 2005, en Helsinki, Finlandia, en donde alcanzó la semifinal del salto alto, con 1,93 metros.
Un fracaso ocurrido en 2006 le abriría otros caminos para llegar a la gloria olímpica. Ese año, la espigada morena, ya dedicada al salto triple, no pudo conseguir la clasificación a los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008, lo que le provocó una enorme frustración y la toma de una decisión que fue definitiva para su futuro. En efecto, cambió su residencia y viajó a San Juan, Puerto Rico, para hacer lo que han hecho desde hace muchos años otros compatriotas, estudiar una carrera, que para ella fue enfermería en la Universidad Metropolitana, mientras seguía los lineamientos de la escuela cubana, ahora bajo el comando de Ubaldo Duany, con quien alcanzaría las mejores figuraciones de su vida.
El 2010 fue el año de su despegue mundial, porque ganó dos medallas de plata, una en el Iberoamericano, con marca nacional de 14,29, y la otra en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, de Mayagüez, Puerto Rico.
Los dos años siguientes fueron de rápido crecimiento, hacia el objetivo de volver a unos Juegos Olímpicos y de lograr una medalla. Lo primero lo consiguió, luego de ubicarse entre las mejores en copas mundo y en Grand Prix, prestigio que antecedió a la conquista de la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Daegu, Corea, en 2011, luego de pasar de 14,30 a 14,99, registro este que de mantenerse le brindaba la oportunidad de pelear por una medalla, en los Juegos Olímpicos de Londres.
El año 2011 lo terminó con una medalla de bronce en el salto largo, con 6,63, y el oro, en el triple, con nueva marca para el certamen, con 14,92.
A Londres 2012 llegó tras las presentaciones en la Liga Diamante de Mónaco y en el Grand Prix, de Londres, en las cuales logró ganar, con marcas de 14,85 y 14,66, continuidad que le otorgaba el plus para ser considerada candidata a medalla olímpica. El 5 de agosto alcanzó su objetivo y finalizó segunda, para aportarle a Colombia una de las ocho medallas conquistadas en esos Juegos británicos.
En el 2013 empezó la carrera hacia Río 2016, con cuatro victorias consecutivas en la Liga Diamante: en Shanghái, con 14,69 m; en Eugene, con 14,93 m; Oslo, Noruega, con 14,81 m, y, en París con 14,69 metros. Esta fue su carta de medalla dos medallas de oro, con 14,85 m.
El excelente año lo complementó con victorias en la Liga Diamante, en las versiones celebradas en Estocolmo (14,61 m) y en Bruselas (14,49 m), resultados que le permitieron ganar de manera invicta, la clasificación de este certamen, y ser nominada por la IAAF en el concurso de la Atleta del Año en el mundo.
En 2014, Caterine Ibargüen continuó su dominio en la Liga Diamante, al ganar las seis paradas, una de ellas con su mejor marca personal, de 15,31, en Mónaco. Cerró su año con el título en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, México.
El 2015, indudablemente fue uno de sus mejores, porque conquistó las paradas de la Liga Diamante correspondientes a Shanghái (14,85 m); Oslo (14,68 m), y París (14,87 m), antes de defender con éxito su título en Juegos Panamericanos, en Toronto, Canadá, con 15,08 m, que no fue reconocida como nuevo récord continental al superar el viento a favor el límite de velocidad (+2,3 m/s). El 30 de julio, en Estocolmo, logró su victoria consecutiva número 28, en la Liga Diamante.
Su cierre del año ocurrió en Pekín, China, en donde ganó el campeonato mundial de salto triple. El 11 de septiembre, en Bruselas, cerró con victoria su participación en la Liga Diamante, para sellar su tercer triunfo en ese certamen.
En el 2016 completó su camino dorado. Líder de la Liga Diamante, con una sola derrota en los últimos cuatro años, la reina del triple salto mundial llegó a Rio de Janeiro para escribir su historia de oro. Había dicho que el oro olímpico era su sueño, pero que no le quitaba el sueño, y no hubo necesidad de perderlo, porque Caterine se subió al primer escalón del podio para escuchar el Himno Nacional, en un estadio de atletismo olímpico, por primera vez en todos los tiempos, y no en su tiempo, sino en el Dios, como su mamá siempre se lo dijo.
Luego de ese gran momento, el mejor de su carrera deportiva, llegó un bajón, pues en 2017 no pudo retener el título del Campeonato Mundial y quedó en la venezolana Yulimar Rojas, así como la Liga Diamante, que se la entregó a la kazaja Olga Rypakova. Ese año generó un quiebre para bien en su carrera deportiva y llegar a este 2018 increíble.
Si bien parecía como un año de transición de cara a las clasificaciones para Juegos Olímpicos de Tokio que inician en 2019, Caterine aprovechó el 2018 para regresar a la élite internacional y no sólo lo buscó en el salto triple, también regresó por lo alto al salto largo.
Sin Campeonato Mundial en el calendario, la Liga Diamante apareció en el calendario como su principal reto, por eso ganó las cuatro paradas del año, en Shanghai (14,80m.), Oslo (14,89m.), Rabat (14,83m.) y París (14,83m.) así como la gran final de Zúrich (14,54m.), para ganar su Diamante habitual, el del triple salto.
Pero también se animó al salto largo y al día siguiente de competir en Zúrich, viajó a Bruselas para disputar la gran final de salto de longitud, en el que no era favorita, pero se hizo candidata y ganó. Su salto fue de 6,80 metros y conquistó su segundo diamante en una misma temporada, en la que también fue doble medallista de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, para completar un año redondo.
Por eso y por su trayectoria, la Federación Internacional de Asociaciones Atletismo (IAAF) la postuló entre las candidatas a Mejor Atleta Mujer del Año. El primer filtro era de votación abierta del público y Colombia la respaldó para llegar a las cinco finalistas, entre las que estuvo este martes en la gala de Mónaco, para confirmar que es la más grande de la historia del atletismo colombiano.
Me tiemblan las piernas. No puedo de la emoción.
De verdad que es un país que vibra por lo bueno que hace. Es el apoyo a mi trabajo, siento que se reflejan en mi carrera deportiva.